Obsesión
Alba Brown. Responsable del Club de Farmacia, goza de una reconocida reputación entre los docentes. Siempre en la cima de la clase con sus sobresalientes y perfectas notas, estudiante de segundo semestre, en la universidad de medicina Stanford.
Amada por sus amigos y estudiantes de primer semestre debido a su amabilidad y su naturaleza afectuosa, Alba, de diecinueve años, era considerada como la imagen de la perfección en sí misma. El cabello castaño y sedoso, que siempre traía sujeto en una cola alta, la piel blanca y suave, los labios carnosos y rosados; todo en su rostro complementaba su apariencia que podría hacer que una muñeca de porcelana se pusiera verde de envidia. El hombre luchó por contener su deseo cuando vio un vistazo de ella en el laboratorio de la universidad, pensamientos repugnantes y pecaminosos comenzaron a deslizarse dentro de su cabeza en el preciso momento en que la vio, ¿Cómo es que no la había notado antes?
– Evan, ¿qué haces después de la universidad? –
Una voz femenina lo devolvió a la realidad, devuelta a las chicas que lo seguían mientras se dirigía a la cafetería.
«Feo, todos son feos» pensó Evan para sí mismo.
– Creo que mi respuesta depende de tu próxima oración, mi dulzura – respondió Evan con una sonrisa, mientras golpeaba ligeramente a la chica en la nariz. Ella chilló un poco mientras miraba a sus amigos, su rostro cada vez más rojo por el momento.
– Si no estás ocupado, ¿quizás puedas ir con nosotros a una pequeña sesión de karaoke? – cuestiono de manera tímida aquella joven enamorada.
Evan se burló internamente. En el fondo de su mente, se preguntaba si estas chicas alguna vez se darían cuenta de lo harto que estaba de ellas. Pero, de nuevo, siguió el juego, con los sentimientos de las jovencitas como sus juguetes, eventualmente tirándolos una vez que tuvo suficiente de ellos.
–¿Oh? ¿Y seriamos solo nosotros? – Evan preguntó de nuevo.
–¡Con nosotros, por supuesto! – los amigos de la chica la cortaron antes de que pudiera siquiera responder. Evan se rio entre dientes.
– ¡Muy bien, después de la universidad los vere entonces, corazones! – el joven de cabello rubio como el oro y con ojos peculiares que asemejaban un arcoíris (deformidad genética de la familia de su padre) se despedía de su alocado club de fans que tan harto lo tenían ya.
Las chicas lo dejaron luciendo feliz. «Finalmente» pensó para sí mismo. Evan se dirigió a la cafetería, con la esperanza de no tener que lidiar con chicas molestas de nuevo.
A Evan siempre le habían gustado las cosas bellas. Las personas a su alrededor solían llamarlo un niño milagroso cuando era un niño. Tenía ojos del color del arcoíris, mechones dorados suaves como la seda y, por supuesto, una cara hermosa. Sus padres creían que Evan traería suerte a la familia. Y así, el niño fue mimado en exceso y por ello, había terminado podrido. Como resultado de aquellos exagerados tratos, pensó que solo alguien a quien él considerara digno y perfecto sería su compañero. En todos los aspectos, especialmente en su belleza. Y, por primera vez en su vida, sintió que encontró a su igual. Sintió que encontró su otra mitad. Y esa persona es Alba Brown.
Él era de tercer semestre, mientras que Alba era de segundo. Evan se sorprendió de que nunca la hubiera notado durante su segundo año, pero, cuando lo hizo, todo en lo que podía pensar era en ella. Sobre todo, en lo elegante y gentil que se veía, y de cómo nunca miraba en su dirección a diferencia de todos los demás. Esa mujer siempre parecía estar pensando en algo, dándole un toque de exquisita inteligencia que lograba fascinarlo, nunca notaba su presencia, y ello, aunque en parte le heria el orgullo, tambien, lo intrigaba cada vez más y más.
El hombre estaba tan acostumbrado a ser adorado a diario, que pensó que sería lógico que ella hiciera lo mismo. Pero para su consternación, ella nunca lo hizo.
