Capítulo 15.3

2739 Words
Como tenían costumbre, salieron tomados de la mano del hospital. Sosuke san hizo una reverencia al ver a la médica y abrió la puerta del vehículo. Durante el camino hacia la Mansión Fukuda, Shiro no dejó de mirar a Kazumi de esa manera especial que a ella la ponía muy nerviosa, y ahora más al saber los verdaderos sentimientos de su amigo por ella. La médica trataba de no enfocar su mirada en él, pero el peso de la del heredero Fukuda era tan intensa que ella la buscaba tímidamente y no la podía sostener por mucho tiempo. «Por lo más sagrado, que deje de mirarme así, ¡parece que quisiera comerme! Pero qué dices, Kazumi. Desde que te imaginaste una vida junto a Shiro estás viendo cosas en donde no las hay. Él te respeta, es tu amigo. Claro que le gustas y siente amor por ti, y el amor viene con deseo y pasión… y a ti te gusta, estás empezando a amarlo, pero ¿lo deseas? –miró de reojo al joven de mirada dorada, este le sonrió y ella tuvo que mirar por la ventana del auto para disimular lo que empezaba a sentir-. ¡No puede ser! ¡Lo deseo! Es tan guapo, sus manos son enormes y cuando me atrajo hacia él no necesitó hacer mucho esfuerzo. Creo que a partir de hoy no podré estar a solas con él en mi apartamento ni para que tome un poco de agua», hablaba consigo misma la médica mientras Shiro no despegaba la mirada de ella. «¡Cómo me gustas, Kazumi Shimizu! Tía Nara tiene razón, ¡muero por arrancarte esa bata! Tranquilo, Shiro, debes controlarte, ella no tiene experiencia en el sexo ni en el cortejo, ¡la puedes asustar! Pero ¿acaso yo tengo experiencia en ello? Solo he tenido ojos para ella y estoy seguro que no quiero a otra mujer entre mis brazos que no sea Kazumi, por lo que nunca he puesto en práctica alguna estrategia de cortejo, salvo el hacerme el tonto para que me ayude con las tareas o cada vez que le cedí mis sandalias para que sus pies no sientan el frío del suelo de la casa donde vivía con Maeko san y Reiko. Y sobre el sexo… aprendí de la forma más depravada y traumatizante a satisfacer a una mujer, pero cuenta como experiencia. Con ella pondré en práctica todo lo que aprendí, pero ahora sí lo disfrutaré. Solo dame chance de poder mostrarte que soy digno de ti. No sientas miedo de que pueda cambiar, si sucede va a ser para mejor. Me haces tan feliz con el simple hecho de compartir contigo el espacio, el aire. Por favor, nunca te vayas, no me dejes», pensaba Shiro mientras la contemplaba. Ninguno de los dos podía negar lo que sentían y lo que deseaban del otro. Al llegar a la mansión, el mayordomo los guio hacia el comedor, en donde esperaban conversando Nara y Masaki a que la invitada de honor llegara, mientras que Umiko y Yuna estaban en la cocina dando los últimos toques al menú. El anciano se acercó a su nieto y a la médica, recibiendo de Shiro un beso en la frente y de Kazumi una reverencia. Al llegar el turno de saludar a la tía de su amado amigo, Kazumi estaba inclinándose para ofrecerle una reverencia, pero Nara se adelantó a ella y la abrazó. «Viví muchos años en Italia, así que me acostumbré más al estilo occidental de saludarnos entre amigos –la cara de sorpresa de la médica hizo que la pintora preguntara-. Porque somos amigas, ¿no es cierto? Quizás tenga edad para ser tu madre, pero luzco como si fuera tu hermana mayor, apenas llegando a los treintas –Masaki tuvo que contener las carcajadas, ya que su hija superaba los cincuenta años, algo que notó Nara y miró a su padre como llamándole la atención-, así que veme como la hermana mayor que nunca tuviste». Kazumi se excusó por su expresión, que no estaba acostumbrada a abrazar a alguien para saludarse, sino en momentos cruciales, como el tener que