Alba se miraba frente al espejo esa mañana, acomodándose el cabello de manera pulcra en una cola alta como solía hacer siempre, decorada con una hermosa mariposa azul. Muchas veces, sentía el deseo de romper aquel espejo que reflejaba una imagen tan pulcra de ella y a ratos, la hacía no reconocerse a ella misma. Su vida estaba lejos de ser perfecta y, por lo tanto, tenía que luchar por todo lo que tenía hoy con uñas y dientes in dar margen o tregua a nada más que sus objetivos.
La dolorosa vida de Alba comenzó con una tragedia. Perdió a sus padres a la edad de 9 años en un robo donde los vio morir protegiéndola a ella y a sus hermanas, Ada y Alma; aquel evento, por supuesto, había sido traumatizante para las tres, en especial para Alma que solo tenía 5 años cuando ocurrió y por ello, casi no pronunciaba palabra alguna. Desde el incidente, habían estado viviendo de la herencia de sus padres y del apoyo de su familia extendida. Ada, de 17 años en ese entonces, asumió el papel de madre, asegurándose de que sus hermanas estuvieran bien cuidadas, bien alimentadas y felices. Aquello, fue suficiente para las tres, y aunque perdieron a los amados y siempre extrañados padres, se volvieron mucho más cercanas entre ellas y se brindaron el consuelo que siempre les hacía falta.
Pero esa pasajera felicidad tampoco duró mucho, solo unos cuantos años antes de que la tragedia nuevamente golpeara a sus puertas. Ada murió en un accidente, había sido violentamente atropellada por un supuesto estudiante ebrio que se dio a la fuga. Ella estaba en su último semestre en la universidad de medicina, lugar en que siempre fue la estudiante modelo y brillante promesa de medicina. Sucedió cuando regresaba a casa de su trabajo de medio tiempo, por la noche, en pleno invierno. Su cuerpo fue encontrado por la mañana, enterrado en la nieve, y debido a que no hubo testigos que pudiesen decir quien había provocado aquello, la policía cerró el caso como un accidente de atropello y fuga; aunque a ella de manera extraoficial, le habían dicho que fue un aparente estudiante ebrio quien había provocado ese trágico final a su hermana mayor, sin embargo, nunca se encontró al responsable. Ada, aun muerta en aquel hermoso ataúd de roble en color blanco, lucía tan hermosa y perfecta como había sido siempre, con su cabello atado en una cola alta y su inseparable broche de mariposa azul que se había vuelto una parte de ella misma al momento de su muerte.
Algo en Alba murió ese día. Algo se había roto y no podría nunca ser reparado. Con el dolor de su perdida, se miró en el espejo y por primera vez, no se vio a sí misma. Aquel día, toda su vida se convirtió en un infierno.
La gente pensaba que ella era la estudiante modelo, una copia casi exacta de su hermana mayor, Ada, quien también era estudiante en la Stanford Medical University. Igual de hermosa, igual de inteligente, igual de elegante. Cuando ella murió en el accidente, la gente la extrañó y la lloró mucho. Y en el momento en que Alba entró en la universidad, todos los ojos estaban puestos en ella y todos esperaban que fuera tan perfecta como fue su hermana.
Así lo hizo.
Ella desempeñó el papel de la estudiante perfecta, trabajando duro para lograr la calificación más alta, en casi todas las materias. Alba también se esforzó por estar a la altura de la elegante imagen de su hermosa hermana, actuando como ella. Fingió ser una chica elegante y dulce a la que todos admiraban. Fundó el Club de Farmacia, algo que su hermana nunca pudo lograr y que fue su sueño, logró reunir a estudiantes con los mismos intereses para unirse y hacer de aquello, una realidad.
Como si eso no fuera suficiente, asumió el papel de la hermana mayor de la familia, cuidó de sí misma y de su hermana pequeña. Todos la amaban. Todos, la admiraban, igual que a Ada admiraron una vez.
Pero Alba no se amaba a sí misma. Mucho menos, se admiraba.
En el fondo, todo lo que hizo contradecía lo que quería hacer. Cuando Ada estaba viva, Alba sentía que todo lo que hacía su hermana mayor era inútil e innecesario. Casi se sentía como si Ada solo viviera para servir y proteger a otras personas. Pero ahora que estaba en su lugar, sintió que la necesidad de hacer aquello la abrumaba. Como dos caras en un espejo, existía una Alba que eternamente emulaba a su amada hermana fallecida, y la Alba que realmente existía dentro de su ser, escondida, sin mostrarse al mundo, mucho menos amable y mucho más perversa de lo que Ada fue una vez.
Mirándose en el espejo antes de salir hacia la universidad, nuevamente se sentía fuera de si misma, como si dos almas habitaran su cuerpo y pelearan entre sí. Pero suprimiendo una vez a la Alba pecaminosa e imperfecta, salió a desempeñar una vez mas e igual que siempre, su perfecto rol, una vez más seria la perfecta Alba.
