Todas Las Lágrimas Que Derramé: Capítulo I

1545 Words
El empresario más temido de Belfast se encontraba inmerso en una semana caótica y estresante, donde su agenda revienta de compromisos y su lista de tareas parece interminable. Sí, definitivamente la vida de un Rockefeller no es para todo el mundo, ¿te atreverías a manejar sus franquicias sin enloquecer al terminar el día? Desde el lunes hasta el viernes, se ve atrapado en una carrera constante, tratando de cumplir con todos los plazos y expectativas de las empresas aliadas. Si bien lo ha logrado con éxito, los tres días faltantes lo estaba enloqueciendo y sobre todo la tan esperada reunión con los miembros de Los Paladines del Norte, ahí probablemente liberaría su rabia e ira, como hace de costumbre cada vez que algo sale mal con su gente. —Paul, Mauro, Lilian, váyanse. —dice sin alzar la mirada a quienes lo observan esperando su orden para retirarse, ansiosos. —Dije que se vayan, ya terminaron hace 10 minutos, lo sé —tensa su mandíbula, irritado, mientras firma papel tras papel. —Largo de... —Sencillamente, diles con amabilidad que se retiren. —con una mirada llena de total desaprobación, se acerca a los tres empleados que sonríen resplandecientes al ver a Hans. —Hola, ¿cómo están? —saluda con dulzura, como es habitual. —Hola, señor Hans, hace rato que no lo veíamos. —También he estado muy ocupado en la oficina interna. Ya saben, trabajar para ese tipo de allá atrás no es fácil. —sonríe suavemente. —Vamos a comer, yo los invito. También saldré a descansar. —De acuerdo. —el más joven del trío sonríe ligeramente pálido al ver los ojos estupefactos del magnate multimillonario. —C-Claro. —Señor Hans, ¿terminó...? —Sí, terminé todo el papeleo de anoche y de esta mañana, incluso verifiqué las firmas y las envié a la cámara de comercio. Además, tienes 3 llamadas pendientes por responder a aduanas. —dice sin voltear ni un segundo, explicando todo rápidamente y claro. —Ahora, ¿vamos a comer, chicos? —camina con ánimo. —Vamos, ¿qué esperan? —Sí. —responden al unísono y salen tras aquel chico retador de ojos cafés. Pocos segundos después, él cierra las puertas tras ellos con fuerza. —Carajo, ¿ahora esto? —El de ojos violetas aprieta sus cabellos dorados con frustración. Hace dos meses, la empresa ha estado en pleno auge de contratación y renovación de contratos, lo cual al final terminaría por perjudicar la relación de Hans y Ansgar. Sin saber cómo manejarlo, Ansgar ignora al chico de tal manera que ni siquiera le dirige los saludos comunes. Incluso se ha olvidado del sexo y eso si bien no perturba a Hans, sí se siente más furioso y sensible al saber que Ansgar ni siquiera ha vuelto a dormir en la habitación después de la primera semana de trabajo y cumplimiento de la agenda empresarial. Aunque faltan solo tres días para que todo termine, las cosas están muy tensas entre ambos. Sin duda alguna, Hans es un genio de la organización y el análisis financiero. Incluso ha logrado salvar a muchos grupos de ser despedidos debido a errores que a su consideración ni un niño cometería. Además, esto ha estabilizado su humor al poder ocuparse de otras cosas y finalmente poner en práctica todo lo aprendido en clase y en las pocas prácticas que tuvo. —Señor Hans. —No me digas así, dime Hans o Siu. —Es que usted... —No lo digas. —alza su mano y toma un sorbo de su malteada. —Sea lo que sea, nada tiene que ver con mi puesto de trabajo en esta empresa. Soy un empleado como ustedes, cometo errores y también acierto. No me traten como si fuera el protegido del príncipe de Persia. —ríe y los demás le acompañan momentos después. —Relájense. —De acuerdo, Hans. —recalca la morocha de ojos azules, Lilian. —¿Podemos chismorrear? —Sí, sí pueden. —les mira sospechosamente. —¿Por qué está tan enojado con él, señor Ansgar? —Porque es un cascarrabias. —Y mandón. —agrega el rubio, el más joven del grupo, Mauro. —Cualquier cosa lo hace enojar. —Es cierto. —Hans ríe al recordar hace un par de meses a Ansgar, el de ojos violetas—. Eso es totalmente cierto, nada nuevo. —Pero saben, es una buena persona. —asiente pensativa