Capítulo 18: Kia, ¿cuántas pastillas tomaste?

1785 Words
Lo que Ulises no entendía, era que, Alonzo Montemayor jamás lo respetaría porque, para empezar, él siempre lo vería como un niño débil y afeminado, sin importar cuanto se esforzará. No creía que su hermano muerto mereciera un hijo como ese, uno que no representaba lo que habían sido siempre los hombres de la familia Montemayor y culpaba de todo eso a su cuñada. Ulises regresó una vez más, pero se notaba cansado, agotado emocionalmente, ya sin júbilo o interés por regresar, de hecho, parecía demasiado renuente a irse. Le había llamado a su tío para comunicarle su decisión y una hora más tarde, el Tío Alonso entraba por la puerta principal, hecho una furia. Le ordenó a Ulises seguirlo hasta el despacho, pasando de largo sin saludar a nadie y después de una conversación corta pero violenta, el muchacho anunció que regresaría ese mismo día al cuartel. Ulises tardó una semana completa en comunicarse con su familia, al parecer había estado enfermo y cuando por fin se comunicó con ellas, Tati se quedó muy intranquila. Escucho a su hijo muy decaído y bastante pesimista. Estaba tan preocupada, que incluso, se atrevió a vencer el miedo que le tenía a su cuñado y fue a visitarlo en su oficina. —Estoy muy ocupado, Tatiana. ¿Qué se te ofrece? ¿Quieres que aumente tu mesada o algo por el estilo? Estaba revisando unos documentos y ni siquiera se había levantado para recibirla o para pedirle que se sentara u ofrecerle un café, o como mínimo, un vaso de agua. Desde que su esposo muriera, su cuñado jamás volvió a darle una muestra de cortesía. Igual se sentó frente a su escritorio, con las piernas muy juntas, su bolso en el regazo y las manos aferrando el descansabrazo, más para controlar sus nervios y el temblor de sus manos de perfecta manicura. —No es el dinero lo que me preocupa, Alonso, es mi hijo. —¿Que hay con él? —Lo quiero de regreso —su cuñado levanto el rostro, se reclino contra el respaldo y le dedico una mueca burlona— Si, puedes decirme lo que quieras, pero Ulises no está hecho para esa vida y tu lo sabes. Puede cambiar de carrera como le recomendó su esposa, hay muchos puestos dentro de la milicia y… —"Su esposa" por favor —espeto con desprecio en la voz—. Esa mujer no lo quiere ni una pizca. No sé porque se casó con él, pero si lo hizo, fue solo porque le convenía. Ulises pasaría muy poco tiempo en casa, eso era muy conveniente para una mujer como ella. Además, tienen un año de casados y no ha quedado embarazada. ¿Qué le puede importar a ella que cambie de carrera? —Kiara lo quiere mucho, él lo sabe y es muy feliz con ella, Adaline y yo somos testigos de eso. Ella trató de convencerlo, de alentarlo, le ha dado el apoyo que mi hijo necesita, pero el problema eres tú. Siempre lo has sido, lo presionaste para que eligiera una carrera militar y, aun así, le has negado lo único que él siempre ha deseado… tu cariño y tu respeto. —Yo no soy su padre, no tengo esa responsabilidad. —La tomaste cuando lo obligaste a honrar a tu familia, según tus ridículas “tradiciones familiares”. Te pasaste todos esos años metiéndole esas cosas en la cabeza y ahora quieres lavarte las manos. —¿Estas insinuando que yo le cause un trauma? Ulises estaba bien la última vez que hablé con él. —Por supuesto que no, y no lo sabes porque no te importamos. Lo único que querías es que él dejara en tus manos la administración del dinero de la familia. —Niego rotundamente esas acusaciones —se levantó de la silla y dejó caer los documentos, con violencia, sobre el escritorio. Jamás se había sentido tan insultado y no podía creer que esa mujer de escasa inteligencia, insinuara semejante barbaridad. —¡Por favor, Alonso! Lo único que quiero es que mi hijo sea feliz, que disfrute de su matrimonio. Si tú lo apoyas, él puede cambiar de carrera, aunque sea dentro del ejército, pero en otro campo. —Yo no puedo hacer eso. Solo Ulises puede tomar esa decisión. —No tienes que hacer nada, solo llámalo y dile que tiene tu apoyo incondicional, decida lo que decida hacer. —Ya te dije que yo no puedo hacer nada. Y será mejor que te vayas, tengo mucho trabajo. Se levantó para retirarse, no había nada más que hacer, lo intentó y ahora solo quedaba hablar con su hijo y tratar de convencerlo. Tenía el picaporte en la mano y su cuñado estaba inmerso en sus documentos ignorándola. —Solo espero que a mi hijo no le ocurra nada, porque si algo le pasara, para mi… tú serías el único culpable y lo vas a llevar en la conciencia lo que te resta de vida. Salió de la oficina, sintiéndose extraña, como un presentimiento que le oprimía el pecho. Alonso Montemayor jamás habría imaginado que la tonta de Tatiana de la Cruz, alguna vez podría enfrentársele y hablarle con tanta elocuencia. Y quizás, por un momento, logró hacer que se sintiera culpable. Pero estaba cien por ciento seguro de la decisión que había tomado, la carrera militar fortalecería el carácter débil de su sobrino, le daría disciplina