CAPÍTULO OCHO Loti y Loc caminaban uno al lado del otro bajo el abrasante sol del desierto, encadenados entre ellos, mientras los capataces del Imperio que había tras ellos los azotaban con el látigo. Caminaban por el páramo y, mientras tanto, Loti se preguntaba una vez más por qué su hermano los había ofrecido voluntariamente para aquel peligroso y agotador trabajo. ¿Se había vuelto loco? “¿En qué estabas pensando?” le susurró ella. Los empujaban por detrás y Loc perdió el equilibrio y tropezó hacia delante y Loti lo cogió por su brazo bueno antes de que cayera. “¿Por qué nos ofreciste como voluntarios?” añadió. “Mira hacia delante”, dijo él, recuperando el equilibrio. “¿Qué ves?” Loti miró hacia delante y no vio nada aparte del monótono desierto que se extendía ante ellos, lleno de