Capítulo 9.1

1804 Words
Masaki llamó de inmediato a Kento Murakami, el investigador privado que contrataba para que averigüe el pasado de los nuevos profesionales que ingresarían a la nómina de alguna de sus empresas y evitar así contratar personas con malos antecedentes o para saber si algún nuevo posible socio podía estar escondiendo algún secreto perjudicial para sus negocios, afectando el prestigio de Los Fukuda, por lo que debía desistir del nuevo ingreso o sociedad. El anciano le pidió a Murakami que delegara a otro investigador lo que estuviera haciendo para el grupo empresarial, ya que lo que le iba a encomendar era un trabajo que debía realizar exclusivamente y solo, ya que era un tema delicado y personal. Aceptando las condiciones del anciano multimillonario, el investigador privado designó entre sus empleados los trabajos que tenía pendientes para dedicarse solo a lo que Masaki le solicitara. Entregándole solo el nombre de Yumei Ogawa, le pidió a Murakami que consiguiera información sobre qué ha sido de esa mujer durante los últimos veintidós años. Solo pasó una semana para que Masaki tuviera noticias del investigador, las cuales no fueron muy alentadoras. Resultó que el último dato que se tenía de la mujer que fue el amor de Aki era que había trabajado en el Grupo Empresarial Fukuda y que había vaciado las dos cuentas bancarias que tenía: una de haberes, donde le depositaban su salario, y otra de ahorros, sumando entre ellas unos cinco millones de yenes –unos treinta y ocho mil dólares americanos-. Por los registros de la cuenta de ahorros, el investigador indicó que el dinero que había en ella era producto de un fideicomiso por orfandad y pequeños montos que fue guardando como reserva. Este punto dio pie a que comentara que Yumei era huérfana y no tenía hermanos, por lo que no pudo hallar familiares directos de ella. Masaki lamentó que la muchacha no haya tenido familia, algo que de seguro su hijo desconocía, sino le hubiera comentado ese detalle. Al no obtener mayor información por medio del nombre de la joven, el anciano le pidió a su investigador que con la foto que le envió buscara en los archivos visuales de las cámaras de seguridad de aeropuertos y estaciones de tren a una mujer con sus características físicas en la fecha que Aki indicó que no llegó a la cita para tratar el tema del aborto. Masaki iba a hacer uso de todos sus contactos y poder económico para conseguir esos vídeos y encontrar a Yumei. Este trabajo le costó un poco más de tiempo al investigador, ya que demoraron unas semanas en facilitarle el material visual que debía revisar, pero al final halló los vídeos que le mostraban a Yumei en una estación de tren. Una corazonada hizo que Murakami no se comunicara de inmediato con su anciano cliente, ya que debía asegurarse que la ciudad en donde la llevó ese tren fuera el lugar donde quería llegar la muchacha, por lo que solicitó los vídeos de ese día de esa nueva estación y semanas después pudo comprobar que sus sospechas eran acertadas, ya que Yumei se subió a otro tren y continuó viajando hasta llegar al pueblo de Takko, a más de 650 km de distancia de Tokio hacia el norte, en la Prefectura de Aomori, Distrito de Sannohe. Murakami informó de este hallazgo a Masaki e indicó que se estaba dirigiendo hacia este pequeño pueblo rural en donde la mayoría de su población eran adultos mayores. Al llegar a su destino, el investigador buscó si ahí vivía alguna persona apellidada Ogawa, ya que era más que seguro que la joven podría haber ido hacia ese distante pueblo porque conocía a alguien o tenía un familiar lejano. Resultó que una anciana exprofesora de la escuela del pueblo llevaba ese apellido, así que la fue a buscar siguiendo las indicaciones que le dieron. Yukiko Ogawa era prima del padre de Yumei, la única tía que tenía por su familia paterna, ya que su padre fue hijo único. La joven tenía contacto con la profesora porque después de morir sus progenitores fue ella quien la cuidó hasta que terminó la escuela, momento en que la tía viajó a Takko para ejercer sus últimos años de carrera ahí, mientras que Yumei se quedaba en Tokio para estudiar la universidad. Al vivir sola, ya que nunca se casó ni tuvo hijos, la anciana se alegró de ser visitada por Murakami, por lo que le invitó a pasar, aunque fuera un desconocido. Cuando el investigador le preguntó por Yumei, la anciana dejó su sonrisa y rompió en llanto. - Yo amaba a esa niña como si fuera mi hija, ya que tenía seis años cuando decidí acogerla después de que sus padres murieran en ese terrible accidente automovilístico. Era tan bella, tan amable y risueña. No quise que se fuera, pero todo el pueblo empezó a hablar muy mal de ella, me pusieron trabas en el trabajo, y ella decidió irse junto a su pequeño recién nacido –comentaba la anciana llorando. - Ogawa sensei –al ser una profesora de escuela, quien enseñó a leer y escribir a un gran número de niños, y una mujer de muchos años, el título de respeto