CAPÍTULO CINCO
“Hola, Riley”, dijo la voz de una mujer cuando Riley contestó el teléfono.
Era una voz dulce, temblorosa y débil por la edad, pero agradable de todos modos.
“Hola, Paula”, dijo Riley. “¿Cómo estás?”.
La mujer suspiró.
“Bueno, ya sabes, este día siempre es difícil”.
Riley entendía. La hija de Paula, Tilda, fue asesinada este día hace veinticinco años.
“Espero que no te moleste mi llamada”, dijo Paula.
“Por supuesto que no, Paula”, le aseguró Riley.
Después de todo, Riley había iniciado su relación bastante peculiar hace años. En realidad, Riley jamás había trabajado en el caso del asesinato de Tilda. Se había comunicado con la madre de la víctima mucho después de que el caso se enfriara.
Esta llamada anual entre ellas era un ritual bastante antiguo.
A Riley todavía le parecía extraño tener estas conversaciones con alguien que no conocía. Ni siquiera sabía cómo era Paula. Sabía que tenía sesenta y ocho años ahora. Su hija fue asesinada cuando había tenido cuarenta y tres, solo tres años mayor que Riley. Riley la imaginada como una abuela amable.
“¿Cómo está Justin?”, preguntó Riley.
Riley había hablado con el marido de Paula un par de veces, pero nunca había llegado a conocerlo.
Paula volvió a suspirar.
“Falleció el verano pasado”.
“Lo siento”, dijo Riley. “¿Qué le pasó?”.
“Fue repentino e inesperado. Fue un aneurisma, o tal vez un ataque al corazón. Se ofrecieron a hacerle una autopsia para determinar la causa. Yo les dije que no tenía sentido, eso no lo traería de vuelta”.
Riley se sintió muy mal por la mujer. Sabía que Tilda había sido hija única. La pérdida de su marido tuvo que haber sido muy difícil.
¿Cómo lo estás sobrellevando?, preguntó Riley.
“Un día a la vez”, dijo Paula. “Me siento bastante sola”.
Había una nota de tristeza casi insoportable en su voz, como si se sintiera lista para estar con su esposo en la muerte.
A Riley le costaba imaginar tanta soledad. Se sentía agradecida por tener a personas atentas en su vida: April, Gabriela y ahora Jilly. Riley había temido perderlas. April había estado en mucho peligro más de una vez.
Y, por supuesto, también tenía amigos maravillosos, como Bill. Él también había estado en peligro.
“Nunca los daré por sentado”, pensó.
“¿Y tú, querida?”, preguntó Paula.
Tal vez por eso Riley sentía como si pudiera hablar con Paula acerca de las cosas de las que no podía con la mayoría de las personas.
“Bien, estoy en el proceso de adoptar a una niña de trece años de edad. Eso ha sido una aventura. Ah, y Ryan regresó por un tiempo. Luego se fue de nuevo. Otra joven hermosura le llamó la atención”.
“¡Qué terrible!”, dijo Paula. “Tuve suerte con Justin. Jamás se alejó de mí. Y supongo que, a la larga, también tuvo suerte. Se fue rápido, no sufrió. Espero que cuando llegue mi momento...”.
La voz de Paula se quebró.
Riley se estremeció.
Paula había perdido a una hija a manos de un asesino que jamás había comparecido ante la justicia.
Riley también había perdido a alguien a manos de un asesino que jamás fue encontrado.
Ella habló lentamente.
“Paula... Todavía lo recuerdo. También tengo pesadillas”.
Paula respondió con una voz amable.
“No es de extrañar. Eras pequeña. Y estuviste allí cuando sucedió. Al menos yo no tuve que vivirlo”.
Esa frase sorprendió a Riley.
Para ella, Paula sí tuvo que vivirlo.
Es cierto que Paula no fue obligada a ver a su hija morir.
Pero, sin duda, perder su hija única había sido peor de lo que Riley había sufrido.
La capacidad de Paula de demostrar compasión desinteresada siempre asombraba a Riley.
Paula seguía hablando en una voz tranquilizadora.
“Supongo que el dolor nunca desaparece. Tal vez no deberíamos querer que desaparezca. ¿En qué nos convertiríamos si yo olvidara a Justin o tú a tu madre? Jamás quisiera endurecerme tanto. Mientras siga herida y me siga doliendo, me seguiré sintiendo humana... Y viva. Lo sucedido forma parte de lo que ambas somos, Riley”.
Riley contuvo las lágrimas.
Como siempre, Paula le estaba diciendo exactamente lo que necesitaba oír.
Pero, como siempre, no era nada fácil oírlo.
Paula continuó: “Y mira lo que has hecho con tu vida, proteges a otros, buscas la justicia. Tu pérdida te ha ayudado a ser quién eres: una campeona, una persona buena y cariñosa”.
Riley sollozó.
“Ay, Paula. Desearía que las cosas no tuvieran que ser así para nosotras. Deseo haber podido...”.
Paula la interrumpió.
“Riley, hablamos de esto todos los años. El asesino de mi hija jamás será llevado ante la justicia. No es culpa de nadie, y no culpo a nadie. Y mucho menos a ti. Nunca fue tu caso para empezar. No es tu responsabilidad. Todos los demás hicieron lo mejor que pudieron. Lo mejor que puedes hacer es hablar conmigo. Y eso hace que mi vida sea mucho mejor”.
“Siento lo de Justin”, dijo Riley.
“Gracias. Significa mucho para mí”.
Riley y Paula accedieron a hablar de nuevo el año siguiente, y luego finalizaron la llamada.
