Capítulo XXXIII: Carreras de motor

1324 Words
—Ellinore, oye, cálmate. —Con manos temblorosas toca sus hombros al ver aquella sonrisa que emerge e intensifica la oscuridad en sus ojos. —¡Ah, Ellinore, espera! —No. —dice ansiosa cargando al chico en su hombro de repente. Camina rápidamente cruzando la calle sintiendo los golpes suaves del chico en su espalda. Con prisa abre la puerta del auto dejándolo caer al interior. —Ellinore, escucha... —Ya no podrás decirme qué hacer. —relame sus labios y una chispa explota en sus ojos maliciosos. Sus labios chocan agresivamente entre gemidos y jadeos, el mundo se desvanece a su alrededor y solo aquellos labios expertos, carnosos, húmedos y deseosos de marcar aquel cuerpo, hacen presencia, llevando al límite al de ojos celestes que gime, sintiendo ardor en sus labios y el ligero sabor a sangre que emana de su comisura. El beso es apasionado y lleno de fuego, transmitiendo toda la intensidad que emana de la oscuridad que en la mente de la azabache se crea, imaginando todas las maneras en que podrías tomar al chico y llevarlo al límite en el sexo. Sus manos ansiosas acarician los glúteos de aquel hombre tan hermoso y angelical hasta llegar a su pene y apretar sobre la ropa descaradamente, causando un temblor violento y placentero en el contrario que jadea con fuerza, desquiciando por completo a la cascabel negra que lo consume. —Ah... Ellinore... —gime extasiado y abrumado. De repente, siente aquellas manos acomodándolo con desespero en el asiento trasero y colocando el cinturón de seguridad. —Sostente, cariño. —¿Qué? —pregunta aturdido, hecho un desastre. —Te ves tan lindo. —besa nuevamente sus labios profundamente y se aleja de repente, saliendo de la parte trasera para tomar el control del asiento delantero, empujando al pobre Freddy a la calle. —Hola, Freddy. —entra y da un portazo. —Adiós, Freddy. —sonriente, se despide del hombre que observa con la cara arrugada y adolorido. El motor ruge como una bestia salvaje, impaciente por ser liberado. La mujer ajusta el volante con seguridad y aprieta el acelerador con decisión, sintiendo cómo el poderoso motor responde instantáneamente. —¿Listo, Príncipe? —pregunta, devorando al chico con la mirada a través del retrovisor. Harry siente un golpe de calor repentino y cierra sus piernas instintivamente, abrumado por la picazón en su cuerpo. Ellinore lo mira y sonríe junto a un jadeo. —E-Ellinore, debes calmarte... —ruega con voz temblorosa. Gime de repente al sentir una punzada fuerte y extraña en la punta de su pene, llegando al orgasmo y mojando sus pantalones. Sube la mirada ligeramente pálido y trata de alcanzar el hombro de la mujer con su mano. —Espera... ¡ah! —Ni una mierda. Pisa el acelerador junto a una sonrisa llena de adrenalina. El auto acelera con fuerza, empujando al chico de ojos celestes hacia el asiento y golpeándolo contra el respaldo. Su corazón late rápidamente, sincronizado con el estruendo del motor y la adrenalina que recorre sus venas de manera repentina ante el peligro y el deseo latente de aquella mujer de ojos sobreexcitados. —¡Ah, Ellinore! Grita aterrorizado y, al mismo tiempo, lleno de éxtasis. Es una combinación peligrosa para su cuerpo. Entre los movimientos violentos y ágiles del auto, su cuerpo se estremece con cada golpe y rugido del motor. Ellinore se detiene en medio de la carretera para ganarse los gritos e insultos de los conductores. —Ellinore. —jadea, hecho un desastre y sudoroso. —Qué sexy te ves... —La Madtsoia relame sus labios y sonríe después de atrapar aquellos ojos celestes excitados y asustados. —Te ves tan inocente, pero te encanta el peligro, ¿verdad? —aprieta el acelerador del auto, haciendo chirriar los neumáticos contra el pavimento y provocando que aquel auto todoterreno se estremezca, tocando los puntos más sensibles del joven. —¡Ah! —gime con fuerza, sorprendido de sí