Parte dos: Capítulo XI: Sinfonía de besos

1044 Words
En la penumbra de la habitación de la temida Madtsoia, cargada de éxtasis, deseos de consumir aquel delicado, pero masculino cuerpo, los susurros del viento apenas superaban el latir acelerado de dos corazones que, en ese momento, llenos de desesperación por comerse el uno al otro, jugaban con sus lenguas, acariciando la cavidad de sus bocas profundamente entre jadeos y gemidos. Ellinore, tan imponente y posesiva, toma con propiedad los muslos del chico al dejarlo con ligera brusquedad sobre la cama, mirándolo llena de hambre, dulzura y deseos, deseos de probar su esencia, de que esta baje por su garganta y caliente la misma. El silencio es testigo de la tensión que fluía entre ellos, pues solo las respiraciones agitadas y las gotas de sudor de exudaban pueden escucharse en sus oídos, una electricidad palpable que se manifestaba en la forma en que sus miradas se encontraban y se desviaban a los labios del contrario, buscando nuevamente el toque profundo de sus lenguas. —Si dejas que esta mujer rota y desquiciada te devore ahora, debes recordar que nunca te dejará ir aunque le lances mil maldiciones. —dice cerca de sus labios, agitada y jadeante. —Me das miedo. —gime con suavidad tocando su rostro con suavidad. —Lo sé, lo tomaré como un: está bien. —Lame los labios del joven que contraataca metiendo su lengua y saboreando el interior de la boca de aquella hermosa diosa de cabello n***o. La diferencia de estatura entre ellos se desvaneció en el momento en que sus labios se encontraron acostados en la cama nuevamente. Ellinore, elevándose sobre Hans, lo envolvía en su abrazo con una delicadeza que contradecía su ferocidad habitual. Las manos de Hans se aferran con firmeza a la espalda de Ellinore, como si temiera que el éxtasis pudiera desvanecerse si la soltaba, eso que nunca jamás había experimentado con nadie más que ella, Ellinore, la temida Madtsoia de Belfast. —Voy a saborearte lentamente. —acaricia con suavidad la mejilla de aquel hombre con ojos celestes soñadores y empapado de sudor. Los suspiros de Hans se entrelazan con el suave roce de sus labios, causando que el deseo en el pequeño ángel lo llevará al límite de las súplicas. Ellinore, con sus dedos danzantes, acaricia la nuca de Hans, mientras él responde con la misma intensidad, besándola profundamente, explorando cada rincón de la boca de Ellinore como si fuera un mapa por descubrir. —Calma, dulzura, no voy a irme a ningún lado. —Pero apresúrate, deja de jugar conmigo. —solloza ligeramente, ansioso por ser consumido. —Cómeme, ahora. El tiempo parecía haberse suspendido en ese momento, Ellinore había cortado su respiración y lo más primitivo de su ser deseaba, lujurioso tomar el alma de aquel hermoso ángel. El mundo exterior desapareció, dejando solo a Ellinore y Hans. Los latidos de sus corazones se sincronizaron, creando una sinfonía única que resonaba en el espacio entre sus cuerpos unidos. —Tu es si beau, si précieux, si doux, mon petit lapin blanc. —Eres tan hermoso, tan precioso, tan dulce, mi conejito blanco. —suspira y junto a un gruñido toma sus labios, mientras desabotona los pantalones del chico que gimotea. Las palabras se vuelven innecesarias. Los pantalones del muchacho desaparecen junto a un baile sensual de besos a los largo de sus piernas, sonrojadas y temblorosas. La camisa de Ellinore fue subiendo hasta dejar a la vida un sostén n***o de encaje y un abdomen esculpido por los dioses que tanta suerte le han traído, dejando ver el sudor rodar por su cuerpo. Con suavidad sin dejar de ver aquellos ojos celestes quita el suéter del chico alborotando su cabello al sacarlo de su cuerpo, admirando entonces, aquel pecho blanquecino, apetecible, dulce y deseado por ser marcado. Con suavidad besa su pecho, causando que Harry tome su cabeza tembloroso al sentir cada lamida y toque en su pecho. Los mordiscos no tardan en llegar, sacando gemidos y jadeos del joven. Ataca sus pezones, lamiendo, chupando y mordiendo una y otra vez, causando espasmos en el chico. Finalmente baja con lentitud, entre besos suaves hasta su abdomen hasta llegar a sus el bulto que resalta sobre el bóxer color vino tinto que lleva puesto, la azabache alza su mirada y lame sin dejar de ver aquellos ojos celestes preciosos. Con suavidad baja el bóxer del mismo, dejando ver el pene erecto que pocos segundos después Harry trata de cubrir con sus manos. —Quita las manos… —sonríe con malicia y suavidad. —Conejito. —sentencia, ganando un jadeo tembloroso de Harry, que como si no obedeciera a su cuerpo, aleja las manos tembloroso y excitado. —Eres un lindo conejito rebelde, cariño, siempre llevándome la contraria y exigiendo, no sabes cuánto me prende eso. —Lanza el bóxer lejos y sin más toma con fuera los muslos del chico y hunde su rostro entre sus piernas, tomando su pene con la boca, chupando y lamiendo con hambre. Hunde sus uñas deseosa de marcar aquella delicada piel una vez más. —¡Ellinore, detente! —grita entre gemidos al sentir el tacto de su lengua con la longitud y la punta de su virilidad. —Ah…ah… —gime y jadea colmado de calor. —Ya es muy tarde para pedir eso, dulzura. La mañana se hace larga, entre gemidos, jadeos de ambos. Ellinore no perdió un alpiste de tiempo, había introducido el pene del chico en ella y lo había follado como si de una chica se tratase, siempre tan dominante. Lo tomo dos, tres y cuatro veces finalmente, al ver las súplicas agotadora del chico, “Ya…detente, ya no puedo hacer más el amor… Ellinore”, recuerda la azabache aquellas palabras salir de la boca de aquel ángel entre lágrimas de placer. —Hacer el amor. —piensa mirando al techo acostada en la cama desnuda y con el chico sobre su pecho, descansando. —Hacer el amor… —sonríe finalmente con un suave rubor en su rostro, uno diferente y lleno de brillo. Con suavidad, acaricia la cabeza del chico y con cuidado toma al mismo para acostarlo a su lado para poder levantarse. Da un par de besos al rostro del chico, suaves, para no despertarlo.
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