Si hubiera podido ver algo, hubiera apreciado las golpizas que se ganó la pequeña frente a los forcejeos que había hecho en un principio frente a la intromisión del hombre que la interceptó cuando jugaba en la plaza con sus amigos. — ¿A quién diablos le hablas así, ignorante? — dijo prepotente el forastero. — A usted, señor. Suéltela ya mismo. — exigí con aires de grandeza. — ¿Qué haces Irina? Se supone que nos encarguemos de...— intervino Joel sin comprender el dilema al cual nos enfrentábamos. — Es mi sobrina y voy a llevarla a su casa como corresponde. Se ha portado muy mal esta tarde desobedeciendo a su padre. Y la han estado buscando por todas partes. Pero eso no es de su incumbencia. — se defendió el forastero interrumpiendo a Joel en un acto de intimidación pura. — Disculpe, se