mismo. Tapando rápidamente su boca, teme subir la mirada y encontrarse con aquellos diamantes violetas. —Mierda, ¿por qué mi apartamento está tan lejos? —masculla, tratando de aguantar las ganas de consumir a aquel conejo blanco en la parte trasera del auto. —No está mal si lo hacemos en el auto un día, ¿verdad? —pregunta al chico, quien se sonroja intensamente y se esconde como puede dentro de la sudadera, avergonzado. —Dios, lo pensaste. —ríe a carcajadas y acelera nuevamente, abriéndose paso entre los autos. Finalmente, 15 minutos después, a toda velocidad sobre las calles, desde la oscuridad de la noche, se impone con elegancia The Obsidian Heights Apartments, el conjunto residencial más prestigioso de Belfast. Fue construido por los hermanos Shelby en 1893 y ha perdurado con evidentes cambios y modernización a lo largo del tiempo. No es un secreto que alguna vez albergó a los peores asesinos asquerosamente ricos de la época, pero nunca perdió su buen nombre después de que uno de los hermanos decidiera acabar con todas las basuras que se albergaban allí como ratas de alcantarilla. Las luces tenues que iluminan el edificio resaltan la fachada de vidrio oscuro y, en medio de la noche estrellada que empezaba a derramarse sobre el mismo, da la impresión de que solo un nido de serpientes cascabel pisa las baldosas de aquel lugar. "¿Dónde estamos?", se cuestiona el de ojos celestes asustado, apretando sus puños sobre el asiento. Relame sus labios y muerde su labio inferior, ansioso. Por unos segundos, mira a través del espejo hacia arriba y contempla fascinado los reflejos sutiles de las luces de la ciudad que danzan en su superficie, creando un efecto hipnótico y misterioso que revuelve su estómago de manera agradable. —Ellinore... —vuelve a sonrojarse intensamente, sintiendo su corazón a punto de estallar. —Ell... —¿Sí? —pregunta sonriendo, socarrona. —¿Qué... me harás? —pregunta tembloroso, sintiendo su entrepierna caliente. —¿Qué te haré? —baja sus ojos lentamente hasta captar el ligero movimiento en la entrepierna del chico. Luego, alza su mirada oscurecida y sonríe con suavidad. —¿Por qué mejor no preguntas qué no te haré? Impaciente, detiene el auto cerca del estacionamiento de la residencia. El guardia de seguridad no tuvo que pedir verificación al verla, solo dejó que los interruptores hicieran su trabajo y dieran paso a la mujer que entra a toda velocidad al estacionamiento del lugar. —Ellinore, h-hay que entrar primero —retrocede al ver que esta se quita el cinturón de seguridad, baja y rodea el auto, abriendo la puerta para encontrarse con la mirada lujuriosa pero temerosa del chico. —Mierda, cómo me miras. Ellinore se acerca rápidamente a Harry y, con brusquedad, toma su cintura, causando que este chille de la sorpresa al ser acostado rápidamente sobre el asiento trasero. Sus ojos se encuentran, y en ese instante el tiempo parece detenerse, los jadeos lentos, calientes e intensos chocan uno con el otro y por un momento, Ellinore jura haber visto hermosos corazones negros, pequeños y excitados en aquellos ojos celestes que la observan y desatan en ella la perversión en su mente. Con pasión y deseo, besa con hambre y desesperación los labios ajenos, dueños de gemidos y jadeos. La azabache agarra las nalgas del joven y lo sienta sobre sus piernas en un movimiento rápido, pero seguro, evitando que este golpee su cabeza contra el techo del auto. ¿Dato curioso? Nunca hizo esto con nadie. ¿Cuidar de golpes seguros a sus parejas sexuales? Jamás. ¿La diferencia ahora? Ha gritado al mundo, sin permiso del pequeño conejo, que es de su pertenencia. —Te haré gritar de placer —dice jadeante cerca de aquellos labios húmedos e inflamados. —Abofetéame todo lo que quieras —sonríe con descaro al ver aquellos ojos húmedos y deseosos. —Tanto como quieras, conejito.
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