Parte dos: Capítulo XIII: Fuego y Seda

1070 Words
Cerca de la plaza, Hans, asustado y con el rostro lleno de lágrimas, corre con todas sus fuerzas, a pesar de tener el cuerpo adolorido por el impacto del auto contra un poste, después de que el conductor, Hack fue asesinado con tres balazos en su rostro; Corre rápidamente, buscando refugio en la tienda evacuada más cercana, mirando a su al redor. El sonido lejano de sirenas resuena en el aire, sonidos que solo alimentan la ansiedad de Hans mientras corre en busca de refugio. Sus piernas, temblorosas y exhaustas, lo llevan hacia la tienda más cercana, FLORRITERIA MEX se lee con fuerza en la tienda y sin más entra, dejándose caer en el piso. —¡Hans, ¿dónde te has escondido?! —grita una voz femenina, sucia y raposa por el consumo excesivo de tabaco y sonriente. —¡La tía Mari no te hará daño! —canturrea causando que el miedo y las lágrimas en los ojos del castaño aumenten, asustado. —No, vete. —desesperado busca un lugar para esconderse, encontrando una caja de madera llena de poliestireno. Con rapidez y cuidado de no hace ruido, se mete en la misma, acomodando al final sobre su cabeza la tapa del mismo, cubierto de oscuridad y solo la tenue luz de un orificio, lo suficientemente ancho como para ver la mitad del cuerpo de quién lo llama. Con fuerza tapa su boca al ver las botas con tacón alto de la mujer que lo busca. —Hans, cariño, sal, ven, perrito, perrito, ven. —ríe a carcajadas, danzando lentamente y mirando su alrededor expectante. —Querido Han… El sonido estruendoso del disparo corta el aire con una precisión tal que sus ojos no logran captar el momento más su chillido lleno de terror se escucha por milisegundos. La caída es rápida y desgarradora, formando un charco de sangre rápidamente. La silueta, una vez orgullosa y erguida, ahora se desploma brutalmente como un esperpento, sin vida. Los pasos lentos y suaves de quien disparó se colocan sobre el cuerpo y guardan el arma al lado de su pecho. Hans sin logras divisar el rostro tiembla, aterrorizado ante la simple idea de que alguien más está buscando la aprobación del jefe, de quien casa más rápido al conejo. De repente su pierna temblorosa golpea el interior de la caja, llamando de inmediato la atención de aquel hombre misterioso. —No. —musita al ver que el hombre de n***o y abrigo del mismo color se acerca lentamente. La tapa de la caja se mueve y un par de manos fuertes y desconocidas la abren, causando que el llanto del castaño aumente angustiado, esperando su final. —Hans, por Dios. —murmura con suavidad, agarrando las manos del chico y colocándolas a cada lado de su rostro. —Hans, mírame, mírame, estás a salvo. —No me hagas daño. —ruega tembloroso, incapaz de abrir los ojos. —¡Hans! —grita finalmente, despertando del terror al joven aterrorizado. —¿Zazas? —musita con lentitud. Con suavidad abre sus ojos temblorosos encontrando aquellos cabellos naranjados largos cubrir sus manos. Las lágrimas se acumulan nuevamente, atrapando aquellos ojos verduzcos debido a la excitación del momento. Sin dudarlo se lanza a los brazos del hombre que lo recibe y saca de aquella caja, le abraza al sentir la desesperación del chico por no soltarlo. —Estás a salvo, tranquilo, calma. —acaricia su cabeza con suavidad, pensando antes con cuidado en sí hacerlo o no. —Calma. —observa a las afueras de la tienda encontrándose con un par de ojos violetas junto a un rostro pálido, enfurecido. —Hans. —se atraganta y sin apartar la mirada de aquel hombre deja a Hans en el suelo, este en respuesta automática a aprieta sus ropas, mirándolo confundido. —¿Qué pasa? —pregunta tembloroso. Voltea y mira en la dirección del de ojos verdes, encontrando a Ansgar, observando con furia al de cabellos naranjas. Sin más corre en dirección a la tienda, olvidando su abdomen el cual pierde cada vez más sangre; sus ojos, normalmente serenos, ahora destilan furia, la misma que contenida en su cuerpo se manifiestan en una patada fuerte contra la puerta del negocio. —Tú… —le mira acusatoriamente, escupiendo aquellas palabras. —Bastardo. —masculla mientras se acerca con lentitud. —¡No, Ansgar, él me salvó! —Hans se coloca en medio. —Por favor, cálmate. —ruega agitado, atrapando aquellos ojos violetas que se apaciguan por un par de segundos. —Qué extraño, Zazas, ¿cómo sabías que él estaba aquí? —pregunta. —Responde, bastardo. —Ansgar, puedo explicarlo. —da un paso atrás al ver su cercanía. —Mi gente estaba rodeando el perímetro también, les pedí que vigilaran la zona, estábamos sobre avisados después del primer ataque meses atrás, así que les pedí cubrir la zona. Ellos vieron cuando el auto se chocó después de que mataron a uno de los tuyos y uno de mis francotiradores antes de ser asesinado vio a Hans entrar aquí. —aplica ligeramente agitado alzando sus manos en son de paz. —Te lo juro, créeme. —Por favor. —musita, Hans, llorando. —Te creo… —dice sin dejar de verlo, calmando la cólera. —...por ahora. —sentencia y agita su cabeza de repente, alborotando más su cabello. —Yo… ¿por qué todo se ve tan…? De repente, Ansgar se queda paralizado, como si de repente se mareara y golpearan su vista con sombras turbulentas. Las paredes del almacén se cierran sobre él y las voces que resuenan en su cabeza se convierten en una amalgama incomprensible de susurros. Sus piernas fallan y el mundo se hunde en la tierra donde no la hay y con pesadez. —...Tan confuso —murmura el de ojos violetas, con voz temblorosa y débil. Intenta aguantar, pero su fuerza le hace sentir como si acabara de correr un maratón. Un velo de oscuridad cubre su visión y las formas a su alrededor se convirtieren en una mancha de colores brillante y espesa hasta desaparecer. Las palabras y gritos de Hans resuenan en sus oídos como ecos lejanos, haciéndose eco de la realidad que se termina por esfumar en sus pesados ​​párpados. Agotado, el hombre más temido de Belfast finalmente cede ante la tormenta y cae al suelo junto a un suspiro de cansancio.
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