Capítulo 11.2

2100 Words
- Sé que no puedes hablar aún, pero yo sí, así que permíteme presentarme –dijo el anciano ayudándole a acomodar la almohada y a cobijarlo bajo las sábanas-. Soy Masaki Fukuda, tengo ochenta y un años, estoy casado, tengo tres hijos, un varón y dos mujeres. Mi esposa se llama Umiko, tiene setenta y tres años, y pronto, cuando puedas dejar el hospital, te llevaré a mi casa para que la conozcas –Shiro miraba a Masaki mientras le hablaba y sonreía ligeramente, ya que la voz del anciano, su mirada, la alegría que expresaba al estarle contando sobre él y su familia le proveía de mucha ternura, una que solo había obtenido de Kazumi o de Maeko san y su amiga Reiko desde que su madre falleció-. Ahora, ¿hay algo que quieras saber de mí o de mi familia? –preguntó muy animado y más tranquilo Masaki. - «¿A qué se dedica, Fukuda san?» -leyó Masaki en la libreta que usaba Shiro para comunicarse. - Bueno, soy lo que muchos llaman un hombre de negocios –el anciano rio mostrando su blanca y perfecta dentadura, contagiando a Shiro, por lo que terminó sonriendo de la misma manera-. Heredé de mi padre, quien heredó del suyo y así varias generaciones atrás, una serie de empresas que con mucho trabajo y esfuerzo he podido hacer crecer y crear el Grupo Empresarial Fukuda –el joven empezó a escribir en su libreta, luego le mostró a Masaki. - «Entonces es usted millonario» -el anciano volvió a sonreír y Shiro solo elevó los hombros y mostró una mirada juguetona. - La verdad es que soy más que millonario –la soltura con que hablaba Masaki hacía que Shiro poco a poco perdiera la vergüenza de preguntar temas más relacionados a su familia. - «¿A qué se dedican sus hijos? ¿Todos trabajan en el grupo empresarial familiar?» -Masaki estaba creando el primer recuerdo junto a su nieto, uno que sería una bonita anécdota por el uso de la libreta para comunicarse. - Solo mi hijo trabajó en el grupo empresarial. Mi hija mayor se enamoró de un extranjero y se casó, así que hace muchos años que vive en Suiza, junto a mi yerno y nietos. Mi hija menor es una artista plástica especializada en pintura. Ella va de aquí para allá, de ciudad en ciudad, país en país, mostrando su arte en galerías. Es muy buena haciendo lo suyo y su público valora sus obras muy bien. - «¿Su hijo e hija menor tienen familia?» -Masaki suspiró para tranquilizarse y no hablar de más sobre Aki. - Mi hijo se casó y tuvo un hijo, pero mi hija menor no. Ella es un alma libre, por eso es artista, y nunca se ha enamorado, por lo que se quedó soltera y no tiene hijos. Quizás, algún día, conozca a alguien que haga latir aceleradamente su corazón y quiera comprometerse, pero eso aún es incierto. - «¿Por qué cuando habla de su hijo lo hace en pasado?» -la mirada de Masaki se entristeció al recordar la muerte de Aki. - Porque hace cuatro años mi hijo falleció –Shiro empezó a escribir frenéticamente en su libreta. Al mostrarla a Masaki, este pudo leer «lo siento, no fue mi intención, mejor ya no pregunto más»-. No, por favor, sigue haciendo tus preguntas. El mantener silencio sobre ello no hará que mi hijo vuelva de entre los muertos, así que no te preocupes –dijo Masaki dando suaves golpecitos sobre una de las manos de Shiro, para que el joven no deje la particular conversación que sostenían. - «¿Y qué le gusta hacer en su tiempo libre?» - Mi actividad favorita es contemplar a mi esposa mientras cocina, o cuida las flores del jardín, o lee un libro, o teje alguna prenda para nuestros nietos –Shiro empezó a escribir sonriendo pícaramente. - «Me alegra saber que no soy el único que le gusta observar embobado a la mujer que ama» -las mejillas de Shiro estaban un poco sonrojadas. - ¿Y a quién amas, Shiro? Si se puede saber –preguntó Masaki, aunque ya sabía el nombre de la mujer que hacía