Capítulo 12.2

1784 Words
- ¿Todo bien? –preguntó Kazumi ante las miradas que recibía. - Sí, todo bien, estimada Dra. Shimizu –respondió Masaki mientras dejaba la silla donde estaba sentado, cerca de Shiro, para que la médica se acomode en ella. - Gracias. Fukuda san. Voy a llamar a pedir mi almuerzo… -decía Kazumi cuando fue interrumpida por un nervioso Shiro. - ¡No es necesario! –elevó la voz de más el joven-. Ya compré tu almuerzo -y le señaló la bandeja que había sobre el escritorio de la habitación. - Gracias, Shiro kun, pero no debiste, yo podía haberlo pagado –dijo Kazumi con una sonrisa en sus labios. - Yo también pude pagar mis gastos médicos, pero tú lo hiciste –dijo Shiro mientras masticaba sus alimentos, pero tanto el anciano como la médica lograron escucharlo. Kazumi sonrió al abuelo de Shiro, quien en verdad se esforzaba por no reír ante la cómica escena que ofrecía su nieto. La médica tomó la bandeja y se acomodó en la silla para empezar a comer. - Shiro kun, ¿te ha molestado que pague tus cuentas del hospital? –preguntó con una suave voz Kazumi. Shiro la miró algo avergonzado, pero se olvidó de esa emoción cuando se perdió en la mirada de su amada amiga-. Si es así, siento mucho el haber causado que te enojes, pero estabas inconsciente y el área de contabilidad exigía que alguien presentara una tarjeta bancaria o hiciera un pago a cuenta para que te pudieran acomodar en la habitación, así que no dudé en pagar tus gastos médicos. Lo hice pensando que, de estar en mi posición, tú hubieras hecho lo mismo por mí –el joven escuchó a medias lo que Kazumi le dijo porque no podía dejar de mirar los labios de la médica, unos que quería besar después de que Masaki diera alas a sus sueños de hacerla su esposa-. ¿Shiro kun? ¿Me oyes, Shiro? –preguntó Kazumi moviendo sus manos enfrente de la cara de su amigo. - Claro que sí, Kazumi chan –dijo Shiro regresando a la realidad-. Te entiendo, y agradezco el gesto, pero debes permitirme devolverte cada centavo que has pagado –respondió con un gesto serio. - Shiro kun, somos amigos, no hay necesidad –aseguró Kazumi. - ¿Lo haces porque sabes que no tengo mucho dinero? –preguntó él un poco angustiado. - Lo hago porque quiero que pronto hagas realidad tu sueño del negocio propio. Cuando empieces a ganar dinero por las ventas de sake, podrás pagarme las cuentas del hospital. Masaki regresó a su mansión con una sonrisa en los labios al conocer un poco más de su nieto. Shiro era un buen muchacho, uno que no dejaba de ser bueno, servicial, educado, colaborador, empático, generoso, aunque la vida lo golpeara cada vez más fuerte. Claro que también tenía orgullo, honor, pero eso no restaba a que fuera un ser presto a servir a los demás con una sonrisa en sus labios. Le agradaba que los maltratos que le daba la vida no lo hayan convertido en una persona áspera, resentida, malhumorada. La resiliencia era lo que caracterizaba al hijo perdido de Aki, al futuro Director General del Grupo Empresarial Fukuda. Durante la cena en familia, Masaki consultó con su querida esposa Umiko, su hija Nara y su nuera Yuna sobre en dónde y cómo confesarle a Shiro la verdad sobre su procedencia. - Creo que debería confesarle la verdad estando en el hospital, no vaya a ser que la noticia le impacte tanto que afecte su salud –opinó Nara, la hija menor que al ser un alma libre no dudaba en decir lo primero que se le venía a la mente. - Opino como Nara –señaló Yuna asintiendo con la cabeza. La artista plástica no pensó que su cuñada apoyaría su comentario-. No por el hecho de que conocer la verdad pueda afectar el joven corazón de Shiro, sino porque creo que ese tema debe conversarse en un espacio neutral y privado, y ambas características las ofrece el hospital. - ¿Y no será mejor que lo traigas a la mansión? –opinó Umiko deseando abrazar a su nieto de una buena vez. - No lo sé. Me preocupa que no tome con buen ánimo la verdad y nos rechace –mencionó Masaki el temor que tenía al imaginarse a Shiro repudiando a su familia paterna por no haber hecho algo a tiempo y evitar que su madre muriera, así como que pasaran tantas penurias por la falta de dinero, cuando a Los Fukuda es lo que más les sobra. - ¿Le contó a la Dra. Shimizu la verdad, querido suegro? –preguntó Yuna-. Quizás ella nos pueda ayudar. Por lo que ha comentado, entiendo que a Shiro le interesa sentimentalmente la médica, así que podría revelarle la verdad ante la presencia de ella. - Esa es una buena idea –soltó Nara-. No sé si mi sobrino es de temperamento fuerte o agresivo, pero siempre un hombre enamorado se contiene ante la presencia de su amada. - Entonces, llamaré a la Dra. Shimizu para que me acompañe en el momento de decirle la verdad a Shiro. Masaki llamó a Kazumi después de terminar de cenar con su familia. La médica, quien se encontraba acompañando a Shiro