consolar a alguien por la pérdida de un ser querido. «Y sí somos amigas. Voy a poder alardear de que conozco a Nara Fukuda entre mis colegas. Muchos son fanáticos de tu trabajo». Al llegar Umiko con Yuna saludaron a la médica con abrazos, pero no tan intensos como el de Nara y la invitaron a sentarse. El mayordomo, junto al personal de servicio, empezó a presentar ante los comensales los diferentes platillos preparados, algo que le encantó a Kazumi porque muchos de ellos eran sus favoritos. «Recordé lo que te gusta comer, así que le pedí a mi obaa chan que los preparara para ti», le dijo Shiro y ella agradeció a Umiko, quien le dije que fue un gran placer cocinar para ella porque tenía mucho por qué agradecerle: por haber detectado la enfermedad de Aki; por haber salvado la vida de su nieto al operarlo de emergencia, y por ser una persona que con su amabilidad y dulzura hace feliz a Shiro. Las palabras de la matriarca Fukuda tomó por sorpresa a la médica que un grano de arroz tomó el conducto errado y empezó a toser con desesperación, haciendo que todos dejaran sus sillas para atenderla. Levantando los brazos y tratando de normalizar su respiración, Kazumi aseguró con la voz aún ronca que se encontraba bien y que la disculparan por el error que cometió. Todos rieron y le dijeron que lo que había sucedido es muy normal que ocurra en las familias, así que no había nada que disculpar. La médica miró con mucha sorpresa a sus anfitriones: «Pero yo no soy una Fukuda», soltó con timidez. «No lo eres… aún», dijo Nara guiñándole un ojo a Kazumi y mirando con picardía a su sobrino. Ella enfocó su atención en su amigo, y este le sonrió con anhelo en su mirada, eso sumado a lo que Masaki le reveló no dejó dudas de que pronto su amigo se declararía ante ella. La cena siguió entre las bromas de Nara, los comentarios de Yuna sobre los negocios de la familia y las recetas de Umiko. Todos en la mesa disfrutaron el momento. Al estar satisfechos, convinieron que pasarían al salón para conversar y más tarde tomarían el postre acompañando con café. En la plática que iniciaron, pero que Masaki no pudo participar porque debía atender unos asuntos de la oficina, Nara empezó a comentarles sobre la reciente exposición que había inaugurado el pasado fin de semana. Kazumi mencionó que ella siempre quiso asistir a una galería de arte y apreciar su trabajo, pero que no solía tener mucho tiempo. - Dra. Shimizu, usted debe saber mejor que yo que en la vida no todo es trabajo, que hay que compensar con el descanso y el entretenimiento, sino la enfermedad la estará esperando a la vuelta de la esquina –dijo Nara utilizando un tono de voz serio, luego sonrió y siguió hablando-. Debes darte tiempo para ti y para los tuyos. ¿Y sabes quiénes son los tuyos? Nosotros –Kazumi miró a Umiko y luego a Yuna. Ambas asintieron con un movimiento de cabeza y cálidas sonrisas. Shiro tomó su mano y la acarició con su pulgar, ella se fijó en él y al ver su sonrisa supo que debió heredarla de su padre, quien a su vez la heredó de Umiko, ya que eran muy parecidas. - Gracias, en verdad, muchas gracias por acogerme de esta manera tan especial –las lágrimas hacían que su mirada brillara. Shiro sacó su pañuelo, detalle que su abuelo le aconsejó siempre portar con él, y limpió aquellas que ya amenazaban con caer. - Entonces, ¿tienes tiempo este viernes por la noche para que tía Nara te dé un recorrido oficial y exclusivo por las galerías de Tokio donde su arte se presenta? –preguntó la artista a Kazumi. - Sí. El viernes por la mañana salgo de una guardia nocturna, así que tengo el día libre –respondió la médica. - Te aconsejo que preguntes si solo será el recorrido o hay alguna otra actividad