Era ya tarde cuando Ulises tocó a la puerta e intentó entrar, pero la puerta estaba cerrada con llave, tuvo que tocar varias veces hasta que el ruido penetro el cerebro de Kiara y se despertó de golpe.
—Ahora voy —se levantó con desgana y luego recordó la cama desnuda, las sábanas y el edredón aventados en la esquina. Se apresuró a meter todo al armario y después, sin esmerarse demasiado, colocó unas sábanas nuevas y extendió el cobertor sobre la cama.
Abrió la puerta y se encontró con su marido, quien tenía una sonrisa de oreja a oreja y llevaba en las manos una bandeja con el desayuno servido. Kiara tomó la bandeja y se sorprendió con el beso que Ulises le planto en los labios.
—¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes?
Hizo un mohín afectado y un puchero para evitar que la cuestionara porque la puerta estaba cerrada y Ulises se vio completamente desarmado por ese rostro adorable.
—Kia, dime la verdad... ¿cerraste la puerta con seguro porque tenias miedo de que entrara a tu habitación sin permiso?
Ella bajo los ojos avergonzada, asintiendo levemente y dejando que unas cuantas lagrimas solitarias cayeran por sus sonrosadas mejillas.
—¿Te sientes muy mal? —le pregunto levantando su rostro con ternura y limpiando sus lagrimas.
—Muy adolorida, las piernas apenas me sostienen.
—Bueno, pero no te preocupes, eso pasa al principio, después, poco a poco te vas a ir acostumbrando. Mi madre dice que hicimos mucho ruido anoche.
Le dijo sonrojado y ella recordó sus gritos exagerados, lo cual, debió hacerle creer a su suegra, que su hijo era todo un semental. Ella sonrió con algo de burla, pero a las espaldas de Ulises. El desayuno olía delicioso, eso o tenía hambre, el día anterior prácticamente no había comido nada. Había una mesa pequeña y dos butacas bastante cómodas, iba a sentarse en la otra, ya que Ulises había ocupado una, pero la tomó del brazo y la hizo sentarse sobre su regazo, se levantó de inmediato jadeando asustada.
—¿Qué haces? —se arregló la bata y en un acto reflejo, se la anudó mejor y se cubrió el pecho.
—Nada, yo… lo siento. No, no quise asustarte —se levantó y trató de acercarse, pero su esposa se alejó y lo miró con sus enormes ojos grises, asustada— No me mires así, Kia. ¡Por favor!
—Lo siento, Ulises, no puedo evitarlo. Vas a tener que darme algo de tiempo.
—Todo el que tú necesites. Por favor, no te haré daño, solo... déjame abrazarte.
Le permitió acercarse y la acunó entre sus brazos, era bastante alto y ya no era tan delgado como cuando recién se fue al Colegio Militar, pensó que quizás poniendo algo de su parte, podría llegar a tomarle cariño. Pero si de algo estaba muy segura, era de que jamás llegaría a amarlo. La llevó de regreso a la mesita y la dejó sentarse en la butaca, él tomó asiento de nuevo en la otra.
—¿Quién hizo el desayuno? —le pregunto deleitándose con los sabores, estaba demasiado hambrienta.
—¿Te gustó? —su esposa asintió y bebió su café— Lo hizo Adaline, ella cocina muy bien. Tengo algo que decirte.
—¿Bueno o malo?
—No es malo, pero, quizás no te gustara mucho. Debo posponer nuestro viaje de luna de miel.
—¿En serio? ¿Por qué? —trató de disimular la sonrisa en su rostro con la taza de café, nunca le interesó salir de viaje y quedarse tantos días a solas con él.
—Me llamaron y tengo que regresar al Cuartel, tú sabes que la carrera militar es muy demandante, pero trataré de compensarte.
—Está bien, no te preocupes, yo entiendo que tu trabajo es muy importante.
—Gracias, mi amor. Yo sabía que me comprenderías.
—¿Y cuánto tiempo te iras?
—No lo sé, algunas veces son cuatro semanas, a veces más, pero… no te preocupes, mi madre y Adaline estarán aquí, no te vas a sentir sola y puedes ir a ver a tus papás siempre que quieras. Solo te pido que procures salir con mi madre o con Adaline, ellas a veces llevan una vida muy solitaria y aburrida, necesitan una persona alegre y vital como tú. Ambas te adoran.
—Si, claro… no te preocupes.
—Bueno, voy a salir, tengo algunas cosas que arreglar antes de irme. Regresare para la hora de la comida.
Se acercó y la besó en los labios. Suspiró aliviada cuando por fin salió y cerro la puerta. Por ahora eso bastaría y ya después podría hacer berrinche y decirle que ya no quería ir al viaje de luna de miel porque no se realizó cuando debía y ya no era lo mismo. Durante la comida y después, en la cena, tuvo que soportar los comentarios impertinentes de su suegra sobre la noche de bodas, las sonrisitas estúpidas de Adaline y como postre, Ulises no paraba de lanzarle miraditas lascivias. Era el día dos y ya odiaba estar casada.
Ulises saldría a las doce de la media noche para estar muy temprano en el cuartel, pero antes, estuvo en su habitación y no se le ocurrió ninguna otra cosa para evitar tener relaciones sexuales más que fingir que le dolía y quejarse, pero Ulises estaba demasiado excitado y no le importó, aunque tampoco fue que durara demasiado. Cuando se retiró de su habitación, corrió a ducharse de nuevo y lloró durante todo el tiempo que estuvo bajo el agua, hizo lo mismo que la ocasión anterior y se durmió tan profundamente que abrió los ojos hasta que ya pasaba de las diez de la mañana del día siguiente.
Visitó a su familia, pero la visita no resultó tan grata debido a que tuvo que llevar a Tati y Adaline, y su hermana no estaba muy feliz con su presencia. Había creído que por lo menos, la vería dentro de un mes y tenerla de nuevo en casa al tercer día de la boda fue un golpe tan fuerte que la dejó en la cama todo el tiempo que duro la visita. Al día siguiente recibió la visita de Luisa, quien le informó que Diego y Joel estaban tan devastados con su boda y tan decepcionados de que hubiese escogido al “imbécil” (esto dicho en voz baja y para que Tatiana no escuchara) de Ulises, que habían jurado no dirigirle la palabra nunca más y comenzaron a visitar a todas o las otras chicas, convirtiéndose en los dos mejores partidos ahora que Luis Alcázar y Ulises Montemayor salieron del mercado.
—¿Ulises estaba dentro de los mejores partidos para casarse? —le preguntó a Luisa con incredulidad y hasta que no escuchó la voz de su suegra, no recordó que también estaba ahí, tomando café con ellas.
—Querida, no puedo creer que no supieras cuantas chicas andaban detrás de mi retoño. Es guapo como un ángel, tan sensible y afectuoso, además tiene una gran fortuna. Yo lo crie así, mi cuñado nunca estuvo de acuerdo en el tipo de crianza que le di, decía que era muy afeminado y eso era malo para un muchacho, pero ya vez como resultó todo, consiguió a la mejor chica y yo sé que lo adoras. Los deberías ver Luisa, se ven tan adorables juntos.
—Claro que sí, Tati, Ulises es muy afortunado, Kia es una gema y ella también es muy afortunada de tenerlo a él. Es una lástima que, por su carrera militar, pase tanto tiempo fuera de casa.
—Si, la verdad que es una lástima. Tardará más de un mes en regresar y yo quisiera que tuvieran bebés muy pronto. Me encantaría tener otro pequeño Ulises en la casa, quizás corriendo por ahí, de un lado para otro, porque seguro que eso lo heredaría de nuestra querida Kiara, ya que mi hijo siempre fue algo tímido y demasiado tranquilo. ¿Te quedarás a comer, querida Luisa?
—Por supuesto, Tati.
—Porque no dispone de todo para la comida, mientras yo le muestro la casa a Luisa, es tan grande y bonita, la llevaré al jardín. Se que le encantara.
—¡Oh si, por supuesto, Querida! Esta es tu semana, seguramente recibirás muchas visitas ahora que se ha cancelado tu viaje. Las veré más tarde.
Kiara tomó de la mano a Luisa y sin perder tiempo, antes de que Adaline llegara enviada por su madre para acompañarlas, salieron de la casa y el jardín no era enorme, pero si tenía árboles grandes y bastantes frondosos donde podían ocultarse y evitar que las vieran desde la entrada principal de la casa.
—Se ve que tu suegra es muy afectiva contigo y Adaline casi te idolatra.
—¡Estoy harta Luisa! Te juro que no sé cuánto tiempo podré soportarlas.
Recargo la espalda en el grueso y rugoso tronco de un árbol y exhalo con frustración. Luisa tenía esa expresión de sospecha que la caracterizaba. Era experta en leer entre línea y Kiara era demasiado expresiva, siempre le resultaba muy fácil leerla.
—¡Por Dios, Kia! Parece como si te hubieran obligado casarte.