con el que se le debe llamar no es el de “san”, que significa, para este caso, señora o señorita, sino el de sensei, que significa “maestra”-, ¿me puede contar cómo llegó Yumei? ¿Qué le dijo cuando llegó a esta casa? - La niña me llamó un día antes que llegara, por la noche, estaba llorando. Yo me preocupé y le pedí que me dijera qué le había ocurrido, pero solo me dijo que ya no quería seguir en Tokio y me preguntó si podía venir a vivir conmigo por una temporada. Acepté sin dudarlo, como le dije, Yumei era mi hija porque cuidé de ella desde que fue una niña pequeña. Cuando llegó me abrazó fuerte y empezó a sollozar descontroladamente. Me asusté pensando que algo malo le había ocurrido, y no me equivoqué. Ella estaba destrozada porque el muchacho que amaba había fallecido repentinamente, pero el dolor no quedaba ahí, ella estaba embarazada y la familia de su amado la repudió. »Con el dolor que sentía por la pérdida del ser amado, el rechazo de la familia de este ante la noticia que tendría un hijo de él y el no saber qué hacer, Yumei pensó en mí y vino a vivir conmigo. En el pueblo, al ser pequeño, la noticia de la llegada de la sobrina de Ogawa sensei llegó a todos lados casi de inmediato. Al conocer lo que le había pasado a mi sobrina convinimos en que diríamos la verdad, pero omitiendo la parte en que la familia del muchacho la despreció. Así fue que todos veían a Yumei como una triste viuda embarazada. »Todo iba bien, el embarazo fue saludable, pero cuando nació el bebé nuestras vidas se convirtieron en un infierno. El niño nació sano, un varón hermoso, pero sus ojos, sus ojos hicieron creer a todo el pueblo sobre un posible pecado de mi sobrina. El niño tenía los ojos dorados, así como el color del oro o del sol cuando este está en su máximo fulgor en el firmamento. Yo pensé igual que todos los del pueblo cuando lo vi al pequeño, pero Yumei me aseguró que su padre era japonés, ni siquiera mestizo, que era un japonés puro, pero que por parte de la abuela del niño la familia tenía una mutación que hacía que todos sus descendientes tengan ojos de ese color, ámbar, le llamó ella. »Yo le creí, ella no tenía por qué mentirme, pero la gente del pueblo no. Todos comenzaron a insultarla, a llamarla prostituta, que se había vendido a un extranjero y que este al irse la había dejado con su hijo sin importarle nada porque ella nunca valió algo para él. Yumei lloraba abrazada a su pequeño, quien no tenía culpa de nada y acompañaba el llanto de su madre con el suyo. Recordar la escena me parte el corazón porque ellos eran un par de inocentes que nunca debieron pasar por tanta humillación. »Al comenzar a tener problemas en el trabajo, ya que algunos padres no querían que fuera la maestra de sus niños, el Director en esos años iba a solicitar que me cambiaran de escuela, pero al tener el pueblo de Takko solo una, significaba que tendría que mudarme a otro pueblo o ciudad, algo que no quería porque ya había decidido que sería aquí donde me quedaría hasta el día que me visitara la muerte. Ante ello, Yumei, sin decirme nada, se fue de la casa con su pequeño en brazos. Solo había pasado unos diez días desde que parió al bebé, no había recuperado por completo las fuerzas, pero se marchó para que yo no sea perjudicada. No se imagina cómo me duele no haber podido hacer algo más por ellos, pero mi dolor es aún mayor porque desde ese día hasta la fecha de hoy no he vuelto a saber nada sobre Yumei y su bebé». Al presentar su informe a Masaki, el anciano le pidió al investigador que le entregue a la exprofesora una fuerte suma de dinero para que con ello lleve una buena vida hasta que parta de este mundo. Esa era la única forma en que podía resarcir en parte el daño que hizo su hijo, ya que Ogawa sensei, al sufrir por el destino de Yumei y el de su pequeño, también fue una víctima de las decisiones erradas de Aki. Por la situación intolerante que vivió la joven en el pueblo de Takko al creer todos que su hijo era un mestizo, no pudo tramitar la identidad del menor, por lo que la anciana maestra no sabía el nombre que su sobrina le pondría a su hijo. Haciendo el mismo trabajo de seguimiento que lo llevó a ese pueblo rural, Murakami siguió el rastro de Yumei hasta la ciudad de Miyazaki, al suroeste de j***n, en la isla de Kyushu. En la capital de la prefectura del mismo nombre no halló a nadie con el apellido Ogawa, lo que haría más difícil la tarea de seguirle los pasos a la Yumei de veintiún años atrás. Murakami consiguió en la municipalidad el listado de los negocios y edificaciones urbanas y comerciales que existían por el tiempo que la joven madre llegó a Miyazaki, así evitaba los recintos nuevos donde, de seguro, nadie le daría razón de algo que importara para su búsqueda. Al llegar a una lavandería y preguntar si había conocido a la mujer de la foto, la dueña reconoció a Yumei y le dijo que ella trabajó en el hotel propiedad de la Familia Abe.
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