Sus padres se despidieron y le informaron que sus maletas fueron enviadas a la casa de los Montemayor, hasta ese momento fue consciente de lo que todo eso significaba, ya no volvería a vivir en la casa de sus padres, ya no sería una hija, si no una señora responsable de su propia casa, todas las necesidades deberías ser resueltas por ella, igual que su madre lo hacía en la casa de los Villareal, sería responsable de su marido como su madre era responsable de su padre y ya no podría hacer, hablar o comportarse como lo hace una muchacha soltera. Y lo peor sería que, podría quedar embarazada, ella no quería tener hijos, al menos por ahora, era demasiado joven ¿qué iba hacer ella con un niño que llora todo el día y exige atenciones hasta para las más mínimas necesidades?
Todos la abrazaron incluyendo a Aura que parecía tener la sonrisa tatuada en la cara y se sintió muy extraña al ver a su familia alejándose sin ella, dejándola atrás con tres extraños que sonreían demasiado y le causaban escalofríos. De pronto tuvo unas ganas irrefrenables de llorar y se dejó caer en una silla llorando desconsoladamente, los tres integrantes de su nueva familia estaban acongojados y se miraban los unos a los otros sin saber que hacer. Tati empujó a su hijo para que consolara a su nueva esposa y le dijera unas palabras que la reconfortarán.
—¡Tranquila, Cariño! —Ulises hincó la rodilla en el piso y le rodeó los hombros con su largo brazo— No es que pase mucho tiempo para que vuelvas a ver a tus padres, puedes visitarlos cuando quieras o ellos visitarte a ti.
Kiara asintió y trató de controlar el llanto, limpió sus ojos y Ulises le dio su pañuelo. La ayudó a levantarse, solo ellos quedaban ya en el salón, pidió que llevaran la limusina y se dirigieron a la puerta de salida. Durante el trayecto estaba muy nerviosa retorciendo el pañuelo de Ulises entre las manos, él lo había notado y sonrió, creía que estaba nerviosa por la noche de bodas y no tenía duda alguna de que su esposa era virgen, su suegra también lo notó y sacó las mismas conclusiones que su hijo y le sonrió a él con afecto y una mirada cómplice. En su opinión, su hijo era muy afortunado, había logrado conseguir a la chica más hermosa y codiciada de todas, además de que esta era un encanto, se notaba que estaba muy enamorada y por si fuera poco, era la hija de primogénita de los Villareal, una de las familias más importantes y de reputación intachable. Y ella había emparentado con Cristina Creel, una mujer reconocida por su belleza y talento, por lo tanto, su hija debía ser igual a ella, una joya invaluable, un gran ejemplo para Adaline y Kia le ayudaría a conseguirle un buen esposo.
Kiara se bajó del auto intentando controlar un exabrupto que resultaría poco delicado y elegante ante sus nuevos parientes, estaba harta del estúpido vestido, tan voluminoso y pesado que ya no podía ni caminar, quería desesperadamente quitarse los zapatos, pero debía guardar las apariencias, aunque fuera solo la primera noche. Tati insistió en acompañarla a su habitación para ayudarla con el vestido y con el ajuar para la noche de bodas. Media hora después, por fin se quedó sola, se paseaba de un lado para otro de la habitación, temiendo el instante en que Ulises entrara por la puerta, agradeció que al menos le asignaron una habitación diferente, ya que Ulises tenía la suya que era más pequeña porque estaba soltero, pero ahora que se había casado y esa sería de los dos. No tardó demasiado en aparecer, llevaba una bata de baño muy gruesa y debajo, una antigua pijama de algodón que le iba algo pequeña, a ella su suegra le había elegido un coordinado blanco de encaje que llevaba una pequeña falda que más parecía un tutú, al parecer sus gustos se habían estancado en la Edad Media y se sentía ridícula.
—A-al fin solos —se quitó la gruesa bata y se acercó a su esposa, tenía miedo de tocarla, como si se fuese a esfumar y despertaría de un sueño—. Yo, siento que, tenerte aquí es un sueño hecho realidad y aún no-no puedo creer que sea verdad.
—Ulises yo… yo no sé si… estoy preparada para esto. Tú, tú sabes qué hacer ¿cierto?
—Yo, claro, claro, por supuesto.
—Qué bueno porque… estoy aterrada. No es lo mismo que te cuenten a que lo vivas.
—Lo se. ¿Te contaron entonces?
—Si, pláticas de chicas, ya sabes. ¿Tú-tú cuantas veces has… hecho esto antes?
—Bueno no… no las cuento —le dijo completamente sonrojado y agradeció que la habitación estuviera a media luz— Además, eres mi esposa, no te voy a contar esas cosas.
