Dos horas después de que Axel se fuera de la casa de la playa, la Guardia Nacional los desalojo a todos por orden de protección civil del estado y aunque Kiara pateo, grito y amenazo con quejarse con el presidente municipal, los obligaron a subir a los autos y regresar a la ciudad.
—¡Por Dios, Kia! Tenías que hacer tu drama como siempre. ¡Que perro oso!
—¡Cállate, Aura! Aquí nadie pidió tu opinión. Y en todo caso, según pude ver, tú tampoco tenías muchas ganas de irte.
—Pues no, pero… como se estaban poniendo las cosas, no había más remedio. Cuando yo cumpla mis 21 años, lo planearé todo a la perfección y por supuesto que me aseguraré de que ningún desastre natural arruine mis planes.
Kiara fulminó con la mirada a su hermana pequeña, toda la vida se habían llevado mal. Consideraba que no solo quería parecerse en todo a ella, si no que más bien, quería ser mucho mejor que ella, superarla. Siempre estaban compitiendo por todo y eso daba como resultado que nunca estuvieran de acuerdo en nada. Aura siempre esperaba la reacción y la opinión de su hermana mayor, con respecto a cualquier cosa y trataba siempre de mejorar lo que ella había dicho o hecho. Ambas iban en la misma camioneta con Luis, pero este no les prestaba la más mínima atención, desde que salieron de la casa iba sumido en sus pensamientos, apenas y le dio las indicaciones necesarias al chofer para que los llevara de regreso a la ciudad y se desconectó por completo de todo a su alrededor.
Después de un tiempo indeterminado para Kiara, durante el cual tuvo que soportar el incesante parloteo de su hermana acerca de todos los chismes de los cuales se enteró en el poco tiempo que pasaron en la playa, suspiró aliviada y contenta de que Aura bajara de prisa y entrara a la casa sin dar las gracias por lo menos. Esperaba que Luis se bajara de la camioneta para despedirse y ponerse de acuerdo sobre cuando se verían de nuevo, ya que tenían que hablar sobre lo que había ocurrido entre ellos y cuál sería el siguiente paso en su relación. Pero él no solo no se bajó del auto, si no que únicamente bajo la ventanilla y le dedicó un frío y apático “adiós”, después el auto se puso en marcha de nuevo y sin más, se alejó dejándola parada en la acera.
Durante una semana estuvo esperando que Luis la contactara, mientras que no le quedó más remedio que callar lo que sentía y fingir que no pasaba nada. Hubo una reunión, a la que solo los jóvenes de las familias más importantes fueron invitados, sería el sábado siguiente y esperaba verlo ahí, pero nunca apareció. Ana María si se presentó y para disculparse porque no pudo ir a la fiesta de la playa, le llevó un tardío obsequio de cumpleaños. Su prima se veía algo rara, más pálida que de costumbre y mucho más delgada, de por si que no era muy voluptuosa y su largo cabello lucia algo más opaco. Jamás fue demasiado bonita, en opinión de Kiara era algo atractiva, a su modo, pero ahora tenía un brillo en los ojos que la hacía lucir diferente. Se veía radiante y feliz, pareciera que guardaba un secreto que anhelaba gritarle al mundo y a duras apenas podía ocultar. Cuando comprendió que Luis no aparecería por ahí, se despidió de prisa argumentando que le dolía la cabeza y regreso a casa para encerrarse en su habitación y llorar hasta quedarse dormida. Los días pasaron y comenzaba a cansarse de esperar a que Luis se presentara en casa para solicitar su mano y cuando su padre le preguntó que sucedía, no fue capaz de seguir aparentando que no pasaba nada. Ella y su padre tenían una relación especial, no solo era que ella lo manipulara para hacer su voluntad, si no que de verdad lo amaba demasiado y ambos se confiaban secretos, incluso algunos que jamás podrían contarle a Cristina. Salieron a dar un paseo por el jardín y llegaron hasta el invernadero de su madre. Se sentaron en una banca cercana a un enorme rosal, el aire perfumado les dio la bienvenida y Kiara suspiró con melancolía.
