CAPÍTULO CUATRO
Riley sabía que se aproximaba un ataque, y que sería de cerca. Podría venir de cualquier parte de estos espacios laberínticos. Caminó cuidadosamente por un pasillo estrecho del edificio abandonado.
Pero los recuerdos de la noche anterior seguían invadiendo su mente…
“Necesito un poco de espacio”, le había dicho Ryan.
“Todo eso de ser una familia… Pensé que estaba preparado para ello, pero no es así. Quiero disfrutar de mi vida”.
Riley estaba enojada. Su enojo no era solo con Ryan, sino consigo misma por permitir que tales pensamientos la distrajeran.
“Concéntrate”, se dijo a sí misma. “Tienes que derribar a un hombre malvado”.
Y la situación era sombría. La colega más joven de Riley, Lucy Vargas, ya había sido herida. El compañero de Riley, Bill Jeffreys, se había quedado con ella. Los dos estaban en una esquina detrás de Riley, manteniendo a raya los tiradores que se aproximaban. Riley oyó una ráfaga de tres disparos del rifle de Bill.
Se le aproximaba el peligro, así que no podía voltearse para ver lo que estaba ocurriendo.
“¿Cuál es tu situación, Bill?”, dijo en voz alta.
Ahora oyó una serie de disparos semiautomáticos.
“Uno menos, faltan dos”, le respondió Bill. “Voy a acabar con estos tipos, ya verás. Y tengo cubierta a Lucy, ella va a estar bien. Sigue adelante. El tipo que está adelante es bueno. Muy bueno”.
Bill tenía razón. Riley no podía ver al tirador que estaba adelante, pero ya le había dado a Lucy, quien era una excelente tiradora. Si Riley no acababa con él, era probable que los mataría a los tres.
Mantuvo su M4 levantada y lista. No había manejado un arma de asalto en mucho tiempo, así que todavía se estaba acostumbrando a su volumen y peso.
Ante ella se extendía el pasillo con todas sus puertas abiertas. El tirador podría estar en cualquiera de esas habitaciones. Estaba decidida a encontrarlo y hacerlo volar antes de que pudiera hacer más daño.
Riley se deslizó por la pared, moviéndose hacia la primera puerta. Esperando que estuviera allí, se alejó de la abertura, alargó el arma y disparó una ráfaga de tres asaltos adentro. El arma se sacudió fuertemente en sus manos. Luego se colocó delante de la puerta y disparó otra ráfaga de tres disparos. Esta vez presionó la culata contra su hombro, absorbiendo el retroceso.
Ella bajó su arma y vio que la habitación estaba vacía. Se dio la vuelta para asegurarse de que el pasillo aún estuviera despejado y se quedó allí por un momento considerando su siguiente movimiento. Además de ser peligroso, verificar sala por sala de esta forma la haría desperdiciar munición valiosa. Pero, en este momento, parecía no tener otra opción. Si el tirador estaba en una de esas habitaciones, estaba a punto de matar a quien tratara de pasar por la puerta abierta.
Se detuvo por un momento para verificar sus propias reacciones físicas.
Estaba agitada y nerviosa.
Su corazón latía con fuerza.
Estaba respirando fuerte y rápidamente.
Pero ¿era por adrenalina o por la ira de la noche anterior?
Recordó una vez más…
“¿Y qué si estoy saliendo con alguien más?”, había dicho Ryan.
“Riley, nunca llegamos a un acuerdo de que seríamos exclusivos”.
Él le había dicho que el nombre de la mujer era Lina.
Riley se preguntó qué edad tenía.
Probablemente era demasiado joven.
Las mujeres de Ryan siempre eran demasiado jóvenes.
“Maldita sea, ¡deja de pensar en él!”. Estaba reaccionando como una novata estúpida.
Tuvo que recordarse a sí misma quién era ella. Era Riley Paige, y era respetada y admirada por todos.
Tenía años de formación y trabajo de campo.
Había pasado por muchas situaciones difíciles. Había quitado vidas y había salvado vidas. Siempre mantenía la calma ante el peligro.
Entonces ¿cómo podía dejar que Ryan la afectara así?
Se sacudió físicamente, tratando de sacar las distracciones de su cabeza.
Se arrastró hacia la habitación de al lado, disparó una ráfaga alrededor del marco de la puerta, dio un paso directamente en la habitación y apretó el gatillo de nuevo.
En ese mismo momento, su rifle se atascó.
“Maldita sea”, dijo Riley en voz alta.
Por suerte, el tirador no estaba en esa habitación tampoco. Pero ella sabía que su suerte podría acabarse en cualquier momento. Bajó la M4 y sacó su pistola Glock.
En ese momento, vio un destello de movimiento. Vio al hombre parado en la puerta, apuntándola directamente con el rifle. Instintivamente, Riley cayó al suelo y rodó, evitando sus disparos. Luego se puso de rodillas y disparó tres veces, preparándose para el retroceso con cada ronda. Las tres balas impactaron al tirador, quien cayó de espaldas al suelo.
