Las horas lentamente van transcurriendo y Marcelo solo mira una imagen que tiene en sus manos, jamás le había parecido tan interesante una mujer; precisamente él se está refiriendo a Leticia Santos, ella es la hija de uno de sus socios, sabe perfectamente que con dinero se compra cualquier cosa y no dudará ni un poco en comprar el amor de la mujer que más le está enloqueciendo su cabeza.
—Señor ya citamos al señor Rodrigo Santos, él desea verlo —habla uno de los tantos empleados que tiene Marcelo.
—Hazlo seguir —dice Marcelo, acomodando su abrigo.
—Marcelo, es un gusto verte. Sé que mi visita no te debe agradar mucho, pero honestamente si te necesito. —Rodrigo agacha su cabeza, su adicción por los juegos de azar está a punto de hacerle perder toda su empresa.
—Sabes exactamente que no soy un banco —Marcelo habla muy fuerte.
—Lo sé, pero estoy lleno de desespero. Marcelo comprende que puedo llegar a perder todo. —Rodrigo une sus manos para suplicar una ayuda, sin embargo, Marcelo sabe exactamente que Rodrigo sacrificara lo que sea por dinero y eso es algo que le conviene.
—Yo puedo ayudarte de nuevo Rodrigo, pero no quiero que me pagues con dinero, sé muy bien que jamás podrás pagarme. —Marcelo se coloca de pie y una sonrisa aparece en su rostro.
—¿Entonces? Realmente no estoy entendiendo nada —habla confundido Rodrigo.
—Las cosas son mucho más sencillas de lo que tú crees, solamente quiero que sacrifiques lo más valioso para ti. Créeme que en mejores manos que en las mías no puede estar. —Marcelo levanta su cabeza, demostrando el control que lleva sobre Rodrigo.
—¿No comprendo a qué te estás refiriendo? —pregunta Rodrigo.
—Quiero que me entregues a tu hija Leticia, ella tendrá que convertirse en mi esposa, a cambio de eso tú disfrutarás de una gran fortuna. —Marcelo estira su mano, presionando a Rodrigo.
—Estás hablando de mi hija —dice muy bajo Rodrigo.
—Si no te interesa largo Rodrigo —eleva inmensamente su voz Marcelo—. Piensa en el futuro que le espera a tu familia, tú mismo los estarías condenando a vivir en la miseria.
—¡Acepto! Leticia se convertirá en tu esposa. —Rodrigo sonríe, él se coloca de pie sabe exactamente qué tendrá que obligar a Leticia si es necesario.
—Qué respuesta tan inteligente. —Marcelo le abre la puerta a Rodrigo y él se marcha, Marcelo lo menos que quiere es esperar ya que aquella mujer lo complementará en todos los sentidos.
«Sabía que algún día conseguiría que fueras solo mía Leticia» piensa Marcelo, delirando con Leticia.
Mientras tanto, las cosas para Leticia cada vez son mucho mejor, su corazón tal parece que carga una inmensa emoción solo al estar cerca de su novio. Eduardo Bermúdez un pintor como ella, él hombre que ha sido más especial y romántico.
—Mi amor. —Eduardo corre hasta donde está Leticia, levantando su cuerpo en el aire y dando unos giros, mientras que ninguno de los dos deja desaparecer de su rostro una sonrisa que se expresa de oreja a oreja.
—Sabes que ese romanticismo que sale de ti es el que me tiene tan enamorada, en estos meses que llevamos juntos me he dado cuenta que te amo como a ningún hombre en la vida —Leticia habla observando a los ojos a Eduardo.
—Qué alegría eso mi amor, porque yo también tengo mi corazón a punto de estallar por ti. Leticia quiero hacer las cosas realmente como son, déjame pedirle la mano a tu papá; puesto que lo que más yo deseo es hacerte mi esposa. —Eduardo le toma las dos manos a ella, Leticia suspira puesto que uno de sus más grandes sueños es estar vestida de blanco para el hombre que tanto ama.
—Si así será, sé que mi papá aceptará, no existe nada más importante para él que mi felicidad. —Leticia se acerca y besa dulcemente a Eduardo.
—Entonces no quiero esperar, porque estar separado de ti es un tormento para mí. —Eduardo demuestra el gran impulso que tiene.
—Lo sé, solo que me debes esperar y hablaré con él yo primero —dice Leticia, ella aun sabiendo que todo será un desafío está dispuesta a luchar por amor.
—Lo vas a convencer para que me acepte, siempre he notado que no le agrado, mi amor sé que tengo mis bolsillos completamente desocupados, sin embargo, te juro que algún día te daré absolutamente todo. —Eduardo solo busca que ella confíe un poco en él.
—Confía en mí —susurra Leticia.
—Me prometes que vas a estar solo conmigo, que lucharas contra el que sea por nuestro amor —dice Eduardo.
—! ¡Si, mi amor! —exclama Leticia y se va alejando de Eduardo, dejando salir miles de suspiros de sus labios todo por el amor tan explosivo que está sintiendo.
Leticia observa hacia alrededor y ve que su papá acaba de llegar en el auto, algo que es bastante raro, no obstante, ella le sonríe y se dirige hacia donde el, entretanto Rodrigo mantiene su mente atrofiada; intentando convencerse él mismo que todo será por el bien de su hija, ya que un mejor esposo que Marcelo no encontrará.
—Papá no sabía que vendrías por mí, en verdad me sorprende. —Leticia sube al auto.
—¿Acaso no te agrada? —pregunta Rodrigo.
—¡Obviamente que sí! ¿Tienes algo? —Leticia siente que algo extraño pasa con su papá.
—Tenemos mucho que platicar, solo quiero que todo sea al frente de tu mamá. —Rodrigo se mantiene inexpresivo.
—Yo también con ustedes —habla emocionada Leticia.
—Espero que no sea una de tus tantas locuras con ese tipo, sabes exactamente que Eduardo no está a nuestra altura. —Rodrigo aprieta con gran fuerza sus manos, siente demasiada presión y aun cuando sea obligada los pensamientos de su hija ahora solo se deben inclinar hacia Marcelo; Leticia se cruza de brazos y no pronuncia ninguna palabra hasta el momento que llegan a la casa.
Rodrigo estaciona su auto y Leticia sale corriendo, los ojos de ella se colocan completamente vidriosos al sentir que nadie puede comprender lo que siente su corazón.