Lilian. —¿Sí? —Sí, bueno… Sé que está bastante malhumorado y demasiado demandante, al punto en que te imaginas golpeándolo con las carpetas, pero… —mira a los lados y se acerca a Hans, todos imitan la acción. —Él me salvó la vida. —Uy, a mí también, pero me da mucha vergüenza decírselo, además nunca nos habíamos sentado a hablar así, pero se siente muy familiar, como si nos conociéramos. —susurra. —Es cierto. —chilla emocionado Paul. —Es raro. —susurra. —Sí. —Lilian sonríe. —Bueno, lo que quiero decir es que mi novia, ella, me maltrataba —dice aquello con un deje de nostalgia. —Ansgar, en ese momento, fue hasta mi casa y lo vio todo, me sacó y me llevó al hospital. Fue vergonzoso… pero después de todo yo solo lo veo como el hermano que me hizo falta tener. —mira a todos con ojos afables, conmovida. —Lamento mucho eso, Lilian. —suspira Paul. —A mí… me pasó algo con las drogas, debido al estrés. —¿Ya estás mejor? —Lilian toca el hombro de Paul. —Claro, claro, gracias a Ansgar. Me dio la regañada de mi vida, fue cruel, pero… luego me dijo que me enviaría a un lugar de paso. Pagó todos los gastos. Comida, medicinas, todo. Incluso iba a visitarme una vez por semana con su cara de piedra, pero iba —todos ríen. —Lo sé, es gracioso, pero… verlo cuando mi propia familia solo me aisló y desechó, fue como ver a mi familia, y aún lo sigo viendo así. Qué deprimente. —No, no lo es. —dice Hans, pensativo y con las orejas ligeramente sonrojadas. —¿Y tú? —mira a Mauro, quien rasca su nuca. —Es algo que quizás al señor Hans ya no le parezca nada nuevo. —respira hondo y levanta la mirada para cerciorarse de que nadie más se encuentre cerca. —Usted y yo sabemos que la mafia aquí es dura… —mira a todos y ellos asienten suavemente. —Bueno, yo soy huérfano, lo he sido siempre. Mis abuelos fallecieron cuando tenía 15 años y desde entonces vivo solo. El punto es que logré superar todo, la depresión, la hambruna, todo, hasta que llegué aquí como pasante y es lo mejor que me ha pasado en la vida. Pero hace tres años, hubo un hombre, del cual no quiero mencionar su nombre… —se remueve incómodo. —Es de origen japonés y vino a esta empresa a hacer otro tipo de… “Negocios”. Fijó sus ojos en mí y, sin que el señor Ansgar lo supiera, empezó a acosarme día tras día hasta que sufrí un ataque de pánico tan fuerte que Ansgar me citó en su despacho. Le conté todo y se fue en silencio del lugar. —cierra sus ojos. —Recuerdo que pagó todo mi tratamiento y sin darme cuenta, me enteré de que el mismo día en que pasé por todo eso, el ataque de pánico, quiero decir… ese tipo no volvió más a la empresa. No dudo que ni siquiera esté en el país. —¿Qué le pasó? —pregunta Lilian con curiosidad. —No lo sé, y no quiero saberlo. —suspira y vuelve a sonreír suavemente. —Señor Hans, sabemos que Ansgar es lo más parecido a un ogro muy gruñón y despiadado, pero… él es una buena persona. No trato de justificarlo, sino que quizás hay cosas que deba enseñarle. Mírelo, es tan joven, solo tiene 24 años y tiene todo esto, por Dios, es un niño. Me salvó la vida a mí también, o quizás me salvó de ser secuestrado, abusado sexualmente por ese maldito loco, pero sigue siendo un joven que perdió su juventud y lo único que le queda es demostrar, incluso a usted, que es capaz de manejarlo todo, pero también que comete errores. Sea lo que sea que esté pasando entre ustedes, espero que puedan solucionarlo, hablarlo. Retar a un retador no es lo más adecuado. —Gracias. —asiente Hans suavemente. —Es solo que me ha estado... —¿Sí? —preguntan al unísono. —Me ha estado ignorando durante dos meses. —Hasta yo me enojaría. —Paul acaricia su frente. —¿Se lo has hecho saber? —pregunta Lilian. —Sí. —acaricia su cabello incómodo. —Ya le dije, retar a un retador no es una buena idea. —insiste Mauro. —Bueno, bueno, ya debemos volver al trabajo. —se levanta rápidamente, sonrojado. —Cuéntanos los detalles después de que hables con Ansgar. —Paul camina supuestamente de manera tenebrosa. —Buju. —Exagerado. —todos ríen sin dejar de ver la pésima actuación de Paul.
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