“¡Lo tengo!”, le gritó a Bill. Observó la figura cuidadosamente y no vio ninguna señal de vida. Todo había acabado.
Luego Riley se puso de pie y se quitó el casco de realidad virtual con sus gafas, auriculares y micrófono. El tirador desapareció, junto con el laberinto de pasillos. Estaba en una sala del tamaño de una cancha de baloncesto. Bill estaba cerca, y Lucy estaba a sus pies. Bill y Lucy también estaban quitándose sus cascos. Al igual que Riley, llevaban puesto mucho equipo, incluyendo correas alrededor de sus muñecas, codos, rodillas y tobillos que rastreaban sus movimientos en la simulación.
Ahora que sus compañeros no eran marionetas simuladas, Riley se detuvo un momento para apreciar su presencia en la vida real. Parecían un par impar, uno de ellos maduro y sólido, la otra joven e impulsiva.
Pero ambos eran sus personas favoritas en el mundo.
Riley ya había trabajado con Lucy en el campo más de una vez, y sabía que podía contar con ella. La joven agente de ojos oscuros y piel oscura siempre parecía brillar desde el interior, irradiando energía y entusiasmo.
Por el contrario, Bill tenía la edad de Riley y, aunque sus cuarenta años lo estaban frenando un poco, todavía era un agente de campo de primera categoría.
“Sigue siendo bastante apuesto también”, se recordó a sí misma.
Por un momento se preguntó... Ahora que las cosas estaban derrumbándose entre ella y Ryan, ¿tal vez ella y Bill podrían...?
Pero no, sabía que era una idea terrible. En el pasado, ella y Bill habían hecho tantos esfuerzos torpes para empezar algo serio, y los resultados siempre habían sido desastrosos. Bill era un gran compañero y su mejor amigo. Sería estúpido echar a perder todo eso.
“Buen trabajo”, le dijo Bill a Riley. Estaba sonriendo.
“Sí, me salvaste la vida, agente Paige”, dijo Lucy, riendo. “Sin embargo, no puedo creer que me dejé meter un tiro. ¡Fallé al tipo cuando estuvo justo en frente de mí!”.
“Para eso está este sistema”, le dijo Bill a Lucy, dándole palmaditas en la espalda. “Hasta los agentes muy experimentados tienden a fallar sus objetivos a corto alcance, dentro de diez pies de distancia. La RV te ayuda a lidiar con ese tipo de problemas”.
Lucy dijo: “Bueno, no hay nada como tomar una bala virtual en el hombro para enseñarte una lección”. Se frotó el hombro, donde el equipo había hecho que le ardiera la piel para hacerle saber que le habían disparado.
“Es mejor que una real”, dijo Riley. “De todos modos, te deseo una pronta recuperación”.
“¡Gracias!”, dijo Lucy, riendo de nuevo. “Ya me siento mejor”.
Riley enfundó la pistola modelo y recogió el rifle de asalto falso. Recordó el retroceso brusco que sintió cuando disparó las armas. Y el edificio abandonado había sido detallado y vívido.
Aún así, Riley se sentía extrañamente vacía e insatisfecha.
Pero eso obviamente no era culpa ni de Bill ni de Lucy. Y estaba agradecida de que se habían tomado tiempo libre esta mañana para acompañarla en este ejercicio.
“Gracias por aceptar hacer esto conmigo”, dijo. “Supongo que necesitaba desahogarme”.
“¿Te sientes mejor?”, preguntó Lucy.
“Sí”, dijo Riley.
No era cierto, pero supuso que una mentirita no haría daño.
“¿Qué les parece si vamos a tomarnos una taza de café?”, preguntó Bill.
“Suena genial”, dijo Lucy.
Riley negó con la cabeza.
“Hoy no, gracias. En otro momento. Vayan ustedes”.
Bill y Lucy salieron de la enorme sala de realidad virtual. Por un momento, Riley se preguntó si tal vez debería ir con ellos después de todo.
“No, sería pésima compañía”, pensó.
Las palabras de Ryan seguían haciendo eco en su mente...
“Riley, Jilly fue tu decisión”.
Ryan realmente era un desalmado por darle la espalda a Jilly.
Pero Riley no estaba enojada ahora. En vez se sentía muy triste.
Pero ¿por qué?
Poco a poco entendió...
“Nada de esto es real. Toda mi vida es una farsa”.
Sus esperanzas de ser una familia de nuevo con Ryan y las niñas solo había sido una ilusión.
“Igual que esta condenada simulación”.
Cayó de rodillas y comenzó a sollozar.
Le tomó unos minutos recomponerse. Agradecida de que nadie había visto su colapso, se puso de pie y se dirigió a su oficina. Tan pronto como entró, su teléfono de escritorio comenzó a sonar.
Sabía quién la estaba llamando.
Había estado esperándola.
Y sabía que la conversación no sería fácil.