—Si, papá. Soy una idiota, no pude prever esto y cuando me di cuenta, fue cuando decidí montar la distribuidora. Si Carlos hace efectiva su amenaza, será lo único que me quede y lo poco o mucho que pueda sacar como indemnización del divorcio. —Pero no fue eso lo que le dijiste —la voz de su madre sonó esperanzada, no porque fuera ambiciosa o interesada, sino porque sabía todo el trabajo que su hija había invertido en esos almacenes, no era justo que la despojaran de todo. —Fue solo un farol, mamá. Si se decide a meter las narices en los libros, sabrá que no es verdad —su padre la estrecho y luego se levantó con decisión y seguridad. —Entonces no hay nada de qué preocuparse. —Bernardo, ¿Por qué dices eso? —Si, porque... —Las dos mujeres más importantes de su vida lo miraron estupefac