de tipo nocturno a la que Nara te llevará –recomendó Yuna sonriendo porque conocía lo fiestera que era su cuñada. Kazumi y Shiro miraron atentos a Nara, quien le dio un empujoncito de broma a Yuna. - Pero cómo eres, hermana política –dijo la artista riendo-. Pues, después del recorrido podemos ir a un lindo bar donde los bohemios de Tokio nos reunimos a veces y tomar algunas bebidas. - Tía, ¿no pensarás embriagar a Kazumi chan? –preguntó muy preocupado Shiro. - Pero ¿qué clase de ser humano creen que soy? –la ofensa a la que con sus palabras quería aludir Nara sonó muy graciosa para las otras tres mujeres. - Una capaz de llevar a embriagar a una joven médica –soltó Yuna burlándose. - Por favor, ¿cómo le podría hacer eso a mi hermana menor? –cuestionó Nara y Umiko la miró con sorpresa. - ¿Hermana menor? Kazumi chan podría ser tu hija –soltó Umiko con tal chispa que todos empezaron a reír a carcajadas. - ¡Madre!, por favor, no reveles mi edad, eso es secreto nacional –reprochó la artista haciéndose la ofendida. - No se preocupe, Nara chan, usted es muy bella y jovial como Yuna chan –dijo Kazumi tratando de apoyar a la artista. - Ay, pero si yo soy seis años menor que Nara –soltó Yuna aclarando que era varios años menor que la pintora. - Ya sabía que en cualquier momento iba a protestar y sacar a la luz que ella es la más joven de las dos –bromeó Nara con el comentario de Yuna-, pero que tu piel esté así de perfecta es por los tratamientos que te hacen en el spa. - Y no lo niego. Pasados los cuarenta es necesario darle un cuidado especial a tu piel –dijo Yuna y con las manos hizo un sobre exagerado movimiento que pretendía que todos se enfocaran en la piel de su rostro, uno que no tenía manchas de sol ni arrugas-. Sin embargo, debo acotar que mis sábados en el spa no son solo para que engrían a mi piel, sino para que me den un buen masaje relajante tras una semana agotadora en la empresa. Es ahí donde encuentro la paz que necesito para alejar los problemas de mi mente. - Más barato te saldría ir al templo a orar si lo que quieres es paz –dijo Nara devolviendo con broma las palabras de Yuna. - ¿Y los masajes ayudan a no sentir los hombros pesados? –preguntó muy interesada Kazumi. - ¿Acaso tienes dolor en los hombros, Kazumi chan? –preguntó con una inocente preocupación Shiro-. Si gustas yo puedo ayudarte dándote un masaje para que te sientas mejor –el joven ya se disponía a tocar los hombros de la médica y las tres mujeres gritaron «¡No!» de tal forma que asustaron al nieto de Los Fukuda. - Shiro, a una señorita no se le puede tocar así no más –soltó Umiko algo sonrojada. - Primero sean una pareja estable y exclusiva, luego ya podrás masajearla por donde quieras, sobrino –soltó Nara tan a su estilo que hizo que su sobrino y la médica se sonrojaran. - Sabemos que tu comentario ha sido con buenas intenciones, hijo, pero Kazumi chan necesita que un profesional le brinde esos masajes –dijo Yuna tratando de no aumentar la vergüenza en los jóvenes. - Entiendo. Disculpa, Kazumi chan por intentar tocarte de esa manera, no quise ofenderte –Shiro estaba ofreciéndole una reverencia a la médica cuando ella le pidió que deje de hacerlo. - No te preocupes, Shiro kun. Reconozco que tus intenciones eran nobles e inocentes –dijo Kazumi sonriéndole. - Sobre tu pregunta, Kazumi chan, ¿te parece si este o el siguiente sábado me acompañas al spa para que te hagan algunos tratamientos de relajación y cuidado de la piel? Aún eres muy joven y tienes una piel hermosa, pero el estrés y la contaminación ambiental pueden maltratarla, así que no es mala idea empezar temprano con tratamientos que te ayudarán a que siempre luzca sana y radiante –preguntó Yuna haciendo