Regalos de amor

1304 Words
Atlas entendía que los Westborn eran una familia unida, por lo que veía normal cenar de vez en cuando con los papás de Ralph o con sus abuelos. Le quedaba claro que había obligaciones familiares a las que no podía fallar, como las noches con primos y hermanos, pero cuando su marido insistía en invitar a su familia, de verdad que no entendía su necesidad de m********o. En medio de su programa le preguntan: —¿Cuál fue tu última discusión con tu pareja? —Ralph y yo nunca discutimos —responde en tono irónico y sus compañeras ríen—. Randolph es muy familiar. —¿Y te molesta que nos quiera? —pregunta su prima. —Adoro que los ame, es una cualidad preciosa. Lo que pasa es que yo no tengo que querer ver a mis hermanos tanto o invitarlos a tantas cosas. Estoy bien sin invitarlos, y mis hermanos asumen que no los voy a invitar. Hay fechas en las que obvio quiero que estén ahí, pero, es necesario para comer carne asada tenerles o invitarles? —Atlas, tus hermanos viven juntos —le recuerda Marcela—. En el mismo jardín. —Es problema de ellos —todas ríen—A mí me encanta la relación de Drake y Gina, sin amigos, hermanos, se cuidarlas espaldas como nadie y se adoran. Yo los quiero muchísimo, pero en mi cabeza yo soy hija única, mi hermana mayor y yo nos llevábamos casi diez años, no voy a decir cuantos con Gina y menos con Drake, pero, ellos iban a la universidad cuando yo estaba saliendo de la escuela. —Ustedes se llevan muchos años. —Sí, y estoy acostumbrada a no tener familia. Ralph es el opuesto, entonces empieza: ¿Llamaste a Drake? ¿Invitaste a Gina? ¿Quieres que los llame yo? A mí me gusta no ver gente en mi casa más que Ralph. Me encanta meterme en la cama y sentir cuando el otro lado de la cama se baja, me abraza, me besa y cierra los ojos. —Yo pensé que se ponían sexys. —No, después de tanto tiempo, lo sexy no es tan rico como lo íntimo. Todas adoran esa frase y se enciende la conversación porque es una realidad. Tener la confianza de quitarse los zapatos y el brasier mientras la pareja se toma el café como si fuera lo más normal. Andar por la casa en ropa interior o simplemente quedarse en el sofá haciendo algo cotidiano era oro. Atlas terminó su programa emocionada y se despidió de sus amigas. Llevaba unos días planeando algo romántico para Randolph. Se había centrado en regañarle por tirar todo a la mierda, pero todos, en realidad, tenemos derecho a hacer lo que nos apetezca, y él parecía mareado por todos sus deseos. Atlas había llenado un restaurante de velas y rosas, y se habían comprado lencería nueva. Les pidió a las de maquillaje y peinado que le ayudaran un poquito y se despidió de sus amigas. —Qué guapa. —Hay días que hasta yo me sorprendo. Todas se acompañan hasta el estacionamiento, donde Atlas llama a Ralph para preguntarle si ha salido de casa. Él responde que sí, que está de camino a la dirección secreta. La joven le dice lo emocionada que está de pasar a solas ese momento, y él reconoce que le hace mucha ilusión. Mientras condicen al lugar de su cita se mantiene conversando a través del altavoz del auto y Atlas reconoce: —Planear una boda no es fácil. —Para nada —responde Ralph. —Creo que lo que más me estresa es la adopción —reconoce por teléfono. —A mí igual, nos han hecho tantas preguntas y nos han visitado tres veces. Kamille dice que nos visitaron como a los seis meses de haber iniciado. —Bueno, no somos una pareja de celebridades. —Ya... serás tú. —Perdón, no es que seas menos importante, pero... —Lo entiendo. No todo lo que hago es trabajo. —Estamos haciendo las cosas bien. —Estamos trabajando en hacerlo bien, por nosotros y por lo que sea que venga. —Te amo, Atlas. Ella sonríe y estaciona. Unos minutos más tarde escucha el auto de su esposo. La joven baja del auto y le da un beso y un abrazo para recibirlo. Ralph acaricia delicadamente su espalda y observa el viejo restaurante lleno de luces y color. Le habían hecho algunos arreglos y estaba muy cerca del centro. En el interior, la cantidad de rosas y luces le indicó cuánto. Atlas había estado planeando eso. —Wow, Lily, ¿cuándo planeaste esto? —Después de rajarte mi precioso anillo y decir lo mucho que me amas, me preguntaron cuál fue mi regalo de compromiso. —Ahh... —Sí —los dos ríen—. Entonces organicé una cena en la que no cociné. —Has comprado un restaurante, tu primer restaurante. —¿Te volviste loca? Quedamos en priorizar la adopción. —Las adopciones son duras para todo el mundo. No quiero que te quedes en un puesto que odias por mí o por nuestros hipotéticos hijos. Quiero que seas 100 % feliz, que estés 100 % emocionado, que la vida te llene de alegrías y amor siempre. Poco a poco tendremos lo que queremos, y si no, intentaremos hacerlo posible, juntos. —Atlas... esto es... —¿Te gusta? —¿Cómo lo conseguiste? —He estado hablando con gente. Ralph la abraza y ella sonríe antes de animarlo a ver el lugar. Desde el enorme salón, el comedor, la impresionante cocina, las vistas y los reservados. Era el lugar perfecto, el lugar de sus sueños, y Ralph no podía imaginar un mejor regalo para el inicio de sus vidas. La cena para ellos también estaba preparada, Atlas le había pedido al dueño que les prepararan una última velada romántica. Hicieron lo que más les gustaba hacer como expertos culinarios en casa: calificar los platillos por su presentación y sabor. En el caso de Atlas, jugar a que sabía algo de cocina y, en el caso de Ralph, poner a prueba su paladar. —¿Te ha gustado? —Me encantó, gracias, mi amor. —Tengo más sorpresas —dice Atlas antes de que lleguen los postres. Lo invita a bailar al ritmo de unos violinistas, la joven se queda pegada al cuerpo de Ralph y los dos se miran a los ojos con tanta intensidad, con tanto amor, y con la promesa de buscar ser felices. Ralph encuentra los labios de su esposa contra los suyos y los besa con devoción y firmeza. La adora, la desea, y eso no va a cambiar si van a un juzgado o a una cocina. Randolph le susurra lo mucho que desea tenerla en su cama. Ella ríe y le besa en la mejilla antes de prometerle que la noche acaba cuando él diga. Atlas pide el postre para llevar, los favoritos de Ralph, canelones, pero no le dice nada. En su lugar, la mujer se despide del servicio y les da las gracias antes de seguir emocionada al amor de su vida. Ralph insiste en viajar juntos en un solo auto. Ella sonríe y toma un par de cosas de su auto para pasarse al de Randolph. Lo sigue hacia su auto. Ralph comienza a salir del lugar con Atlas, quien lleva su mano sobre la rodilla de su esposo. La joven había pedido de antemano la mañana libre porque tenía algunas cosas que planear para la boda y quería concentrarse de una vez por todas en ellas. La joven estaba ansiosa por llegar a casa. —¿Tienes el cinturón puesto? —Sí. —Atlas, no te pongas nerviosa, nos están siguiendo. Llama al número de emergencias.

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