en la habitación del hospital, tuvo que salir al pasillo para contestar la llamada, ya que al reconocer el número de Fukuda san, sospechó que debía comunicarse con ella por algo relacionado a su amigo. El anciano le comentó que quería revelar la verdad de la procedencia del joven y la relación consanguínea que los unía antes de dejar las instalaciones del nosocomio y que ella, como amiga del muchacho y médica que trató la enfermedad de Aki, además que ya conocía la historia de la búsqueda de Shiro, podría dar fe de lo que Masaki confesaría ante su nieto. Ella aceptó y convino con el anciano que llegara a las 7 am para tomar el desayuno los tres juntos. Al llegar Masaki a la habitación de Shiro, este ya había despertado. Su nieto lo recibió con una sonrisa y le invitó a sentarse en la silla cercana a la cama. Los dos conversaban sobre la recuperación del joven, si sentía dolor o alguna otra sensación incómoda cuando Kazumi llegó junto a una de las empleadas del área de cocina del hospital que llevaba el desayuno que los tres compartirían. La charla estuvo amena mientras saboreaban los manjares que les presentaron para esa primera comida del día. Tras vaciar los platos y que el personal de cocina se llevara el menaje, Kazumi prosiguió a introducir la conversación sobre la relación que lo unía a Fukuda san, tema que hace dos días atrás le dijo a Shiro que se le revelaría cuando fuera dado de alta. - Entonces, este será un gran día, no solo porque me retiro del hospital recuperado, sino porque Fukuda san me dirá la relación que lo une a mi padre y, por defecto, a mí –Shiro le sonreía al anciano a quien consideraba un amigo al haber empezado a sentir cariño por él. - Antes que nada, permíteme contarte la historia de mi hijo Aki –pidió Masaki, prosiguiendo cuando Shiro asintió con un movimiento de cabeza-. Mi hijo era un hombre muy correcto, pero en sus años de juventud cometió un gran error: alejar de su lado a la mujer que amaba. Ella había quedado embarazada justo cuando yo, sin saber de la relación que ellos dos sostenían, le pedí a mi hijo que se casara con la hija de mi mejor amigo para ayudar a su familia a no caer en la ruina económica. Mi hijo, que siempre fue un buen muchacho, obediente y respetuoso de mis decisiones, no me dijo que estaba enamorado y aceptó el matrimonio pactado al que yo lo llevaba sin saber el daño que le hacía. Cuando mi hijo le revela a la mujer que amaba que se tenía que casar, ella confiesa el embarazo, y mi hijo, inexperto y temeroso del daño que sus acciones en secreto podrían causar a la familia, niega la posibilidad de que ese niño nazca, por lo que pretende obligar a su amada a que aborte. Ella, que lo amaba sinceramente, no podía acabar con la vida de ese niño producto de un amor puro, por lo que escapa de Tokio sin dejar rastro alguno. »Cuando mi hijo tenía cuarenta y siete años estaba internado en el Hospital Mayo Clinic en los Estados Unidos, ahí es donde conocimos a la adolescente Dra. Kazumi Shimizu –mirando a la médica, esta sonrió a ambos y confirmó las palabras de Masaki con un movimiento de cabeza-, quien se encargaría del caso médico de Aki. El tratamiento estaba ayudando en la condición de mi hijo, que padecía de un muy agresivo cáncer de páncreas, por lo que me atreví a comentar que debía mejorar pronto para que se haga cargo del grupo empresarial porque yo debí dejar mi retiro para volver a hacerme cargo de los negocios cuando él enfermó. Eso dio pie a que yo comentara que, al no haber tenido descendencia con su esposa, antes que muera debía pensar en la opción de destinar el legado de Los Fukuda a uno de los hijos de mi hija mayor. En ese momento Aki me reveló que había tenido un hijo, uno que no conocía, uno que nunca vio, uno que desconocía si era varón o mujer, pero que no le cabía duda de que había nacido. Al contarme lo que sucedió y causó que él no pudiera hacerse cargo de sus responsabilidades como padre, empecé a buscar a la mujer que fue el único amor de Aki y al hijo que nació de ella. »Al principio de la investigación, nos enteramos que la amada de mi hijo falleció siendo aún muy joven, con apenas treinta y cuatro años, y que había dejado en orfandad y en completa pobreza a un niño, un varón. Esa noticia hizo que Aki sufriera por la culpa que le carcomía el alma, por lo que su salud empezó a decaer y un mes después falleció –Shiro miró a Kazumi, quien se esforzaba por no llorar, pero los ojos le brillaban por las lágrimas que se acumulaban en ellos. La médica asintió con la cabeza, confirmando la versión del anciano multimillonario-. Fue enfrente de la tumba de mi hijo que le prometí que no descansaría hasta encontrar a ese hijo perdido suyo y darle todo lo que se merece al ser un Fukuda, mi nieto, y continué con la búsqueda».
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