Riley se quedó sentada en su oficina.
Hablar con Paula siempre era difícil emocionalmente, pero la mayoría de las veces hacía a Riley sentirse mejor.
Hoy Riley solo se sintió peor.
¿Por qué?
“No me está yendo bien en estos momentos”, pensó Riley.
Hoy en día, todos los problemas en su vida parecían estar entrelazados.
Y, de alguna manera, no podía dejar de culparse a sí misma por toda la pérdida, por todo el dolor.
Al menos ya no tenía ganas de llorar. Llorar sin duda no la ayudaba. Además, Riley tenía que terminar unos trámites administrativos rutinarios hoy. Se acomodó en su escritorio y trató de trabajar.
*
Esa misma tarde, Riley se fue directamente a la Escuela Intermedia Brody. Jilly ya estaba esperándola en la acera cuando llegó.
Jilly saltó en el asiento del pasajero.
“¡Tenía quince minutos esperando!”, dijo. “¡Date prisa! ¡Vamos a llegar tarde al juego!”.
Riley dejó escapar una risita.
“No vamos a llegar tarde”, dijo. “Llegaremos justo a tiempo”.
Riley siguió conduciendo hacia la escuela secundaria de April.
Mientras conducía, Riley comenzó a preocuparse de nuevo.
¿Ryan había ido a recoger sus cosas?
¿Y cuándo y cómo iba a darles la noticia a las chicas de que se había ido?
“¿Qué pasa?”, preguntó Jilly.
Riley no se había dado cuenta de que su rostro había traicionado sus sentimientos.
“Nada”, dijo.
“Sé que tienes algo”, dijo Jilly. “Puedo notarlo”.
Riley sofocó un suspiro. Al igual que April y Riley, Jilly era bastante observadora.
“¿Debería decírselo ya?”, se preguntó Riley.
No, este no era el momento. Estaban en camino a ver jugar a April en un partido de fútbol. No quería arruinarles la tarde con malas noticias.
“No es nada”, dijo.
Riley se estacionó en la escuela de April minutos antes del comienzo del partido. Ella y Jilly se dirigieron hacia las gradas, que ya estaban bastante llenas. Riley se dio cuenta de que tal vez Jilly tenía razón, tal vez deberían haber llegado antes.
“¿Dónde nos sentamos?”, preguntó Riley.
“¡Allá arriba!”, dijo Jilly, señalando el nivel superior, donde quedaba un poco de espacio disponible. “Podré ponerme contra la baranda y ver todo”.
Subieron las gradas y se sentaron. El juego comenzó en cuestión de minutos. April estaba de mediocampo y pasándola de lo mejor. Riley vio de inmediato que era una jugadora agresiva.
Mientras observaban, Jilly comentó: “April dice que quiere desarrollar sus habilidades de juego durante los próximos años. ¿Es cierto que el fútbol podría ayudarla a obtener una beca para la universidad?”.
“Si trabaja duro”, dijo Riley.
“Guau. Eso es genial. Tal vez yo pueda hacer eso también”.
Riley sonrió. Era maravilloso que Jilly tuviera una visión tan positiva del futuro. En la vida que dejó atrás, Jilly había tenido poco qué esperar. Sus posibilidades habían sido sombrías. Era casi seguro que no hubiese terminado la secundaria, y mucho menos que iría a la universidad. Ahora tenía acceso a todo un mundo de posibilidades.
“Supongo que sí hago algunas cosas bien”, pensó Riley.
April se metió en la defensa e hizo un tiro de esquina que le pasó de lado a la arquera contraria. Anotó el primer gol del partido.
Riley se puso de pie, vitoreando y aplaudiendo.
Mientras vitoreaba, Riley reconoció a otra chica del equipo. Era la amiga de April, Crystal Hildreth. Riley no había visto a Crystal en bastante tiempo. Ver a la chica despertó algunas emociones complicadas.
Crystal y su padre, Blaine, habían vivido justo al lado de Riley y su familia.
Blaine era un hombre encantador. Riley se había interesado en él, y él en ella.
Pero todo eso terminó hace unos meses cuando sucedió algo terrible que hizo que se mudaran.
Riley realmente no quería recordar esos terribles acontecimientos.
Observó la multitud. Puesto que Crystal estaba jugando, era obvio que Blaine tendría que estar ahí. Pero no lo vio.
Esperaba no encontrárselo.
*
Era medio tiempo y Jilly se había ido a hablar con unos amigos que había visto.
Riley vio que tenía un mensaje de texto. Era de Shirley Redding, la agente inmobiliaria que había contactado para vender la cabaña de su padre.
Leía:
“¡Buenas noticias! ¡Llámame de inmediato!”.
Riley se bajó de las gradas y marcó el número de la agente.
“Le eché un vistazo a la propiedad”, dijo la mujer. “Vale más de cien mil dólares. Tal vez el doble”.
Riley sintió un cosquilleo de emoción. Esa cantidad de dinero sería una gran ayuda para los planes universitarios de las chicas.
Shirley continuó: “Tenemos que hablar de los detalles. ¿Ahora es un buen momento?”.
No lo era, por supuesto, así que Riley se puso de acuerdo con ella para hablar mañana. Justo cuando finalizó la llamada, vio a alguien haciendo su camino a través de la multitud hacia ella.
Riley lo reconoció de inmediato. Era Blaine, su antiguo vecino.
Vio que el hombre guapo y sonriente aún tenía una cicatriz en la mejilla derecha.
Riley se sintió desolada.
¿Él la culpaba por esa cicatriz?
Porque ella no podía dejar de culparse a sí misma…