que Nara la interrumpa. - Un momentito, querida hermana política, que primero cierre conmigo hora y fecha para hacer nuestra ruta de galerías y luego puede quedar contigo para lo del spa –señaló la pintora. - Este viernes estaría bien para mí poder disfrutar del arte en tu compañía, Nara chan –respondió Kazumi a la pintora. - Perfecto. Iré a recogerte a tu apartamento. Sé que vives en Ginza y ahí están cuatro de las seis galerías que visitaremos –Kazumi hizo una reverencia y agradeció por la invitación a salir. - Ahora me toca a mí –mencionó Yuna-. Este sábado o el siguiente para tener conmigo una mañana de spa. - El siguiente porque este viernes descanso y el sábado tengo consultas ambulatorias y dar el alta médica a mis pacientes de cirugía. Entre tanta charla y el mini enfrentamiento de egos de Nara y Yuna llegó el momento de degustar el postre. Regresaron al comedor para servir el café y la tarta de queso con cerezas, la cual resultó ser la favorita de Kazumi, que estaba tan buena que nadie perdió el tiempo haciendo algún comentario mientras la comían. - Madre, una vez más has hecho alarde de tu don para preparar postres exquisitos –señaló Nara lamiendo la cucharita donde habían quedado restos de crema y cerezas. - Sí, estuvo delicioso, Umiko chan -comentó Kazumi-. Gracias por haber preparado esta maravilla. - No es nada, querida niña –soltó Umiko algo sonrojada por los halagos que recibía, los cuales siempre escuchaba tras finalizar el postre, pero que por ser una mujer humilde la hacían avergonzar un poquito. - Obaa chan, ¿puedo repetir? –preguntó muy bajito Shiro. - Si él repite, todas repetimos –soltó Nara mirando a su madre. - Hay suficiente para que repitan y Kazumi chan se lleve un buen pedazo para el desayuno porque imagino que te quedarás con nosotros para cenar –Umiko ya tenía dispuesto el servicio para la cena, así que no dudó en comprometer a la médica para que se quede más tiempo con ellos. - Por mí no hay problema Masaki regresó de la oficina y se unió con ellos para comer un poco de tarta y seguir conversando. Estuvieron compartiendo anécdotas sobre cómo era Nara de niña, ya que sus padres no entendían de dónde salió tan amena y graciosa. Kazumi contó cómo descubrieron su potencial en la escuela y la hicieron adelantar para que culminara sus estudios secundarios a los doce años, luego cómo se dio su vida en la universidad y de ahí su estadía por cinco años en los Estados Unidos. Yuna comentó lo feliz que fue al poder estudiar en la universidad avalada por Aki y la pasión que sentía por su trabajo. Umiko y Masaki hablaron de la importancia de la comunicación en la pareja para encontrar la solución de cada problema y que el respeto, no solo por el cónyuge, sino también por los hijos, es clave para que en una familia crezca y se mantenga el amor. Shiro miró a Kazumi quien ya no podía dejar de demostrar que estaba muy interesada en su amigo. Ambos sonrieron con coquetería y algo de nerviosismo porque sabían que la atracción que había entre ellos era notoria para quienes estuvieran cerca de ellos. Para hacer tiempo y que Kazumi conozca toda la mansión Nara la invitó a ofrecerle un recorrido guiado por la propiedad, sumándose Yuna y Shiro a la invitación. El joven sonreía al ver a su tía y madre de cariño sostener a su amada cada una de un brazo y caminar contestas, riendo como si fueran amigas de toda la vida, familia. La satisfacción que sintió al saber que a su lado Kazumi no solo encontraría su hogar, sino una familia entera le hizo sonreír ilusionado en pensar que el futuro de ellos sería perfecto, sin imaginarse que en algún momento podría hacer sufrir a su amada.

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