latir aceleradamente el corazón de su nieto. - «Se lo digo, pero no lo comente con nadie. Amo a Kazumi Shimizu» -Shiro iba apretando cada vez más fuerte los labios, así como su cara se ponía roja por la revelación que acababa de hacer. Masaki lanzó una carcajada porque esa expresión le pareció muy infantil, muy inocente para un hombre de veintisiete años, por lo que agradeció que el infierno que vivió los meses que estuvo bajo las amenazas de la viuda Takahashi no hayan desvirtuado a su nieto. - La Dra. Shimizu es muy bonita e inteligente. Te felicito, tienes un muy buen gusto para las mujeres –dijo Masaki sonriéndole a su nieto y este lanzó un suspiro-. Imagino que ella no sabe de tus sentimientos, por ello me pediste que no dijera nada sobre ello. - «Aún no puedo declararme. Primero quiero salir de la extrema pobreza en la que me encuentro, hacer que el emprendimiento que tengo en mente funcione para decirle que la amo y pedirle que sea mi novia». - Quieres esperar a tener algo qué ofrecerle –dijo Masaki y Shiro asintió con la cabeza-. Te entiendo. Ella es una mujer encantadora e imagino que tendrá más de un pretendiente -Shiro empezaba a ponerse nervioso al pensar que, entre los candidatos para ganar el corazón de la médica, él es el que en peores condiciones se encontraba y tenía todas las de perder. Masaki se percató de la preocupación del muchacho, así que aprovechó para dejar la intriga en él-. ¿Qué pasaría si te digo que puedo darte la oportunidad de que seas un hombre digno del amor de la Dra. Shimizu? –Shiro miró con duda a Masaki-. Como ya sabes, tengo mucho dinero, empresas que son exitosas y soy reconocido en la alta sociedad de Tokio. ¿Aceptarías que te ayude a conquistar el corazón de la Dra. Shimizu? –los ojos de Shiro se abrieron tanto que el dorado de ellos destilaba como si fueran faros en medio de la negra oscuridad de la noche, estaba ilusionado, pero de golpe volvió a la realidad y empezó a escribir en su libreta. - «¿Qué me pedirá a cambio por su ayuda?» -Masaki quiso llorar al entender que su nieto era un hombre bueno, de alma pura y corazón limpio, pero que igual conocía de la maldad de la humanidad y por eso hacía tal pregunta. - Solo te pediré que cuando firmen tu alta médica y dejes el hospital, me des la oportunidad de contarte la larga historia que la Dra. Shimizu mencionó, escuchando con el corazón y no con el cerebro –a Shiro le pareció que pedía poco y que ser escuchado era importante para el anciano. - «Acepto. Tenemos un trato, Fukuda san» -y al terminar Masaki de leer esa línea, Shiro estiró la mano para sellar el pacto con un apretón de manos, como imaginaba que los hombres de negocio cerraban un acuerdo. Al terminar las cirugías que tenía programadas, Kazumi se dirigió al laboratorio, ya que habían transcurrido más de las horas que le habían indicado que demoraría tener listo los resultados de la prueba de parentesco que solicitó. Aunque ella, como médica, fue quien solicitó que se realizara la prueba, por lo que podía abrir el sobre y leer los resultados, decidió no hacerlo, ya que sintió que estaría invadiendo la intimidad de Fukuda san y la de Shiro, por lo que guardó el sobre en uno de los bolsillos de su bata médica y caminó hacia la habitación donde estaba hospitalizado su amigo. Al abrir la puerta escuchó las carcajadas de Masaki y unas ahogadas risas de Shiro, ya que estaba siguiendo al pie de la letra la indicación de no abrir la boca para nada. Kazumi se acercó a ellos con una amplia sonrisa, ya que se sentía muy alegre de que se estuvieran llevando tan bien. El anciano le comentó que con la ayuda de la libreta pudieron mantener una agradable y larga conversación, salvo en el momento en que debió tomar el almuerzo, ya que prefirió bajar a la cafetería y no pedir que le llevaran