—¡Vamos, Mi niña preciosa! Que yo sé que algo te pasa. ¿Qué fue? Si es porque tu fiesta se arruinó, sabes que puedes hacerla de nuevo, donde tú quieras.
—¡Ojalá fuera eso, papá! Ni siquiera me importa realmente que se arruinaran mis planes.
—No pues esto si ya es preocupante, Mi niña preciosa. Porque, si tú consideras que eso no es grave, quiere decir qué hay algo mucho peor que te aflige. No será por un muchacho ¿o sí?
—¡Ay, papá! —su padre sabía reconocer su tono cuando algo realmente la tenia triste.
—Ósea que sí lo es. ¡Kia, Mi niña preciosa! ¿Qué te puede preocupar sobre los muchachos? Tienes pretendientes de sobra, eres la muchacha más hermosa de todas, desde que tenías 16 años. Los muchachos se pelean por llamar tu atención y por invitarte a salir. Puedas escoger al que quieras, pero… escoge bien.
—¿A qué te refieres con eso?
—Pues que… andan por ahí, uno que otro indeseable. No quiero que termines engatusada por uno de esos.
—¿Indeseables? —intento pensar en quién, de entre todos sus pretendientes, podría calificar como un indeseable, pero no se le ocurrió ninguno y luego vino a su mente el tipo de la fiesta—. Mmmmm… ¿Te refieres a alguien como… Axel Brown?
—¿Axel Brown? ¡Oh sí! Ya lo recuerdo, es el muchacho que llegó con Luis cuando regresó de la Universidad.
—Las chicas dicen que es un exiliado, que su familia lo repudia. Y que sería el ejemplo perfecto de un indeseable.
—Podría ser, pero, la gente a veces habla por hablar. Y realmente ese muchacho no se merecía lo que su padre y su familia le hicieron.
—¿Tú sabes lo qué pasó con él y su familia?
—No, no todo. Nos enteramos de algunas cosas vergonzosas y cuando el muchacho nos contó lo qué pasó, no podíamos hacer otra cosa que creer en su palabra.
—¿Nos contó?
—Yo estaba en la oficina de Francisco Alcázar cuando Luis y Axel llegaron directo de la universidad. Estuvimos hablando toda la tarde. Francisco quería saber qué clase de muchacho era y me complace saber que es tan franco y directo como yo.
—Y… ¿Por qué fuiste a la oficina del Sr. Alcázar? —le importaba un cuerno la penosa historia de Axel Brown. Lo único que le interesaba en ese momento, era saber si el padre de Luis y el suyo, estuvieron hablando sobre un compromiso formal entre las dos familias— ¿Tenían algún asunto importante que tratar?
—Negocios, ya sabes, mi niña preciosa.
—Entonces… —no importaba, seguramente les darían la feliz noticia una vez finalizados los arreglos del compromiso— ¿A quién te refieres con indeseables?
—Hay algunos muchachos muy estúpidos, tienen la cabeza llena de tonterías y no son capaces de manejar un negocio pequeño, mucho menos una empresa de gran envergadura. Están acostumbrados a estirar la mano y recibir todo en bandeja de plata sin que les cueste nada conseguirlo. Yo no quiero un hombre así para ti, Kiara.
—Papá, no me diga que estas en contra de los intelectuales. Hay personas que viven de la literatura y de las bellas artes.
—No, querida niña, no estoy en contra de los intelectuales o los que se dedican a las bellas artes. Muy por el contrario, pienso que es gente que algunas veces, trabaja muchas más horas en lo que ama, que los que trabajamos en la industria. A los que yo me refiero, son aquellos que se pasan las horas en la contemplación, los que no tienen talento y tampoco visión para los negocios, ni aptitudes para emprender. En fin, a los que se creen demasiado y no son nada, a los incapaces que dicen que hacen y hacen, pero nunca concretan nada.
—No comprendo a quien podrías referirte con esa descripción.
—Más concretamente, a alguien como… Luis Alcázar Leman.