El Club de Farmacia necesitaba el permiso de los profesores para poder recaudar fondos para su próximo campo de entrenamiento. Sin embargo, hubo algunos problemas, uno de ellos fue el segundo consejero del club, el Sr. Castro. Alba había escuchado rumores de su comportamiento espeluznante hacia varias alumnas, incluso, sabia de algún escándalo, pero aquellos rumores se calmaron casi demasiado rápido para su gusto. Sin embargo, esa mañana pudo comprobar por sí misma que los rumores eran ciertos, mientras discutía los fondos con dicho asesor. El consejero principal del Club de Farmacia, el Sr. Ángeles estaba de baja por enfermedad y no regresaría pronto, así que por más desagradable que fuese, tenía que tratar los asuntos del club con el segundo asesor.
– Y con eso, necesito su permiso para poder obtener fondos de la universidad para el próximo campo de entrenamiento. Solo necesito que firmes aquí – le decía con amabilidad, aunque por dentro ese hombre le causaba repugnancia.
–Sí, sí, lo firmaré más tarde. Señorita Brown, ¿sabe que tiene un aroma tan encantador? – Castro decía mientas miraba de manera lasciva a la joven estudiante.
Alba solo sonrió con amabilidad mientras comenzaba a sentirse demasiado incomoda.
–No, pero gracias señor. Ahora, si tan solo firmara aquí – le respondió evadiendo lo dicho por aquel repugnante hombre que ya parecía rayar sus 50 años.
–¿Qué es ese olor? ¿Flores? ¿Gardenias? – cuestiono el profesor con insistencia.
–No tengo idea señor, no uso perfume – respondió Alba esforzándose en usar un tono más amable.
–¡Entonces tal vez sea el jabón que usas para bañarte! ¿Puedes decirme la marca? Y tal vez tu champú también, ya que tu cabello n***o se ve tan sedoso todos los días…– dijo Castro con una sonrisa espeluznante.
Alba comenzó a sentirse extremadamente incómoda. El Sr. Castro siguió ignorando sus solicitudes y desvió la conversación a otra parte. Tenía muchas ganas de meterle el papel en la boca y decirle que se fuera a la mierda, pero sabía que los miembros esperaban con ansias el campamento de entrenamiento y necesitaban los fondos lo antes posible. Además, hacer aquello no encajaba con su imagen de estudiante perfecta.
Ella mantuvo su sonrisa y simplemente respondió con sencillez. – Uso champú y jabón de tiendas de conveniencia, señor. Por favor, sólo firme el papel – casi suplico-
El rostro del Sr. Castro se amargó en el momento en que ella le pidió que firmara los papeles nuevamente. – Oiga, señorita Brown, ¿Sabe que es una falta de respeto ignorar la súplica de su maestro? Solo quiero saber el nombre de la marca, ¿por qué estás evitando la pregunta tan deliberadamente? – cuestiono el hombre con molestia.
Antes de que pudiera responder, Alba escucho como llamaban a la puerta de la sala de profesores y esta se abría para revelar a un apuesto estudiante de tercer semestre. Ella hizo contacto visual y le lanzó una rápida sonrisa. Él le devolvió la sonrisa antes de dirigirse a la mesa de Reyes.
–¡Oye! ¡No me ignores! – exigió Castro al notar como Alba Brown había puesto sus ojos, igual que todas las mujeres en la maldita universidad, en Evan Alcalá.
Alba volvió a mirar al repugnante hombre que tenía delante. Él la miraba de arriba abajo, y ella podía sentir sus ojos ardiendo en alguna parte de su cuerpo. Alba se inclinó y murmuró una disculpa.
–Has sido muy irrespetuosa, Brown. No sé si puedo firmar el permiso si el director del Club de Farmacia está mostrando un comportamiento tan indisciplinado – dijo arrastrando las palabras como una serpiente aquel hombre.
El corazón de Alba latía más rápido y, sin embargo, mantuvo esa sonrisa en su rostro. ¿Este tipo realmente estaba de mal humor en este momento?
–Pero… puedo hacer una excepción si me haces un favor hoy – continuó con un tono astuto.
Sintió un mal presentimiento en el estómago Alba trago duro. – ¿Puedo ayudarlo en algo, señor? – cuestiono.
–Acompáñame a cenar esta noche, me gustaría escuchar más sobre la propuesta y si me puedes convencer… Tal vez te la firme – dijo con un guiño.
Sus ojos se contrajeron internamente con repugnancia.
Ella suspiró y asintió débilmente, aceptando su invitación. Si esto podría hacer que el asqueroso hombre firmara el papel, entonces valdría la pena.
–¡Espléndido! Entonces encuéntrame en este lugar, a las 5 PM en punto. No llegue tarde, señorita Brown – Castro sonrió. Tomó un pequeño papel y escribió el nombre del lugar antes de entregárselo. El Sr. Castro se aseguró de tocar sus manos y eso hizo que las tripas de Alba se sintieran aún peor.
–Gracias por usted, señor. Voy a estar allí –