Capítulo 3: No puedo responderle...

1170 Words
Las niñas se decepcionaron por su desinterés, pero se recuperaron rápido y volvieron a poner su atención sobre los chicos de su edad. Sentado sobre la arena, podía escuchar la escandalosa risa de la reina de las viudas negras, que al parecer había perdonado la vida del pobre imbécil de Luis o había pospuesto la ejecución. Eran las 3 de la mañana cuando los universitarios completamente ebrios, comenzaron a caer como moscas y solo unos cuantos que eran mucho más sensatos, estaban casi lúcidos, pero hubo una en especial. La había visto todo el tiempo con una botella de cerveza en la mano, a la cual daba pequeños sorbos continuos y que aparentemente era inmune al alcohol. Solo que a él no podía engañarlo, había visto el truco infinidad de veces. Este consistía en no perder de vista tu botella, de la cual bebías un sorbo cada vez y luego al dar otro, devolvías el líquido que no tragabas. De esa manera todos pensaban que bebías bastante y que tenías una gran tolerancia al alcohol, pero estas lúcido y te das cuenta de todo lo que pasa a tu alrededor. Por lo que era obvio que algo tramaba. Asegurándose de que nadie se diera cuenta, se metió a la habitación donde Luis dormía y no volvió a salir hasta la mañana. Axel buscó un lugar cómodo para descansar y se levantó temprano, ya que quería largarse lo más pronto posible, pero no podía hacerlo sin Luis. Se encontró con Kiara en el pasillo, tenía puesta la camisa de Luis y llevaba en la mano la ropa que usaba hacia tan solo unas horas. Cuando sus miradas se encontraron, no parecía apenada o avergonzada, sino que tenía esa mirada de suficiencia, el rostro resplandeciente de orgullo y una sonrisa de satisfacción. La clase de satisfacción que se consigue solo cuando has obtenido exactamente lo que querías. Lo sabía porque conocía bien el sentimiento y había visto muchas veces esa misma sonrisa, en el espejo. Se metió a la habitación y encontró a Luis en una posición bastante decente, eso sí, desnudó por supuesto. Roncaba con placer y por algún motivo, eso lo puso de mal humor, y decidió no portarse tan buena persona. Se acercó a la ventana y abrió las persianas por completo, dejando que el sol de la mañana entrara a raudales y bañara la habitación sin dejar un solo rincón en penumbras. Luis se tapó la cara con las manos mientras al mismo tiempo emitía un grito lastimero y a tientas buscaba el edredón para envolverse en el. —¿Qué demonios te pasa, Axel? —¡Estoy desesperado y quiero largarme ya! No tengo tiempo para tus aventuras sexu@les. —¿Aventuras sexu@les? —se quitó la sabana de la cabeza y se despertó de golpe— ¿De qué hablas? Axel levantó una ceja en un gesto sarcastico y lo miró de arriba abajo. —Estoy desnudó —levanto la sábana y luego miró a Axel buscando respuestas—. ¿Porque estoy desnudó? ¿Qué pasó? No recuerdo nada. —¿Sabes, Alcázar? No estoy de puto humor. ¿A qué hora podemos largarnos de aquí? —En serio, no estoy jugando. No sé qué pasó. —¡Maldita sea! Que te acostaste con Kiara Villareal. —¿Qué? No, no, no, no…. Eso no puede ser… yo no-no pude haber hecho eso. Yo… yo soy incapaz de hacer algo así. Ella es… —¡Era! —señalo la cama— Según lo atestiguan las sábanas. —¡Por Dios! —miro a un costado suyo donde había una mancha irregular de color rojo. Se levantó de la cama como si de pronto, esta hubiese estallado en llamas y ni siquiera le importó que estuviera desnudó. Axel lo miraba con asco, aunque también podía ser que le tuviera algo de lastima. Estaba perdido, le habían lanzado la red y el idiota cayó redondito. —¿Alguien la vio salir de aquí? —su tono demostraba que realmente estaba asustado. —¿Además de mí? —indolente se recargo contra la pared— No lo sé. Todo el mundo estaba completamente ebrio, menos ella claro. Quizá alguien la vio, pero… podría no estar muy seguro de lo que veía. —¡Esto no puede estar pasándome! —se vistió de prisa y buscó su camisa. —Ella la tiene. Quizás necesitaba una prueba, supongo. Luis se meso el cabello desesperado y Axel no sabía que le ocurría. Siempre podía decir que no quería casarse, tal cual lo había hecho él. Solo que Luis no era igual a él, había sido criado dentro de las más estrictas normas sociales y de “doble” moral, en su opinión. ¿Qué quería decir esto? Pues que los hombres que pertenecían a la alta sociedad podían perjudicar a cualquier mujer de clase baja o que no perteneciera a su exclusivo círculo social y no pasaba nada, pero no podían ponerle una sola mano encima a la hija de otra familia conocida e importante porque, solo podías reparar el daño por medio del matrimonio. Y las chicas se aprovechaban de eso para conseguir al tipo que les gustaba más o al que les aconsejaban que era más conveniente y si no aceptabas, entonces te ocurría lo que le ocurrió a él. Era el ejemplo perfecto para todos aquellos muchachos nacidos en el seno de una familia conservadora de clase alta. El recordatorio viviente de todo lo que podían perder si no seguían las hipócritas reglas de la rancia sociedad donde vivían. Por supuesto que nadie seguía la reglas al pie de la letra, muchos se pasaban las normas sociales por el arco de triunfo y más de una familia se había visto en la necesidad que aparentar, disimular y encubrir los escándalos sexuåles de su progenie. La regla de oro era que nadie, fuera de la familia cercana, se enterara y no se hiciera público. Bajo esos términos, se habían formado grandes alianzas por medio de matrimonios arreglados, pero también se habían perdido grandes fortunas. —No sé qué voy a hacer, necesito hablar con ella. Necesito aclararle las cosas… —No veo cuál es el problema. La chica es preciosa, le gustas de verdad, es la heredera de una de las fortunas más importantes de tu circulo social. Es una numero 1, según el ranking de clasificación que tus amigos manejan y a mi parecer, no es tonta, incluso creo que es bastante astuta y quizás algo inteligente. Ella es lo mejor que puedes esperar en comparación con cualquier otra. Y supongo que siempre has querido casarte y tener hijos. —Es que tú no sabes, tú no entiendes… —su rostro lucia pálido, casi fantasmal— no puedo responderle. —Tienes razón, no te entiendo… si fueses como yo, te entendería y te felicitaría. —Estoy comprometido con Ana María Creel, nos vamos a casar porque… está embarazada. Ya di mi palabra y los preparativos están en marcha.
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