CAPÍTULO TRECE
Mientras Riley luchó para tomar el control de su auto, la voz en el teléfono repitió: “No aceptes esa oferta”.
No había ninguna duda en la mente de Riley.
Era Shane Hatcher.
El genio criminal había ayudado a Riley en varios casos, pero siempre a un costo terrible, tanto personal como profesional.
“¿Me escuchas?”, preguntó Hatcher.
“Te escucho. ¿No aceptes esa oferta o qué?”.
“O te perderás de una gran oportunidad”.
Luego oyó una risa siniestra.
Dijo: “Tal vez sería mejor que detuvieras el auto antes de que la discutamos. Así estarás más segura”.
Riley gimió en voz alta. Hatcher tenía razón. Estaba muy conmovida y no estaba conduciendo bien. El conocimiento de Hatcher de todos sus movimientos, de los detalles más íntimos de su vida, a menudo le parecía extraño.
Ril