Kiara estaba segura de que no tenía ninguna experiencia, entonces supo que no le sería demasiado difícil convencerlo de que era virgen y suspiró aliviada. Esa noche, debía dar cátedra de actuación y convencer a su esposo de que era tan pura e inmaculada como la Virgen María. Se acercó a ella y la estrechó entre sus brazos, ella se removió incómoda y él la besó, lo que según él, era un beso apasionado y después le besó el cuello, le soltó la bata y la dejó caer al suelo, ella se retorcía esperando que pareciera que era virginal resistencia. La llevó a la cama y la recostó, sus piernas colgando por el borde mientras que intentaba excitarla besando su cuello succionando como vampiro, lo apartó y se limpió la humedad.
—¿Qué crees que haces? —la miró sin comprender— eso deja marcas en la piel y no soy ganado para que me marques como a las vacas. Yo soy tu esposa Ulises, eso se le hace a las golfas y prostitutas.
—¡Kia, perdóname! Tienes razón, no-no volverá a pasar.
—Está bien.
Volvió a besarla, pero esta vez se acomodó en la posición normal sobre la cama. Con torpeza comenzó a bajar los tirantes de su coordinador y al dejar al descubierto sus senos, lo vio tragar duro y estremecerse un poco, con delicadeza le acarició los senos, casi enseguida le bajo el coordinador hasta las caderas y sintió otro estremecimiento, se detuvo y pasó varios minutos en completo silencio, sin moverse. Después intentó de nuevo quitarle por completo el coordinado, la había visto con bikini antes, pero verla totalmente desnuda lo elevó a tal grado de excitación que con prisas y bastante torpeza se deshizo de su pijama de algodón y sus bóxers largos. Kiara no quería verlo, así que cerró los ojos y permaneció inmóvil esperando, pudo sentir su piel caliente y un titubeo, al parecer no sabía cómo abrir sus piernas, si con las manos, metiendo una pierna y la rodilla, o pedirle a ella que las abriera. Se decidió por las manos, sintió la palma demasiado caliente apartando una pierna y enseguida colocándose en el medio de sus piernas, algo caliente y húmedo se colocó en la entrada de su v****a, no era demasiado grande, pero tampoco parecía pequeño y no estaba mojada, sabía que dolería porque no estaba preparada, la v****a y el pene lubricaban en automático, pero era necesaria la estimulación para que hubiera mejor lubricación y facilitara la penetración. Sintió de pronto un mínimo de dolor, pero gritó como si la estuvieran apuñalando y levantó los brazos para clavar sus uñas en los hombros de Ulises, él volvió a intentarlo y ella gritó de nuevo, jadeo y le dijo “por favor, no” pero no se detuvo, sabía que no lo haría, al contrario de abrir más las piernas, intentaba cerrarlas presionando sus piernas, el tercer intento fue igual pero ya no hubo necesidad de hacer nada más, Ulises se había corrido en el tercer intento. Sentía como se estremecía casi con violencia y vio sus manos aferrando el edredón, se atrevió a abrir los ojos para mirarlo y como era muy blanco y de cabello rubio, su rostro estaba completamente rojo y contraído, jadeaba tratando de recuperar el aliento. Una vez que lo consiguió y el orgasmo pasó, la miró y le dio un beso en los labios.
—¿Estás bien, preciosa?
—¡Yo… no lo sé! Jamás imaginé que esto doliera tanto. No sé cómo pueden soportarlo las mujeres.
—Es solo la primera vez, después ya no duele.
—Pues yo me siento terrible, me duele mucho y siento el cuerpo adolorido.
—Lamentó mucho que te doliera tanto, pero, yo estoy feliz. Ahora ya eres mi mujer en todos los sentidos. ¿Qué puedo hacer para que te sientas mejor?
—Puedes… por favor, ¿darme algo de espacio? Me siento muy cansada.
—Por supuesto, volveremos a intentarlo mañana, te dejaré descansar hoy. Ahora vamos a dormir.
—No, es que yo… preferiría dormir sola.
—¿Sola? ¿Por qué?
—No lo sé, creó que me duele demasiado y psicológicamente me siento vulnerable contigo. Es como si me hubiese lastimado con toda la intención, yo dije: “no por favor” y tú… a ti no te importo. ¿Puedes, por favor, dejarme sola por hoy?
—Está bien, preciosa. No te preocupes. Estaré en mi habitación si necesitas algo. Es pasando el pasillo, al fondo, la tercera puerta.
—Gracias, Cariño.
Apenas cerró la puerta, espero unos segundos, se levantó de la cama y presa de una rabia súbita, llorando a mares, arranco con violencia las sábanas de la cama, las enredo junto con el edredón y arrojo todo a una esquina alejada de la habitación. Acto seguido se metió al baño, abrió las llaves de la ducha y sin esperar a que el agua se templara, se metió bajo el chorro de agua, tomó una esponja nueva, la lleno de jabón líquido corporal y se frotó todo el cuerpo casi con rudeza. Salió un rato después, ya con el cabello seco gracias a la secadora, envuelta en una bata de seda muy suave, que olía a limpio, sacó un cobertor limpio del armario y se dejó caer sobre el colchón desnudó, se durmió enseguida y no despertó ni una sola vez hasta la mañana.