y lo enfocaría a lograr objetivos. Y cuando regresara convertido en el hombre que siempre debió ser, la clase de hijo que su hermano merecía tener, entonces Ulises se lo agradecería, lo abrazaría y le diría: “Gracias, Tío. Siempre fuiste más un padre para mí, que mi propio padre y gracias a ti, me convertí en la mejor versión de mí mismo que pude llegar a ser”. Entonces Tatiana de la Cruz, se daría cuenta de que, él era el indicado y que jamás debió rechazarlo para aceptar casarse con su hermano mayor. Adaline estaba con el alma en un hilo esperando a su madre y Kiara se había encerrado en su habitación. La buscó para avisarle que llamaron buscando a la madre de Ulises Montemayor o en su defecto a su esposa, pero se había tomado unas pastillas para dormir y no podían despertarla. Ulises había llamado, bastante preocupado porque saldrían en un operativo y mantuvo a su esposa despierta más de la mitad de la noche, hasta que dieron la orden para salir y tuvo que colgar. Kiara también se quedó intranquila, su esposo no se escuchaba nada bien y cuando se lo comento a su suegra por la mañana, salió sin decir a donde y después de desayunar se recostó unos minutos, pero solo daba vueltas en la cama y Adaline le ofreció el frasco de pastillas de su madre. Ya eran las 8 de la noche cuando Tati regresó y su hija le informo lo que paso con Kiara que seguía dormida. Le preguntó angustiada cuántas pastillas tomó. Subieron rápido la escalera y enviaron a una de las empleadas en busca de las llaves de las habitaciones que estaban guardadas en el estudio. Cuando por fin pudieron entrar, su nuera estaba acostada en la cama, pero respiraba con normalidad. La chica les llevó una toalla mojada con agua fría y se la colocaron sobre la frente, casi enseguida comenzó a despertar. —¿Qué-que paso? ¿Qué hacen aquí? —se sobresalto al verlas a todas ahí, mirándola como si fuera un milagro que despertara. —¡Por favor, Kia! ¿Cuántas pastillas tomaste? —le preguntó su suegra con la voz quebrada. —Solo una. ¿Por qué?, ¿qué pasa? —Nos diste un buen susto —Adaline se arrojó en sus brazos, llorando. —¡Cálmate! ¿Qué está ocurriendo? Solo estaba algo cansada —no alcanzaba a comprender que sucedía, ¿acaso pensaban que se había querido suicidar? Era la ridiculez mas grande que podía imaginar. —Deberíamos bajar a cenar, ninguna de las tres hemos probado bocado en todo el día. —Por supuesto Tati, ahora voy. —Vamos, Adaline, pongamos la mesa y dejemos que Kia se refresque un poco. A decir verdad, si tenía hambre, jamás imagino que la pastilla fuera tan potente. Se había saltado la comida y por poco la cena. Estaba segura de que harían todo un drama cuando Ulises se comunicara de nuevo. Seguramente le dirían que había intentado suicidarse, quizás porque lo había escuchado mal emocionalmente, o porque lo extrañaba demasiado o con tal de que la dejaran en paz con lo del embarazo. Estuvieron manejando diferentes teorías, entre las cuales, estaba la posibilidad de que alguno de los dos fuera infértil. Todo esto debido a que les contó qué le pediría a Ulises hacerse un estudio de fertilidad y se habían quedado tan anonadadas y estupefactas que le atribuyeron a la falta de un embarazo, su fallido intento de suicidio. O porque tal vez, podrían usar eso como pretexto para convencer a Ulises de regresar y cambiar de carrera para que pudiera estar más tiempo con su familia y cuidar de su mujer, quien resultó ser bastante frágil mentalmente. Pensar en todos los disparates que la nutrida imaginación de esas dos desquiciadas inventaba, le provocaba dolor de cabeza y haciendo grandes esfuerzos por controlarse, bajo a cenar. La cena resultó algo tranquila, la mayor parte de ella, ya que las tres estuvieron calladas y ensimismadas con sus pensamientos, hasta que Adaline, le contó a su madre que un chico la invitó a salir, entonces todo fue algarabía y felicidad. Hasta Kia se mostró bastante animada, siempre le había gustado el flirteo y las citas con los chicos, las fiestas y reuniones, todas esas cosas a las que tuvo que renunciar cuando tomó la mala decisión de casarse. Adaline ahora tenía un pretendiente, quizá podría ayudarla a mejorar su aspecto, ella y Ulises casi parecían hermanos gemelos, ambos poseían un aspecto andrógino, pero podía resaltar sus rasgos más femeninos y podría verse, incluso, bonita. Hicieron algunas pruebas para experimentar nuevos peinados y algo de maquillaje ligero, la verdad es que no se necesitaba demasiado arreglo, tanto Adaline como su hermano eran atractivos, quizás su cuñada no tanto como ella, ni su esposo tanto como Luis o Axel, porque muy a su pesar, este último era demasiado atractivo al igual que impertinente y taimado. Había soñado una vez con él y había decidido olvidarlo, porque era la clase de sueño que antes tenía sobre Luis Alcazar y ahora, ese imbécil se había colado en sus sueños más íntimos, esos sobre los cuales no le hablaría ni a Luisa.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD