Capítulo X :Algo sentimental.

1521 Words
—Mabel, mantén las puertas del ascensor abiertas. —dice con suavidad sin dejar de ver al joven que empalidece poco a poco y aprieta sus manos, asustado. —Mabel, pon algo del repertorio. —Lo que usted diga señor, será al azar. Hans tiembla ligeramente, sintiendo sus labios secos y fríos. A pesar del temor latente en su interior, se permite dejarse llevar por la melodía envolvente de Only Forever interpretada por Bing Crosby. Cada nota se desliza suavemente por el aire, acariciando su alma inquieta. Los versos entrelazados con la música calman su ansiedad, como un bálsamo para su espíritu lleno de miedo por la oscuridad que desea formarse ante sus ojos. Sus ojos, cargados de temores y anhelos, se encuentran con la mirada serena y tierna de Ansgar, quien observa con delicadeza cada gesto y movimiento de Hans desde arriba. En ese instante, el tiempo parece detenerse, y en medio de la oscuridad del ascensor, una luz tenue y cálida los envuelve. La música se convierte en un lazo invisible que los une, diluyendo los miedos y creando un momento de paz y conexión. Hans se abandona a las melodías que le susurran al oído, permitiendo que sus emociones se desplieguen con cada acorde. Dejándose llevar por sus impulsos, Ansgar, el hombre que no siente compasión o amor por el prójimo, alza su mano inconscientemente con la intención de tocar aquellos labios tan deliciosos y regordetes. —Hans. —parpadeando un par de veces aleja su mano y coloca su cuerpo firme. El castaño, por otro lado, despierta de aquel sueño y mira al frente, tranquilo y sereno. Sin embargo, la vergüenza lo toma de repente y le da el impulso suficiente para dar un paso afuera y llega a la sala principal, respira hondo y observa su alrededor, enfocado en la entrada que hacía un par de días no había vuelto a ver. —¿Podemos salir? —pregunta sintiendo su corazón palpitar a mil. “¿Él estuvo a punto de tocarme?”, piensa sintiendo su orejas calientes. —L-Lo haré solo. —camina deprisa sin mirar atrás. —Espera, Hans. —camina deprisa tras el chico que no se detiene temeroso, “¿A dónde crees que vas?”, irritado y al mismo tiempo emocionado bloquea la salida del chico, atrapando aquellos ojos cafés sonrojados y brillantes. En ese instante, el tiempo se suspende, dejando espacio solo para la electricidad que fluye entre ellos. A pesar de las barreras y los temores, la emoción se desborda en el aire, creando una atmósfera cargada de tensión y deseo. Los ojos de Hans, llenos de incertidumbre y anhelo, se reflejan en los de Ansgar, transmitiendo una conexión profunda y genuina. Ansgar jadea ligeramente y lo sabe, sabe en ese momento que aquel hormigueo es el mismo que el joven de cabello castaño siente, aquello que lo carcomía y le hace suspirar. ¿Por qué de repente su humanidad deseaba salir?, ¿por qué su alma vulnerable quiere mostrarse ante aquel joven?, “¿Qué de especial tienes?, ¿quién diablos eres?”, se cuestiona sintiendo palpitaciones fuertes en su pecho. —Señor Ansgar…—dice suavemente endulzando los oídos del déspota y cruel Ansgar Rockefeller. —¿Sí? —traga suavemente concentrado en él, solo en esos hermosos ojos cafés. —Yo… —¡Hey, bastardo!, ¡¿acaso me olvidaste?! —grita animado aquel de ojos verdes y cara risueña. —Amigo, tu maldita empresa nunca deja de sorprenderme, deberíamos hacer una fiesta aquí. Se separan bruscamente, como si un rayo de electricidad los hubiera sacudido en medio de los dos. El dulce momento es interrumpido por la llamada de Markus hacia el magnate millonario. El sonido perturbados de las carcajadas de aquel hombre risueño, rompe el hechizo, haciendo que se aparten el uno del otros llenos de confusión, “¿Qué acaba de pasar?”, se pregunta Hans, sonrojado hasta las orejas, “Yo por poco…”, piensa alarmado y apretando sus puños se aleja poco a poco al ver que Ansgar desorientado, se voltea para atender a Markus. —¿Oye, qué te pasa?, pareces un pendejo desde hace un par de días. —Yo… —¿Qué estabas haciendo?, por cierto, ¿a dónde fue el chico? —pregunta frunciendo el ceño con postura de señora preocupada por el clima y la cosecha. —Yo estaba… —voltea rápidamente en busca del