A la mañana siguiente, luego de llamar a su primer escolta y a pesar de sus leves sospechas, supo que ya me había obsesionado con mis tareas para con la guardia. Y pasó por alto el hecho de que no estuviera allí para cuando ella amaneció. Aquel pueblo se permitía grandes lujos en comparación al reinado escondido. Sus ciudadanos vestían de gala a pesar de que sólo salieran para hacer un simple mandado o para conversar casualmente con algún grupo de amigos en medio de las extensas veredas de la ciudad. El verde inundó mis ojos y la calidez de aquellos días en el bosque vinieron a mis retinas. Me permití descubrir la ciudad que procuré proteger. Recorrí cada pasaje y cada plaza. Me paseé por los mercaderes poniendo atención en las nuevas armas que exponían muy abiertamente al público. Era