Los primeros días no me aparté de Ely. A donde iba, yo estaba detrás. Tenía un mal presentimiento, temía que en un descuido fuera atacada, a pesar de nuestro pacto de paz, ésos reyes ya habían intentado liquidarla y no dudaba de que lo intentarían de nuevo. Era una asesina, y por naturaleza desconfiaba de todos y todo. — Vete. — me exigió. — No puedo dejarte sola. — me negué en redondo. — Te irás aunque no lo quieras. — me desafió. — ¿Dejarás a esta alma ciega e indefensa en un mundo que no conoce? — le tiré en cara mi estado afligido para invocar su compasión. — Si quieres mi lástima no la tendrás. Eres terrible. Todo el tiempo estás por ahí merodeando y si no fuera porque te las apañas demasiado bien, no te dejaría sola. Pero eres asfixiante. Desde que pasó ése episodio en el castil