Después de que Evan terminó de guardar sus libros de texto, sacó su teléfono de su bolsillo y lo desbloqueó en el proceso. Se congeló por un momento cuando vio a la persona en su pantalla de bloqueo, y su rostro se convirtió lentamente en una sonrisa. Sus dedos acariciaron la pantalla fría de aquel costoso celular, imaginando que era la piel suave y cálida de Alba.
–Eres jodidamente espeluznante, lo sabes –
Evan levantó la vista de la foto de la jovencita a su compañero de clase, Miguel.
–Si dejas de hacer eso y vas a la oficina del rector ahora mismo, sería genial. El doctor Reyes te está buscando – dijo Miguel López sintiendo repulsión de los actos de Evan. Lo conocía desde hacía años, desde la infancia para ser más específico, y su comportamiento siempre había sido obsesivo y demasiado espeluznante, le tenía algo de miedo a pesar de ser su único amigo.
–¿Qué, estoy en problemas otra vez? – Evan preguntó juguetonamente.
–¿Cómo debería saberlo? – respondió Miguel con fastidio.
Miguel, fríamente giró sobre sus talones y se dirigió fuera del salón de clases. Evan volvió a guardar su teléfono en el bolsillo. Luego, agarró su bolso y fue a la oficina del rector en el otro edificio. Algunas chicas lo saludaron mientras se dirigía hacia allí, y él hizo lo mismo, pero sus ojos y su mente seguían vagando por una mujer en particular. También pasó a propósito por el laboratorio, pensando que ella estaría allí en ese momento, sin embargo, ella no estaba allí.
Tomó otro desvío por el jardín de la universidad, el lugar donde ella solía estar cuando no estaba en el laboratorio. Y para su gran decepción, Alba tampoco estaba allí. ¿Cómo supo él de todo esto? Bueno, siguió a Alba en secreto después de la universidad, haciendo coincidir la hora y el lugar con su horario. Si, quizás, no era apropiado el acosarla de tal manera, pero ella no le había dejado más opción al respecto. Solo había una persona en el jardín, y esa era la hermana menor de Alba cuyo nombre, Evan ni siquiera se molestó en recordar.
La jovencita, que recién entraba tambien a estudiar medicina, sintió sus ojos sobre ella, e inclinó la cabeza hacia él, mirándolo con curiosidad. Evan suspiró y aceleró el paso hacia la oficina del profesor.
Llamó a la oficina del rector antes de entrar. Para su sorpresa y deleite, vio a Alba hablando con uno de los profesores.
Alba miró en su dirección y por un segundo, hicieron contacto visual. Ella le sonrió suavemente y Evan pudo sentir que su corazón latía más rápido. Sintió que iba a vomitar. Cada pelo de su cuerpo estaba de punta, y sintió un escalofrío recorrer su espalda.
«Ella me sonrió. Ella me sonrió. Ella me sonrió. Ella me sonrió». Pensaba mientras sentía su corazón latiendo acelerado. Era la primera vez que su ninfa, le dedicaba una mirada o una de sus dulces sonrisas.
–Ah, Evan, entra – La voz de Reyes, sacó a Evan de su trance, y el embelesado hombre recuperó la compostura y caminó hacia el escritorio de Álvaro Reyes, mientras miraba furtivamente a Alba. Parecía preocupada por la conversación que estaba teniendo con el profesor con el que estaba hablando, y tambien, de vez en cuando parecía un poco incómoda.
Reyes, llamó a Evan solo para elogiarlo y felicitarlo por obtener el puntaje más alto en los exámenes de ese semestre. Evan pensó que el elogio era muy innecesario, pero tenía que verse bien frente a los maestros, especialmente, frente al rector. Aparte de las alumnas, Evan también era muy popular entre las profesoras. Un encanto natural le hacía ganarse a todos a su alrededor.
Alba salió segundos antes que Evan. Pero antes de que Evan pudiera alcanzarla, la perdió de vista. Evan se maldijo a sí mismo y decidió dejar escapar a su presa esta vez.