SR. ANSGAR ¿QUÉ ES EL AMOR?

Parte dos: Capítulo X: La noche es joven

Durante la próxima hora gemidos, jadeos y lágrimas llenas de placer se hicieron presentes en aquella residencia, específicamente en la habitación del joven Hans. Sexo salvaje sin duda, con tres rondas no le bastó al lobo blanco y una hora fueron suficientes, aparentemente. El suave resplandor de la mañana se empezó a filtrar a través de las cortinas entreabiertas de la habitación; Ansgar al ver dormido a su amante decidió abrir un poco la ventana para que el olor a sexo candente saliera del lugar, tiñendo rápidamente la habitación de tonos cálidos y suaves.

—Lindura. —Llama con suavidad el rubio alborotado. El sonido de los pájaros que canta fuera de la ventana se mezclaba con la suave respiración de Hans, que, molesto se remueve y se arropa mucho más, pese a ello, se despierta lentamente, con los ojos entreabiertos, y se encuentra con la mirada amorosa de Ansgar.

—¿Buenos días, otra vez? —susurra con una sonrisa que iluminaba su rostro y sacan una suave carcajada del castaño.

Hans asiente con una sonrisa adormilada y se estira perezosamente, hundiendo en el pecho del rubio que con suavidad sostiene la cintura del chico y lo acomoda en su pecho.

—Lindura, hay que prepararnos para tu reunión de mañana.

—No hablemos de eso ahora. —lanza un quejido, apresado.

—No, señor, hay que hacerlo. —se acomoda y mira su sus regordetes. —Dios qué hermoso eres. —besa su ojos derecho y luego ataca el resto de su rostro. Hans lanza un chillidos y ríe.

—Para. —aleja su rostro mientras ríe, mira con suavidad al rubio que besa la palma de su mano. —Está bien. —suspira.

—Es importante para ti, para mí también la verdad es que la oferta que les diste es infalible para generar dinero en poco tiempo. —Ansgar sonríe y se acomoda, acariciando el rostro de Hans con ternura. —Eres un pequeño genio, la verdad nunca pensé en invertir en esos negocios.

—Porque eres don arrogante y los viste como hormigas.

—Dios, ¿me estás insultando? —pregunta con ofensa fingida.

—Puede ser. —ríe con suavidad, causando palpitaciones en el lobo blanco. —Sé que es muy importante, pero todo está listo, solo que… —se sonroja de repente y baja su mirada avergonzado. —...quiero pasar un rato más aquí contigo. —le mira con suavidad, atrapando aquel corazón suave debajo de aquella caparazón negra.

—Entiendo. Pero después de manosearte un poco, nos pondremos manos a la obra, ¿de acuerdo? —Ansgar sonríe con suavidad y picardía.

—Nada de manoseo, ya tuviste suficiente. —dice con suavidad mientras se levanta con cuidado. Acaricia su espalda y suelta un suave quejido, y avergonzado, trata de cubrirse.

—Ya lo he visto todo. —sonríe con sorna y abraza al chico, dando besos suaves en su mejilla.

—No te burles. —golpea su abdomen.

—Al menos la reunión será de pie. —ríe con suavidad, mientras Hans trata de huir.

Después de una hora duchándose y dándose mimos, deciden empezar a preparar algo para desayunar juntos. En la cocina, Ansgar preparaba con esmero unos huevos revueltos con queso mozzarella, tomate, perejil y tocino.

—¿Cómo estuvo la reunión con el diseñador para la presentación de las telas que importarán a Japón? —preguntó Hans, mientras cortaba algunas frutas frescas, ligeramente distraído. —Recuerdo tu itinerario así que… —toma una fresa la revisa y comienza a cortarla.

—Fue genial, el hijo de perra preguntó por ti. Estoy seguro de que la presentación visual le encantó y me refiero a tu lindo rostro entre los integrante del grupo encargado del proyecto. —Ansgar sonríe al ver las orejas sonrojadas del castaño mientras mueve con gracia los ingredientes en la sartén.

—D-deja de decir, t-tonterías. No es cierto.

—¿No me crees? —se acerca por detrás, rodeando la cintura del castaño con afecto. —Primero, gracias por encargarte de eso. Eres increíble en todo lo que haces y segundo, no, no miento cuando digo que preguntó por ti, y debo decir que sus ojos estaba preguntando por algo más. —gruñe con suavidad y apaga la estufa.

—Igual a mí me gusta un solo hombre, así que ese tipo puede pensar lo que quiera. —se encoge algo avergonzado y vuelve a mirarlo para abrazarlo. —No te enojes, tonto.

—Mi enojo ya no dura ni 5 minutos por tu culpa, señor Hans. —dice con suavidad y suelta una pequeña risa. —Por cierto, Harry se fue con Ellinore, es decir lo eché, pero Ellinore lo estaba esperando esta mañana... ahora que recuerdo debe estar en una reunión con empresarios tailandeses por la tarde, la tengo que llamar, pero tengo miedo de que… —frunce el ceño pensativo. —Qué Dios tenga piedad de su alma. —dice dramático y serio.

—Deja de decir eso. —ríe a carcajadas. —Pervertido, no todos viene en la mañana y… —cierra su boca sonrojado hasta la punta de las orejas, al darse cuenta de lo que iba a decir. —Nada, nada.

—Oh, no, dilo, Hans. —dice, cosquilleando el estómago del más bajo.

—No, basta, —ríe y sale huyendo rápidamente.

—Hans, ven aquí. —sale tras él atrapándolo y cayendo sobre el colchón de aquella habitación cálida y luminosa.

Por otro lado, Ellinore se encuentra sentada frente a Harry en la mesa para desayunar que no habitúa a usar, bueno, prácticamente nunca la usaba. Su mirada intensa, aunque con expresión tranquila, reflejan un intenso interés mientras observa cada movimiento de Harry, incluso el movimiento suave de las largas pestañas del pelinegro la estaban descolocando de a ratos. Por otra parte, Harry, juguetea nerviosamente con el tenedor y las frutas del plato, “Por Dios, ¿yo qué hago aquí? Me arrepiento”, piensa ligeramente angustiado, sintiendo los penetrantes ojos de Ellinore clavados en él. Ciertamente, la imponente presencia, combinada con la calma que irradia la temida Madtsoia, crea un aire de anticipación que hace que el temeroso Harry se sienta cada vez más incómodo. Sin decir una palabra, Ellinore continuó examinándolo, como si pudiera descifrar sus pensamientos con una sola mirada.

—Está bien, basta, Ellinore, ya deja de verme así, por favor. —dice con voz temblorosa.

—Está bien. —lanza una suave carcajada y levanta sus manos en son de paz. —Hablemos. —sonríe con picardía y relame sus labios con suavidad.