chico y entonces ves como el ascensor cierra en segundos. Podría decirle a Mabel que detenga la acción, pero algo en su garganta no le permite hacerlo, “¿Por qué no puedo hacerlo?”, frustrado acaricia su cabello y observa al de ojos verdes, con furia. —Oye, oye, oye, calma, lamento si interrumpo tu ligue de esta noche, pero tenemos que hablar. —¿Qué sucede? —sin titubear sale a las calles, quedando atrás el inmenso edificio Rockefeller. Alza su mano llamando a uno de sus chóferes y guardaespaldas. Con elegancia y risa sube al auto y tras él el loco Markus que se lanza cual niño al interior del auto. —¿De verdad estás enojado? Trata de hacer caritas tiernas fallando causando desagrado al rubio, “Hans lo haría mej…¡mierda!”, se abofetea mentalmente. No podía permitir que aquel muchacho debilucho derrumbara su caparazón, no podía dejar que viera su debilidad y expusiera todas sus debilidad, “Maldito mocoso, ¿qué estás haciéndome?”, enfurecido frota su rostro causando temor en Markus. —Habla o te callaré para siempre. —exige entre dientes. —Por fin, el Rockefeller ha vuelto. —Nunca me he ido. —suspira, arrogante, mientras toma un habanero de la pequeña caja ubicada en la parte baja de su asiento. —¿Qué pasa? —Luciano Piero, eso es lo que pasa. —se deja caer en el sofá. —Tu loca enamorada ha vuelto y sí que ha crecido al igual que su obsesión por ti. —mastica una barrita de carne seca con pereza. —Debes tener cuidado, buscará la forma de arruinar tu empresa para poder tenerte en la palma de su mano. Lo de ser gay lo estoy poniendo en duda sobre ti… —lo observa con ojos sospechosos mientras sonríe con suavidad. —¿De qué mierda hablas?, si quieres morir solo debes pedirme que te vuele los sesos. —Entonces ¿quién es ese chico? —Es una pequeña zorra a la que tengo que cuidar. Es víctima del atentado y ahora por condiciones médicas tengo que cuidar su culo. —¿Has tocado ese culo de casualidad? —No y deja de hablar mierda. —durante el recorrido por la ciudad en auto, aleja sus preocupaciones poco a poco. —Además, pudiste haberme llamado para decirme esto. —Quería ver tu precioso rostro e invitarte a mi fiesta, amigo. —Tengo trabajo por hacer. —frota sus ojos. —Así tendrás que ir a buscar con quien follar, solo. —Gracias por la crueldad. —finge llanto. —Bueno, déjame por aquí, iré a la tienda a comprar algo para poner esta noche. —Como quieras. —El auto se detiene y baja de un brinco. —Te amo mi amor. —Jódete, imbécil, —ríe con suavidad y niega con la cabeza. —Señor. —Mabel, ¿qué pasa? —Accidentalmente activó el altavoz. ¿Desea que lo apague? —¿Qué dijiste? —su mandíbula se tensiona. Los colores de su rostro decaen. —Ha sido desactivado, señor. —Mierda, mierda. —golpea con fuerza el asiento del auto. —Mabel, ¿Hans qué está haciendo? —De acuerdo a mi observación, el Joven Hans Murphy está llorando, aparentemente por tristeza, angustia o desesperación. ¿Desea que le defina estos tres conceptos? —Carajo. —acaricia sus cabellos frustrados, sintiendo su pecho extraño, realmente extraño. —Señor, el joven Hans ha salido del edificio. —¡¿Qué?! —grita enfurecido. —¡Maldición, Zac, vuelve a la empresa! Las llantas muerden el asfalto con voracidad, devorando la distancia a su paso, por Zeus, aquel déspota estaba desesperado, más que nunca en volver a la empresa y encontrar al chico desmayado, ahí esperando a que sus brazos lo cargasen y lo llevase al interior del edificio a salvo. El viento, en complicidad con la velocidad, susurra en sus oídos palabras llenas de culpa desde su inconsciente, “¿Qué esperabas bastardo que se quedara después de todo lo que dijiste?”, se recrimina. Sus ojos, penetrantes y ardientes como brasas encendidas, reflejan la tormenta que se desata en su interior, “Mierda, mierda”, piensa insistente, temeroso de que el Hans se desmayase lejos del edificio y que alguno de los bastardos, a la espera de una oportunidad, lo raptaron y causaran daños, la tan sola idea despierta en él la sed de venganza: Nadie puede tocar a Hans Murphy, no mientras esté en manos del peor dictador de Belfast, no, en manos de líder Los paladines del norte.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD