Capítulo 9.2

1673 Words
Ya en el recinto del negocio familiar preguntó en recepción por la persona encargada en dirigir el hotel, por lo que una mujer de unos cuarenta y seis años salió a su encuentro. Murakami se presentó y le explicó el motivo que lo había llevado a buscar en esa ciudad a la mujer de la fotografía que le mostró. Sachiko Abe, la administradora del hotel, resultó ser una amiga de Yumei que conoció durante los años de estudio en la universidad, a quien recurrió después de huir de Takko. - Entonces, por lo que me dice, el padre del bebé lo está buscando, en realidad la familia paterna del pequeño sí quería conocerlo –dijo Sachiko como si pensara en voz alta y Murakami afirmó con un movimiento de cabeza-. ¡Ay, Yumei! Sufriste tanto por las puras; pudiste ir a buscar al padre de tu hijo y todo se hubiera solucionado. - Por favor, ¿usted sabe en dónde se encuentran madre e hijo? –consultó el investigador con esperanza de terminar pronto su trabajo. - Sé en dónde está Yumei, pero su hijo, ni idea –soltó apenada Sachiko. - ¿Podría explicarse? - Yumei dejó esta ciudad para regresar a Tokio. Ella estaba gravemente enferma y los médicos le recomendaron regresar a la capital, de donde era oriunda, en busca de un tratamiento que la sane. - ¿Qué enfermedad le aquejaba? - Cáncer de mamas –Sachiko no pudo evitar que su mirada se llenara de lágrimas al recordar a su amiga-. Seguimos en contacto por esos tres años que estuvo en Tokio viendo la manera de ganarle a la enfermedad y sobrevivir, pero no lo logró. Yumei murió hace trece años de cáncer de mamas. - Entonces, su hijo tendría por esas fechas unos nueve años. - Diez. El pequeño quedó huérfano a los diez años. Quise traerlo a vivir conmigo y mi familia, pero él no quiso dejar Tokio porque no quería alejarse de la tumba de su madre. - Al revisar registros médicos, y de otro tipo, sobre Yumei Ogawa no apareció nada, ¿dónde se atendió para tratarse el cáncer? - Ella ya no se apellidaba Ogawa cuando llegó a buscarme. Su apellido era Morita, Yumei Morita. Ella me dijo que ese era su nombre de casada. - O sea, ¿Yumei contrajo matrimonio antes de venir hacia Miyazaki? - No. Esa fue una mentira que me dijo. Ella no quería que el padre del pequeño ni la familia de este lo encontraran. Cuando se enteró que tenía cáncer, uno muy agresivo y que estaba en etapa terminal, Yumei me contó la verdad, que el padre de su hijo le exigió que abortara porque él se iba a casar y el niño sería un bastardo que traería vergüenza a su familia, por eso ella huyó, no quería que le quitaran a su hijo, y se la pasó escondiéndose porque temía que si lo hallaban quisieran matarlo. - ¿De dónde sacó el apellido Morita y la identidad? - Pagó a un hombre de bajos escrúpulos que era autoridad en una pequeña villa de la Prefectura de Wakayama para que cambie su identidad. En ese lugar había muerto una mujer llamada Yumei Morita, unos cuantos años mayor que ella. En vez de declarar la muerte de esa ciudadana, le entregó a mi amiga la documentación que la acreditaba con esa nueva identidad. - ¿Y sabe el nombre del niño? - El pequeño es Shiro Morita. - ¿Y por qué me dijo que no sabía dónde está el hijo de su amiga? - Después que ella murió mantuve contacto con él hasta semanas antes que cumpliera los diecisiete años. Por una estafa que sufrimos, el negocio estaba a punto de quebrar y no pude seguir contactándome con él por unos meses, solo fueron unos siete meses que no lo llamé y él desapareció. Cuando intenté retomar la comunicación, el mensaje que me informaba que el número al que intentaba comunicarme no existía era lo único que escuchaba. Viajé a Tokio para buscarlo, pero en donde vivía junto a una viuda y su hija un año mayor que él ya no había nadie. Me dijeron que la viuda y su hija se fueron del país y que no sabían en dónde se estaba quedando Shiro. Estuve por dos semanas recorriendo a todas horas las calles aledañas a la casa donde fue su última residencia, pero no pude hallar su rastro –Sachiko no pudo evitar llorar al pensar que quizás el hijo de su amiga tuvo el mismo final que la madre. - ¿Tendrá una fotografía del muchacho que me pueda brindar para ayudarme en mi búsqueda? - No. Yumei no dejaba que le tomaran fotos a su hijo. Aquí todos querían fotografiar sus ojos porque era muy particulares, pero ella no lo permitía. - No importa. Conversar con usted ha sido de mucha ayuda, ya que me ha facilitado un siguiente punto de locación, lo sucedido con la madre y el nombre del hijo. Gracias, Abe san. - No se preocupe. Solo le pido un favor. Si encuentra a Shiro, dígale que me llame. Llevo años pensando en él y he tenido pesadillas en donde lo veo pasar por situaciones terribles. Temo que esté pasando hambre, que haya terminado en vicios o que esté al lado de su madre en el panteón –la sinceridad del sufrimiento de Sachiko hizo que Murakami le prometiera que le daría su mensaje al joven cuando lo hallara, y si lo encontraba sin vida, que él mismo se comunicaría con ella para darle la triste noticia. Cuando Murakami regresó a Tokio he hizo una búsqueda de los nombres que Sachiko Abe le indicó, halló toda la información de la condición médica de Yumei, pero no encontró rastro del hijo. Cuando fue a buscar la vivienda en donde el niño había vivido tras el fallecimiento de la madre, se encontró con que dos cuadras de esa zona habían sido adquiridas por una empresa inmobiliaria y las precarias viviendas habían sido derrumbadas para dar paso a un edificio comercial. El problema de tratar de hallar a una persona en Tokio era la cantidad de personas que viven en un territorio relativamente pequeño, en una ciudad donde la gente es discreta y existe sin reparar muchas veces en lo que sucede con los demás al tener que ir con prisa a todos lados, tratando de conseguir el suficiente ingreso para tener una buena vida, proveer de todo lo necesario a la familia o simplemente sobreviviendo en soledad, una característica por la que en las últimas décadas se identifica a más japoneses. Habían pasado ocho meses desde que Masaki Fukuda le diera a Kento Murakami la misión de encontrar a Yumei Ogawa y a su hijo. No había encontrado al posible heredero Fukuda, pero haber hallado la última morada de la madre hacía necesario que diera un informe completo sobre ese hallazgo. Cuando el anciano multimillonario recibió la llamada del investigador y se enteró de cómo habían terminado los días de Yumei, con mucho dolor por la enfermedad que generó una metástasis, en la pobreza, ahogada en deudas, Masaki lloró amargamente porque esa muchacha no se merecía ese final. Al no tener mayores datos sobre el paradero de su posible nieto, le pidió a Murakami que no dejara de seguir buscando, que le pagaría el doble si no tomaba descanso para lograr su cometido de encontrar a su nieto perdido. Tras colgar la llamada, Masaki regresó a la habitación de su hijo y no pudo ocultar su tristeza. Aki no necesitó preguntarle a su padre sobre qué sucedía, ya que cuando este salió para contestar la llamada comentó animado que era el investigador que contrató, que de seguro tenía buenas noticias, pero el rostro del anciano padre expresaba todo lo contrario. El enfermo hijo empezó a llorar y su progenitor lo abrazó. Él no sabía con exactitud lo que causaba la tristeza del padre, pero al imaginarse lo peor no estaba muy distante de la verdad. Masaki, aún abrazado a Aki, le reveló a su hijo que Yumei había fallecido por un muy agresivo cáncer de mamas hace trece años atrás, que el niño tenía diez años cuando quedó huérfano y sumergido en la pobreza. Tomándose su tiempo el anciano respiró para evitar que la voz se le quebrara al tener que seguir dando malas noticias a su hijo. «Sabemos el nombre del niño, es Shiro Morita, pero no hemos podido encontrarlo. No te voy a negar que con Murakami estamos imaginando el peor escenario para él, pero tenemos la esperanza de poder hallarlo», dijo Masaki tratando de hacer que su hijo no decaiga en su deseo de conocer al vástago producto del amor con Yumei, pero el simple hecho de saber que ella había fallecido de cáncer, y al imaginársela sufriendo los dolores que él padecía, pero en medio de la pobreza, la culpa lo destrozó. Aki no sobreviviría a la noticia de saber que Yumei ya no estaba andando en el mundo de los vivos. Un mes después de saber que su amada había padecido tanto por su cobardía, él dejó de respirar. Kazumi, como la médica encargada de su terapia, no entendía el motivo del retroceso que tuvo el paciente Fukuda, ya que todo iba bien y de la nada empeoró hasta morir. Masaki, junto a Yuna, preparó el traslado de Aki a Tokio para que sea despedido por su madre y toda la familia. Enfrente de la tumba de su hijo, el anciano padre le prometió que no descansaría hasta encontrar a ese hijo perdido, a su nieto, que removería los cimientos de todo j***n si fuera necesario para encontrar a quien sería su heredero, y así enmendaría el gran error que cometió un joven Aki que no supo tomar las mejores decisiones ni acudir a tiempo al amoroso y comprensivo padre que le tocó tener para evitar las desgracias que estaban ensombreciendo las vidas de Los Fukuda.
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