la comida a la habitación porque Shiro no podía ingerir aún alimentos y no quería hacerlo provocar. - Me da mucho gusto que haya podido cuidar de Shiro y pasado un agradable momento juntos –comentó Kazumi mirando al anciano con esperanza y a Shiro con ternura –el joven empezó a escribir en la libreta y se la mostró a Kazumi. - «Kazumi chan, ¿cuándo podré comer? Desde el almuerzo de ayer que no pruebo bocado» -la médica rio al acabar de leer el comentario de Shiro y Masaki lanzó una potente carcajada. Shiro sonreía algo ruborizado por la vergüenza que le dio al confesar que tenía mucha hambre. - Para la cena he indicado que te den dieta blanda, así que en una hora ya podrás comer –Shiro agradecía a su amiga ofreciéndole una pequeña reverencia con las palmas de las manos juntas y pegadas a su frente, gesto que hizo que Masaki volviera a reír a carcajadas. - Eres muy divertido, Shiro, eso es algo que me agrada mucho de ti –dijo el anciano secándose unas lágrimas que la extrema alegría había obligado a salir de sus ojos. - Shiro kun es muy cálido y dulce, por eso siempre tiene una sonrisa para quienes lo apreciamos –dijo Kazumi tratando que no se evidenciara en sobremanera sus sentimientos por el joven, pero Masaki ya tenía bien en claro que lo que sentían esos dos el uno por el otro era amor que se correspondía. - Bueno, ya me tengo que ir. He pasado muchas horas conversando con nuestro querido Shiro y me he perdido del tiempo que uso para hacer mi actividad de ocio favorita: contemplar a mi amada esposa hacer cualquier cosa –el anciano le sonrió con picardía al joven y este se sonrojó al recordar que ese era también su pasatiempo favorito. Al mirar a Kazumi y encontrar que esta no entendía el intercambio de miradas entre esos dos hombres que habían empezado una bonita relación, Shiro no aguantó más y rio a carcajadas. Tras despedirse de Shiro, Masaki caminó hacia la puerta para dejar la habitación y Kazumi lo acompañó. Al salir hacia el pasillo, la médica sacó del bolsillo de su bata el sobre con los resultados y se lo entregó al anciano. Él la miró esperando que ella le diga la respuesta a la pregunta que lo llevó a buscar a Shiro a ese hospital, pero ella le indicó que no se atrevió a abrir el sobre por respeto a la intimidad de ambos. Masaki hizo una reverencia ante Kazumi, agradeciendo no solo la oportunidad que le dio de pasar horas conociendo a su nieto y por haber conseguido que realizaran de manera rápida la prueba de parentesco, sino por ser una persona tan educada, delicada y empática. Camino a la Mansión Fukuda, Masaki no se atrevía a abrir el sobre. Al entrar a la propiedad donde vivía con su esposa Umiko, su hija Nara y su nuera Yuna, vio que las tres lo esperaban en el recibidor con mucha ansiedad. Él estaba seguro que ese joven era a quien estuvo buscando por cinco largos años, pero faltaba un detalle más que desvelar para tener la completa seguridad de que ese joven con quien congenió muy bien era su nieto. Al confesarles que estaba muy nervioso y no podía abrir el sobre, Nara lo tomó delicadamente de las manos de su padre y lo abrió. Todos esperaban ansiosos que la artista se pronunciara, pero las palabras no salieron, solo unas lágrimas que acompañaron a una enorme sonrisa de felicidad aparecieron a la par que esta caminaba con los brazos abiertos para llenarlos con el abrazo de sus padres y cuñada. «Lo has encontrado, padre; él es el hijo perdido de Aki». Con ese abrazo, Los Fukuda daban fin a una etapa difícil de sus vidas. El padre había cumplido la promesa que hiciera en la tumba del hijo y todos empezaban a contar las horas que quedaban para que el encuentro con Shiro se dé y confesarle que él era el nieto, el sobrino, el hijo perdido que tanto buscaron.
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