Dave.
Recojo mis cosas de la oficina y salgo antes de que algún trabajo tonto salga para mí. Esas son las desventajas de ser pasante en una oficina de arquitectos, que eres lo más bajo del escalafón, al menos me da para comer.
Salgo a la fresca noche y me tomo un momento para hacerme a la idea de lo que se viene en las próximas horas: una linda reunón familiar que no tiene nada de linda ni mucho menos de familia.
Busco mi auto en el parquímetro y subo sin mucho entusiasmo. El teatro donde trabaja April no está demasiado lejos, pero el tráfico en las calles a veces puede ser un infierno y el viaje se prolonga el doble.
No sé qué haré cuando vea a April, después de las últimas palabras que me dijo… no estoy seguro de que se alegre de verme, pero ninguno de los dos podía evitarlo. Mi mamá y su papá no han visto la obra de April, lo cual considero una de las cosas más frías que ha hecho Fred con April; porque es su única hija y no fue a la noche de estreno de su primera obra oficial, supongo que tendrá un muy buen pretexto.
El musical de Orgullo y Prejuicio es una obra nueva; un amigo de Alex, el novio de Issa, la produce; y Alex fue que recomendó a April. Aunque no lo necesitaba, porque ella hubiera conseguido ese papel de cualquier forma, así que ya hace algunas semanas que empezaron las funciones y les ha ido muy bien.
Este fin de semana surgió la oportunidad de que Fred viniera a la ciudad por trabajo y mi mamá me dijo que era la ocasión perfecta para que también viniera y visitara a April. Yo sé, y mi mamá lo ha dicho, que hubiera venido al estreno de buena gana para apoyar a April, pero no estaba segura sobre si su hijastra estaría contenta con eso.
El tráfico no es tan malo y alcanzo a estacionarme en un lugar vacío y cercano al teatro. Bajo de mi viejo auto y camino entre la gente, ya hay una fila fuera del teatro para poder entrar, pero no veo ni a mi mamá ni a Fred. Voy a la taquilla y creo que la vendedora ya me reconoce.
— ¿Un boleto en la última fila?
—No, de hecho, no. —Esto es un poco incómodo—. April Wilson me dejó tres boletos aquí ¿Alguien los ha recogido? Quizá están a nombre de David Martínez.
La vendedora busca en los registros y no tarda en darme tres boletos en la tercera fila; así que me formo en la entrada y me mantengo atento por si veo a mi mamá. Es fácil distinguir cuando llega porque no le importa gritar mi nombre enfrente de todos.
—Te he extrañado tanto —dice y me asfixia en un abrazo.
Pero lo acepto de buen modo porque siempre me gusta verla; aunque tengo que agacharme para abrazarla por un tiempo que creo que es demasiado largo. Cuando se despega de mí, sonríe y por fin puedo darle la mano a Fred para saludarlo.
—Llegamos justo a tiempo —dice—. El vuelo se retrasó y luego hubo problemas en nuestra reservación de hotel. April ya debe estar odiándome porque no la vi antes de la obra y no pude mandarle un mensaje a tiempo.
—Ya estamos aquí, Fred. La veremos al final y en la cena podrás disculparte.
—Y no me va a perdonar —asegura.
Se ve preocupado y un poco exasperado; todos conocemos a April y sabemos que estará enojada. Su padre muchas veces no demuestra que se interesa más de la cuenta, pero creo que a pesar de todo siempre tiene buenas intenciones y se esfuerza cuanto puede.
—Llegaron a tiempo, así que está bien. Ya vamos a entrar.
La fila comienza a avanzar y el interior del teatro está más caliente de lo que me gustaría, nos conducen a la tercera fila a los asientos de en medio. El telón aún no se abre y la gente sigue con la silenciosa tarea de buscar su lugar hasta que las luces se apagan y el silencio es absoluto.
No soy actor, pero con seguridad conozco la mayoría de los diálogos de Orgullo y Prejuicio, así como la mayoría de sus canciones, sobre todo las interpretadas por April. Jamás lo admitiré y nadie lo sabe tampoco, pero he asistido a todas las presentaciones de April que he podido; siempre llego justo antes de que las puertas del teatro se cierren para que nadie pueda verme y me siento en la última fila a observar a April durante una hora.
Ella nació para los escenarios, cuando está arriba hace suyo cualquier personaje y obliga a la gente a verla, a prestarle más atención de la acostumbrada. Quizá no tenga el protagónico en esta obra, pero sí uno muy importante. Jean es el personaje más opuesto a April, es una chica callada y bien portada, mientras que mi Apple odiaría vivir en una sociedad donde intentan casarla con el mejor postor. Incluso si ella también lo quiere, llevaría la contra sólo por ganar.
Soy su fan número uno, pero me mantendré detrás del telón, la amaré desde las sombras y seré feliz mientras ella lo sea, gritaré su nombre con las multitudes, pero eso es todo lo que se me permite hacer.
Una hora y cuarto más tarde estamos esperando a April fuera del teatro, Fred ha ido a comprar unas rosas para su hija y nosotros sólo esperábamos que no se demore tanto. Cuando sale le sonríe a su padre y puedo notar que ella está feliz de que por fin la vea arriba de un escenario. Aun cuando no le gustan las rosas porque las cree demasiado comunes; en cambio, sus flores favoritas son los tulipanes amarrados con un listón para no usar plástico o papel que se convertiría en basura.
—Estuviste increíble, hija —le dice su padre mientras la abraza—. Vas a llegar muy lejos.
—Gracias, papá. Qué bueno que pudieron venir.
—Ya era justo ¿no lo crees? —Ahora es turno de mi madre de saludar a April—. Te veías hermosa allá arriba, además cantaste precioso. Felicidades, querida.
April no me mira en ningún momento, pero tampoco es tan grosera como podría serlo, creo que es porque ambos sabemos que no podemos hablar de lo que pasa entre nosotros.
Fred hace notar que, si no nos vamos ahora, perderemos la reservación que hizo en el restaurante. Así que todos nos vamos en mi carro rumbo allí.
Fred toma el asiento de copiloto y mi mamá y April se sientan en la parte de atrás; mi fruto prohibido queda justo en la dirección correcta si miro por el retrovisor.
—Cuéntanos, April… ¿Cómo van las cosas en la obra?
—Bastante bien, las entradas se siguen vendiendo así que yo sigo con trabajo. Ensayamos dos veces a la semana por las tardes y luego los ensayos antes de la presentación, pero todo bien. El director pretende hacer una segunda temporada en unos meses, pero no creo estar en ella, porque normalmente se buscan actores nuevos.
—Quizá tú seas la excepción.
—No lo creo, Mónica, pero no me importa mucho. Esta ha sido mi primera oportunidad en una obra real y buscaré otra cuando esto acabe.
—Y las vas a encontrar. Mi hija es todo menos alguien que se rinda. ¿Cómo va la escuela? No has reprobado ninguna materia, ¿verdad?
—Va bien. Sólo tengo que terminar este semestre y el año que viene para graduarme, no sé si me aterra o me emociona, pero va bien.
Escucho atentamente a April porque es la única forma de enterarme más de su vida sin ser yo el que pregunte exactamente. La veo feliz, pero un tanto incómoda y temo que sea por mi presencia. Sé que le estoy haciendo daño, que de ningún modo merece ser tratada como la he tratado, no he respondido por lo que hice hace unas semanas y debería aclarar sus dudas, pero durante todas las noches antes de irme a la cama lo pienso y no puedo encontrar una forma de explicarme, de acercarme a ella sin volver a ser desterrado del paraíso y esta vez para siempre.
No sé cómo hago para conducir hasta el restaurante porque todo el camino lo único que escucho es a April contar sobre su vida y no puedo dejar de maravillarme con la gran mujer que es y se esfuerza por ser cada día. Sólo miro por el retrovisor un par de veces cuando nadie ve, pero ninguna de esas ocasiones me mira devuelta. Sé que no puedo significar nada bueno para ella.
Una vez en el restaurante agradezco que la mesa sea cuadrada y no toque innecesariamente a April cuando está sentada a mi lado. Me parece muy rara esta situación y me siento tremendamente incómodo; los recuerdos de los momentos que compartí con April llegan a mi mente mientras miro a nuestros respectivos padres y me pregunto: ¿Qué pasaría si algún día lo descubren?
¿Está bien que sigamos compartiendo la mesa cuando April y yo compartimos un secreto que sólo nosotros conocemos? Y, sobre todo, cuando nuestros padres hacen lo posible por integrarnos como una familia. ¿Hasta qué punto debemos ser atrapados en esta farsa?
Mi mamá me saca de mi ensimismamiento cuando me interroga y luego habla y habla de mi próxima graduación, avergonzándome un poco.
— ¿Y hay alguna chica en tu vida, Dave? —pregunta Fred—. Muchos de mi generación se casaron apenas graduarse. ¿Qué hay de ti?
— ¿Sí hay una chica, David? —pregunta mi madre emocionada, aunque si supiera la verdad no se entusiasmaría de ese modo.
Por la esquina del ojo observo a April por si da alguna señal mínima de interés, pero lo único que hace es tocarse el cabello, beber el vino en su copa y recostarse sobre la silla, aburrida con la pregunta. Ella puede ser maravillosa, pero también es una descarada y parte de mí odia un poquito eso.
—No hay ninguna chica —respondo tranquilamente—. No… estoy interesando. Mucho menos en casarme, Fred.
—El compromiso no es para todos —dice April en la misma posición, llena de cinismo en todas sus palabras—. Es obvio que Dave no te dará una nuera muy pronto, Mónica.
Bebe más de su copa de vino y sonríe con maldad. Me divierte, pero también me divierte hacerle la vida un poco complicada.
—Supongo que April tiene razón —concedo por una vez, tranquilo; y eso la toma por sorpresa. Agarro mi propia copa de vino y suelto una bomba antes de beber de ella—. En cambio, April sí que puede comprometerse. Con Spencer, por ejemplo.
April por fin me mira directamente, está furiosa. Como siempre. No me agrada hablar de Spencer y April, pero ella fue quien comenzó y como que tengo curiosidad de saber lo que tiene que decir.
— ¿Quién es ese Spencer, April? —pregunta su padre.
— ¿Desde hace cuánto salen juntos? —pregunta mi mamá, verdaderamente interesada—. ¿Por qué no lo invitas al desayuno de mañana? Así podemos conocerlo.
¡Puta madre! No pensé en eso y ahora tengo que encontrar una buena excusa para no tener que ver a la linda pareja junta.
—Ya no salgo con él —suelta April.
No entiendo nada, porque hace dos semanas ellos dos estaban juntos en el ensayo improvisado de la banda. Claro que muchas cosas pueden ocurrir en dos semanas, pero… ¿Por qué? Ciertamente no quiero perjudicar la relación de April con quien sea; si es que fue por mí.
— ¿Ya no sales con él? —vuelvo a preguntar.
—No.
Sonrío, no porque me alegre, sino porque he detectado su mentira. April es muy buena mentirosa, lo ha sido desde niña, pero hace tiempo encontré cómo descubrirla; siempre alza levemente el mentón cuando miente, como si quisiera retar a alguien a dudar.
— ¿Cuánto tiempo salieron? —pregunta su padre, más como un agente del FBI que otra cosa—. ¿Por qué nunca mencionaste nada?
—Porque no era nada serio.
— ¿Y cuándo terminaron? ¿Acaso hay alguien más en tu vida? —pregunto solamente para molestarla. No sé por qué me gusta.
Mi última pregunta la hace enojar aún más, se incorpora de forma recta y me reclama (porque estoy seguro de que va dirigido sólo a mí):
—No terminé con Spencer. Y no, no hay nadie más en mi vida, nadie que valga la pena para dejarlo. —Acomoda milimétricamente su plato del postre y come un trozo de tarta—. Pero no, Mónica, no pienso invitarlo a nuestro desayuno.
— ¿No me lo quieres presentar? —vuelve a insistir Fred—. ¿Qué hay de malo con él? ¿Siquiera sabes su apellido?
—Claro que sí. —Oh, por Dios, está mintiendo. No puedo creer que no sepa su apellido. Aunque esta vez guardo la información para mí y me pregunto ¿Por qué aceptó salir con él si no puede ni recordar su apellido? Quizá… yo no sea tan despreciable a sus ojos—. Pero no quiero que lo conozcas porque no quiero que las cosas sean demasiado serias. Olvídalo, papá. Estamos en el siglo XXI y puedo salir con quien quiera el tiempo que me dé la gana. Y gracias, Dave. Gracias por respetar mi privacidad y no contarle a mi padre con quién salgo. Mientras voy al tocador puedes decirles quiénes son mis amigos, que no se te pase ninguno.
De inmediato me siento mal por haber sacado el tema de Spencer a la mesa y cuando se levanta quiero ir a pedirle perdón, pero sería una cosa demasiada extraña para todos.
Me paso una mano por el rostro y mi madre y Fred no insisten más en el tema porque saben que April y yo siempre estamos contra el otro (ella más), no creo que les guste, pero es todo lo que podemos ofrecerles.
—Bueno, ya que el tal Spencer no viene —bromea mi mamá—, podemos invitar a tu prima Issa al desayuno de mañana. ¿Crees que pueda?
Me muerdo la lengua para no corregir el uso de la palabra: prima.
—No tengo idea, má. No la he visto y hasta donde sabía estaba muy ocupada o algo así.
—Le diré a April que la llame. ¿Quieres invitar a Mat?
—No puede —respondo, pero es mentira.
Mat no irá a ningún lado al que vaya Issa, no porque no quiera sino por una promesa según él. El muy idiota sufre por Issa varios días a la semana, pero fiel a su palabra la dejó libre. Sé que su situación y la mía no son lo mismo, pero entiendo la parte de sentirse miserable al no poder estar con la chica que te gusta.
Y es aún más difícil si esa chica llega justo a mi lado en este momento, se sienta en su lugar y me ignora el resto de la noche.