Capítulo 2: Corazones destrozados

1162 Words
El frío pavimento simplemente acompaña el sufrimiento que está teniendo Leticia, ella solo desea que sus padres se alegren de lo enamorada que está, no obstante, nada sucede. Leticia entra a su casa y Rebecca su mamá se acerca hacia ella. —¿Puedo saber porque los ojos de mi hija están llenos de tristeza? —Rebecca pregunta, mirando de reojo las expresiones que le hace su esposo Rodrigo. —Tengo demasiada rabia mamá. —Leticia no puede continuar, puesto que miles de nudos se forman en su garganta. —Supongo que tú discusión es por Eduardo, siempre te enfadas por defenderlo a él. —Rebecca le levanta la cabeza a su hija, mientras que Rodrigo no tardará en entrar a la conversación para manipular a su hija. —Eres una mujer demasiado noble, sé perfectamente que la familia es lo más esencial para ti. Mi empresa está a punto de quebrar y de hecho salvarla está en tus manos Leticia. —Rodrigo le agarra las manos a su hija. —¿Cómo puedo ayudarte? —pregunta Leticia, bastante afectada al ver la mirada de su papá. —Solo debes hacer un sacrificio de amor —Rodrigo murmura. —¿Qué papá? Sabes perfectamente que amo a Eduardo—. Leticia mantiene sus dos cejas levantadas. —Todo es muy sencillo, de hecho, es mucho más fácil de lo que tú piensas. —Rodrigo cierra sus ojos, ya que mostrar desespero solo hará que su hija sienta algo de compasión. —Dime papá —Leticia habla ignorando lo que siente su corazón ya que sus pálpitos no la hacen inclinar a absolutamente nada bueno. —Tendrás que casarte con otro hombre, es lo más coherente y de hecho luego me lo agradecerás porque yo estoy precisamente pensando en tu futuro Leticia. Sé muy bien que dices que no lo amarás nunca, pero podría jurarte que él será el amor de tu vida; ningún hombre mantiene tanto brillo en los ojos cuando habla de ti como Marcelo. —Rodrigo mira fijamente a los ojos a su hija, él sabe perfectamente que eso la estremecerá y ella realizará todas sus peticiones, los chantajes que no le importan hacer con tal de volver a tener dinero. —No puedo hacerlo papá —ella dice con su voz melancólica. —En verdad creí que algún día dejarías de ser egoísta, pero me doy cuenta que jamás podrás. —Rodrigo dobla sus cejas. —Sé que ustedes son demasiado importante para mí, pero yo nunca dejaré a Eduardo, el hombre que escogí. Solamente entiende eso papá, ninguno podrá ocupar el lugar de Eduardo no existe hombre mejor que él —Leticia solo levanta su voz quiere ser comprendida. —Pareciera que tus palabras solamente fueran una vil mentira, porque no quiero que solo me demuestres esa lealtad diciéndome lo que tú sientes que yo quiero escuchar hija, desearía que me dieras la probabilidad de cumplirme con todo, recuerda que esto no es para toda la vida, solo será un contrato el cual cuando menos te lo imaginas ya ha terminado. —Rodrigo se lanza a abrazar a su hija, produciendo que los pensamientos de ella cada vez estén mucho más frágiles. —Me juras que esto no será para siempre, que en el instante que se solucione todo podré regresar con Eduardo. —Leticia mira directamente a los ojos a Rodrigo, pero él con toda la frialdad que siente que debe mantener simplemente mueve su cabeza afirmando absolutamente todo. —Ten más confianza en mí, simplemente recuerda que este será nuestro secreto y absolutamente nadie más debe saberlo; delante del público tienes que ser la amorosa esposa de Marcelo, aun cuando quieras ignorarlo en la privacidad de ustedes, ni siquiera Eduardo debe saber la verdad. Quiero que hagas todo esto por mí. —Rodrigo agarra las manos de su hija, afirmando que ella hará todo. —Está bien papá. —Los ojos de Leticia se enlagunan de dolor. La puerta suena y Rodrigo solo se asoma, de reojo alcanza a ver que es Eduardo, tal parece que las cosas se están inclinando a su favor eso es lo único que repite su mente. —Tal parece que te están buscando hija. —Rodrigo agacha su cabeza, fingiendo un dolor que ni siquiera existe. Mientras tanto, Eduardo está muy sonriente con un ramo de rosas en sus manos, apenas alcanza a ver que Leticia se va acercando a él, se lanza como siempre para besarla, sin embargo, ella mueve su cabeza hacia un lado esquivando. —Esas bromas nunca serán tan divertidas —dice entre unas incómodas carcajadas Eduardo. —Obviamente no lo son. —Una lágrima va rodando por la mejilla de Leticia. —Definitivamente que algo te sucede Leticia. Mi amor yo siempre estaré para ti recuerda que te amo. —La sonrisa de Eduardo va desapareciendo, en el instante que nota la indiferencia de ella. —Pero yo no puedo pensar lo mismo, las circunstancias me lo impiden —Leticia dice dejando a Eduardo confundido. —¿Cuáles? —Eduardo pasa saliva. —Llevo mucho tiempo sin sentir algo por ti Eduardo, creo que ya llegó el momento de dejar de mentir. —Leticia cierra sus ojos y solo los aprieta. —Tienes tanta cobardía tú, para no poder mirarme a los ojos cuando me dices eso. —Eduardo empieza a sentir que el alma se le va, solo con las palabras tan crueles de ella. —No quiero hacerte sufrir, por eso mismo quiero ser directa ya mismo porque tal vez después será muy tarde para tu corazón —habla Leticia, dudando del paso que está dando. —¡Tarde! Leticia yo estoy locamente enamorado de ti, creí que tú también mi amor —Eduardo desesperado se va directamente hacia donde Leticia y le agarra sus brazos, él simplemente quiere hacerle entender que solo él es el amor de su vida. —Suelte a mi hija ¿Qué se cree Eduardo? —Rodrigo jala a Leticia separándola de Eduardo. —Sé muy bien hacia dónde se inclinan sus insinuaciones, pero solo le digo que yo sería incapaz de lastimarla a ella. —Eduardo observa a Leticia, quien solo mantiene su cabeza completamente inclinada hacia el suelo. —Todo eso no me consta, recuerde que yo a usted no lo conozco muy bien. Largo ya mismo de mi casa —Rodrigo grita. —Leticia —dice Eduardo. —Tú solamente hazle caso a mi papá, porque yo no te quiero ver más —Leticia habla entre sus dientes. —Espero que te arrepientas de lo que estás haciendo Leticia, antes de irme quiero que tengas demasiado presente que yo te amo. —Eduardo más se demora en dar la vuelta, cuando ya está destrozado y ni sus lágrimas expresan lo miserable que se siente. Leticia no soporta más y se va corriendo, sin embargo, la satisfacción que siente Rodrigo no la cambia por absolutamente nada.
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