Capítulo XXV: Siempre… Siempre

1177 Words
El joven de gafas se había encargado durante la mañana de toda la tienda de su abuela, pues la vieja estaba durmiendo un poco más de costumbre lo que a ojos y sentidos de Harry es lo mejor al ser una adulta mayor que normalmente duerme poco. Se había dispuesto a organizar y limpiar los regalos de la tienda, al ser dirigida a usuarios con intereses en entregar presentes a familias, amigos o pareja, deben siempre estar relucientes. Repentinamente, entre ensimismamiento con los jarrones de porcelana la campana de la tienda se escucha repentinamente y después de un largo rato esta se cierra. “Vaya, son muchos”, piensa sonriente y voltea rápidamente. —Me disculpan la tardanza, ¿hay algo en lo que les pueda…ayudar? —Buenos días. —sonríe ladina aquella mujer imponente. —Nos interesa comprar. —señala al grupo de personas tras ella. Constaba, probablemente ante las suposiciones Harry, de los guardaespaldas de la Madtsoia vestidos de civiles. —¿Esa es tu excusa para venir a joderme la existencia? —pregunta sin expresión alguna rojo hasta las orejas por la irritación creciente. —A ver, Tomatico, solo hemos venido a comprar, es todo. ¿Cierto muchachos? —Sí, señora. —dicen al unísono. —Imbéciles. —dice entre dientes. —Váyanse de mi tienda. —tira su pañuelo al suelo impaciente. —¿Puedo comprar esto? —Una mujer guardaespaldas, bastante atractiva y de cabello rubio observa con ojos brillantes un elefante de porcelana dorado. —¿Cuánto cuesta? Creo que a mi hijo le va a gustar. —Qué bonito. —Uno de cabello verde le arrebata el elefante. fascinado. —Véndamelo a mí. —Pendejo busca el tuyo. —Lo arrebata. —Basta, deja que tenga el elefante y ve a buscar otra cosa. —Inconscientemente, Harry regaña al de cabellos verdes que asiente avergonzado y va junto al resto de los muchos a buscar otro presente. —Juro que si rompen algo, les cobraré el doble. —amenazante los observa. Los presentes asienten rápidamente. Harry respira hondo y abochornado se percata de lo que acaba de hacer. —¿Puedo comprar también? —pregunta embelesada mientras lo ve. —No, lárgate. —camina rápidamente para colocarse tras el mostrador. —Pero sí solo… —¡Ah! Harry, desesperado y lleno de temor, reacciona instintivamente ante el estallido ensordecedor de los disparos provenientes del exterior entre gritos desesperados y temerosos. Las lágrimas poco a poco empiezan a salir mientras el sonido de las ventanas rotas y las personas de las calles gritando aterrorizadas invaden sus oídos. “¿Qué está pasando?”, se pregunta angustiado en silencio mientras solloza. —¡Feliz día, perra! —grita a lo lejos una mujer con dientes negros y mirada enloquecida. Esta sube rápidamente a un cuatro por cuatro huyendo de la zona rápidamente entre carcajadas. —¡Carajo, son los italianos de mierda! —grita enfurecida. —¡¿Están bien?! —¡Sí, estamos bien señora! —grita el líder del grupo. —Llamaremos al resto para que vengan a limpiar la tienda y localicen a esa maldita loca. Debe ser la prima del hijo de Juan Pablo. —Carajo. —masculla agitada. —¿Dónde está? —sus ojos se abren alarmados, cortando la respiración al percatarse de que Harry no se encontraba a la vista. —¡¿Harry?! —grita preocupada mirando por todas partes y sacudiendo los vidrios de su espalda. —Harry. —se acerca con rapidez al joven que abre sus ojos asustado. —¡Aléjese! —grita agitado y sudoroso. —Harry, soy Ellinore. —toma sus brazos con suavidad. —Espera. —¡No! —Trata de zafarse con todas sus fuerzas del agarre de aquella mujer que lo mira llena de preocupación y sorpresa. —Harry, escúchame. —trata de tocar su rostro, causando que el de gafas torcidas llore con más fuerza. —Estás temblando, por favor, mantén la calma. Mírame, ¡Harry! —grita finalmente, despertando al joven de su terror psicológico y atrapando aquellos ojos celestes asustados. —¿Ellinore? —pregunta tembloroso y aturdido. —Sí, soy yo, soy yo… —acaricia su mejilla con suavidad. —Tranquilo, todo va a estar bien. —acerca su rostro al contrario. —Tranquilo. —observa aquellos ojos celestes que la miran con suavidad, mientras su respiración se regula poco a poco. —Eso es… respira, respira. —acaricia su labio con el pulgar sin darse cuenta. —Tranquilo. —se atraganta al ver aquellos labios entreabiertos. —Oh… mierda… —se curva y apoya la cabeza en el piso repentinamente. su mano derecha tiembla y terriblemente alarmada esconde la misma, para luego respirar profundamente y pararse de repente. —¡Muchachos!... llévenlo al hospital, iré tras ustedes después. —¡Sí, señora! —Adiós. —dice apenas audible. Con pasos apresurados, su mirada evita encontrarse con la de los demás presentes, mientras su mente se llena de pensamientos perversos, sucios y extremadamente eróticos, “Mierda”, piensa y acaricia sus cabellos al entrara al auto parqueado al frente de la tienda, “Carajo”, acaricia su rostro con frustración. —Acabo de tener un orgasmo. Por Dios. —Lanza un suspiro y gruñido lleno de frustración —¡Mierda!, ¿qué me pasa? —acaricia su frente sudorosa. —Mabel. —alza la voz dentro del auto. —¿Señora?, ¿qué necesita? —¿Dónde está mi hermano? —Está en camino a la reunión con los florencianos, señora. —¿Qué? —Sí, según mis datos están en camino a la reunión con los florencianos. —¿Los italianos? —Sí, señora. —Carajo, Mabel, asegúrate de que Harry llegue al hospital y reciba tratamiento, acosa a mi gente, ¿de acuerdo? —Sí, señora, me haré cargo de ello. —Bien. Manos a la obra. Con rapidez salta a la parte del piloto y enciende la máquina llena de adrenalina. Sus manos se aferran con fuerza al volante mientras sus ojos brillan con una determinación intensa. —Acabo de tener un orgasmo después de un tiroteo, ¡Ellinore Rockefeller, ¿qué mierda de pasa?! —se grita a sí misma. El motor del auto ruge con potencia, listo para responder a la furia de la temida Madtsoia. Con un giro brusco del volante, acelera con determinación, dejando atrás una estela de velocidad y adrenalina pura. Demuestra habilidades de conducción ágiles y precisas, maniobrando el auto con destreza entre el tráfico, evitando obstáculos con movimientos rápidos y calculados propios de un soldado de alto mando en tierra firme. Su habilidad al volante es impresionante, reflejando años de experiencia en los combates de tierra y la marina, a pesar de su corta edad. ¿Pero es propio que Ellinore se enfurezca en pleno centro? La respuesta: No. Aquella mujer de presencia imponente estaba sufriendo un descontrol emocional y el culpable del mal funcionamiento de esos engranajes es nada más y nada menos que Harry Connor Williams.
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