Parte dos: Capítulo XXVII: Le Firenzes

1029 Words
Finalmente, Ansgar y Ellinore bajan rápidamente del auto que se parque en el lugar incorrecto a petición de la joven que baja cual experta de guerra del auto en movimiento y corre rápidamente e irrumpe en el prestigioso Hospital William Campbell, un nombre que rinde homenaje al destacado médico parasitólogo y microbiólogo de Belfast, Irlanda del Norte. —¡Oiga, usted! —grita el guarda de seguridad al ver a la mujer escalar con rapidez las escalera para llegar en segundos. Esta sonríe y alza sus cejas divertidas para huir nuevamente en busca de Harry. —¡Vayan a buscarla! —Señor, espere. —Ansgar toma su hombro. —Déjela, no está en sus cabales porque alguien importante para ella está aquí. Lamento las molestias. —deja al hombre sin palabras en la boca. Ellinore esquiva a las personas con agilidad, mientras su corazón palpita acelerado por la incertidumbre que yace en su pensamientos mientras intenta alcanzar rápidamente aquella habitación 315, sin saber por qué, sin conocer aquel impulso que confunde su mente y corazón. “Sí, ese chico me gusta, ese mocoso maleducado me encanta”, piensa con más rabia al recordar sus ojos asustados por las balas de sus enemigos, “Voy a buscarte, perra y te mataré”, recuerda el rostro de la maníaca en el auto. —Harry… —susurra, apenas logrando formar palabras. Con la respiración agitada y el rostro empapado de sudor abre la puerta y se encuentra con la mirada de Harry que es atrapada rápidamente en medio de la merienda. En ese instante, todas sus preocupaciones, incertidumbres y rabia se condensan, y la vergüenza sale a flote al igual que aquello que no deja dormir a muchos por sus pecados: La culpa. —Váyase de aquí… —balbucea, con los ojos llenos de lágrimas. —Harry, escúchame. —se atraganta y observa a Hans, que, sorprendido observa a su amigo. —Hans ¿nos puedes dejar solos por un momento? —Yo no tengo nada que hablar con usted. —responde con hostilidad. —Harry, solo será un momento, sí, no te alteres más. Escúchala aunque sea un momento, ¿sí? —pregunta con suavidad el joven de ojos color avellana. —Pero… —Solo un momento. —Lo abraza con cuidado de no lastimar las heridas de sus brazos. Observa a Ellinore y asiente con suavidad. Ellinore asiente con suavidad y agradece a voz muda al chico. Con las emociones aún a flor de piel, se acerca y se sienta frente al de ojos celestes, frente a frente. —Harry… —¿Sabes algo? —ríe repentinamente de manera amargas. —Todos ustedes, los Rockefeller tienen la manía de forzar a las personas a hacer cosas que no quieren, ¿sabías eso? —frunce el ceño, irritado y a punto de llorar. —Primero me acosas y te metes a mi casa, le endulza el oído a mi abuela y sigues como si nada. —respira hondo. —Luego, como si te creyeras la dueña de todo me besas sin mi consentimiento, solo porque te encanta, ¿acaso crees que esto es una maldita novela?, ¿de verdad crees que ser tan egoísta te llevará a algun lado? —deja deslizar lágrimas suavemente. —Para ti puede que no sea importante, porque bueno, eres un Rockefeller, a los Rockefeller siempre les gusta hacer lo que se les da la gana y eso incluye al parecer irrespetar los ideales, la privacidad y la dignidad de los otros. —cierra sus ojos. —Ese fue mi primer beso y es tan importante para mí que eso te hizo tener más morbo de forzarme…¿verdad? —Harry, escúchame yo no sabía… —¡Precisamente por eso, no sabías, no sabías una mierda y solo lo hiciste porque te dio la puta gana, porque eres Ellinore y crees que todos deben aceptar tu voluntad! —lanza la bandeja de comida que reposaba segundos antes de su regazo. —Harry, cálmate estás muy alterado. —Intenta acercarse con suavidad sintiendo su voz temblar. —¡No quiero, no te quiero en mi vida, no quiero tu mierda en mi vida, quiero vivir tranquilo sin tener que pensar a cada momento que alguien me va a fusilar con un arma! —respira rápidamente, alterado y sin control hasta romper en llanto. Se esconde bajo las sábanas y se tiembla entre sollozos. —Harry… —relame sus labios sintiendo sus ojos llenos de lágrimas. —Lamento todo lo que ha pasado. Ha sido mi culpa. —acaricia sus labios temblorosos. —Sé que soy un desastre y es algo que honestamente no puedo cambiar, esto es lo que soy y lo más triste para mí, después de tantos años es que por primera vez en mi vida me duela tanto escuchar esas palabras de alguien porque… —se atraganta. —…porque tú me gustas tanto y yo soy tan impulsiva al punto en que… en que sencillamente no quise ver todo lo que conlleva tener cerca a una persona como yo… Peligro, eso es, solo soy un peligro y es mejor que se quedé así para siempre ¿no? —traga con fuerza. —Lamento haberte besado sin tu consentimiento, nunca antes me importó eso y ahora me siento tan miserable por haberlo hecho contigo, porque sí, Harry, contigo todo es diferente y es una pena que solo sean ideas mías de telenovelas. —ríe con tristeza. —Ya no volverás a verme más, me aseguraré en lo posible de que así sea. Ellinore, con lágrimas cayendo por sus mejillas, mira a Harry por última vez, silencioso y quieto bajo las sábanas y finalmente se retira con el pecho adolorido como si algo de su pecho hubiese sido arrancando de repente, un pedazo de ello. Con pasos lentos y pesados, como si de una cámara lenta se tratase, se aleja de la habitación, sin atreverse a mirar atrás y convirtiendo cada paso en la confirmación de que la distancia es la única opción que le queda. Dicen que los días son inciertos como las decisiones, ¿qué tan incierta puede ser esta decisión?
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