Parte uno: Capítulo VII: Ese maldito gato

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—¡Maldito loco! —se levanta dejando caer la lágrimas acumuladas en sus ojos. —Usted es un desalmado, ¿qué necesidad había de destrozar la puerta de su empresa? —se levanta del colchón que se encuentra en el suelo y trata de salir deprisa de la habitación. —¿A dónde crees que vas?, ¡acaso no ves lo alterado que estás! —Pero qué gracioso es usted. —retrocede al ver la cercanía del hombre enfurecido. —Yo estaba tranquilo aquí adentro y usted destrozó esa puerta sin motivo alguno. —Sí hay un motivo, ¡maldita sea lo dije cuando estaba pidiéndote con decencia que abrieras la puta puerta! —¡Deja de mentir, solo te gusta dar órdenes como si yo fuese un maldito robot! —grita causando que el silencio llegue rápidamente entre el aire denso e intenso. —Tratas a todos como si fueran tus esclavos, finges amabilidad y solo por educación saludas, ¿crees qué las personas no lo saben?, ¡¿crees de verdad que por ser Ansgar Rockefeller puede hacer y deshacer a tu antojo?! —respira hondo para no ahogarse y entrar en una verdadera crisis ansiosa. —Si vivir aquí tres días es un infierno, no me imagino tener que trabajar por años para usted. Aquellas palabras retumba en los odios de aquel que sobre su humanidad deja salir al temido Azazel, sin escrúpulos y sin sentido común. Ansgar alza su mirada y aquel atisbo de luz en sus ojos detiene la respiración del castaño por un segundo. —No se acerque o juro que… Su cuerpo es atrapado con brusquedad al igual que sus labios, lastimando los labios regordetes del menor, causando que quejidos ahogados salgan de sus labios junto a las lágrimas que se deslizan por sus mejillas. Sus labios se unen en un beso ardiente, como si el fuego de sus almas se fundiera en ese instante de deseo y pasión; Hans dejándose llevar entre protestas y golpes, gimotea débilmente causando que el pecho del contrario se estremezca. El calor de sus cuerpos se entrelaza, su brazo se aferran con fuerza al cuerpo del castaño, asegurándose de que no escape. Aquellos labios deseados por cientos de mujeres, se mueven con voracidad sobre los de aquel joven, débil y sumido en aquella hermosa aunque mentirosa sensación de amor, explorando y saboreando cada rincón prohibido, como si estuviera desafiando a su propio subconsciente que le advierte una y otra vez, “Aléjate, aléjate de él”. Entre jadeos y gemidos, sus lenguas se entrelazan en una danza sensual, sin inhibiciones, transmitiendo la electricidad que recorre sus cuerpos, abrumando los sentidos del castaño, llevándolo al abismo. —Mmm… ¡No! —con todas sus fuerzas empuja al hombre y abofetea nuevamente su rostro, esta vez causando carcajadas provenientes de aquella boca letal que había acariciado la suya tan feroz y dulcemente. —Yo nunca le di… —¿Consentimiento? —acaricia su mejilla adolorida mientras lo observa lleno de lujuria. —Cariño, tus ojos imploran que te bese como la primera vez, incluso mejor, ¿acaso no ves lo transparente que son tus deseos? —Deje de decir estupideces. Que se crea la última coca-cola del desierto, no significa que lo sea. No vuelva a besarme o siquiera tocarme… —escupe aquellas palabras. —Me da asco. —dice aquello sintiendo el más profundo dolor. —Te odio no sabes cuánto… — “No sabes cuánto odio amarte tanto”, piensa y solloza. Finalmente, huye del lugar sintiéndose desfallecer en el camino, con el corazón en las manos, lastimado, lastimado hasta los huesos se encuentra aquel joven. Impotente, el de ojo color violeta destroza el escritorio, entre golpes y patas llenas de rabia, de vergüenza, culpas y aquellos deseos extraños. “No, a mí no me puedes gustar el cuerpo de ese maldito niño”, piensa y siente la erección proveniente de su parte íntima. “Carajo”, toca sintiendo dolor y frustración. “Mierda”, piensa y rápidamente sale para tomar el ascensor e ir en busca de alguna braga dispuesta a darle placer. —Mabel. —grita a la inteligencia artificial. —¿El Lamborghini n***o está limpio? —Sí, señor, puede disponer de él cuando quiera. —Bueno, lo necesito ahora. Rápidamente, sintiendo el éxtasis recorrer su sangre, baja en el ascensor hasta llegar al parqueadero privado del edificio. Observa a su alrededor y encuentra el Lamborghini, tan feroz como él. —Vamos a pasear bebe. —suspira con una suave sonrisa y con elegancia sube al auto. —Mabel, cancela todas mis reuniones de mañana y programas para el viernes. —Sí, señor, está hecho. Los mensajes de aviso han sido enviados respectivamente. —Adiós, Mabel, adiós. Ansgar, con una mirada decidida en sus ojos, se desliza al volante de su Lamborghini n***o, un símbolo de elegancia, poder y potencia. Sin cadenas que puedan atarlo, se desliza peligrosamente hasta llegar a las calles de Belfast. El motor ruge con una intensidad abrumadora, golpeando el pavimento con furia, con la misma que su corazón palpita mientras el vehículo avanza con gracia y velocidad por las calles de la ciudad. El resplandor de las luces de la urbe se refleja en el impecable exterior del automóvil, creando destellos que capturan la atención de todos los transeúntes que asustados y atraídos al mismo tiempo, se alejan para evitar ser aturdidos con fuerza por los rugidos del Lamborghini. El brillo profundo y elegante del Lamborghini evoca un aire de misterio y sofisticación, atrayendo las miradas inocentes, envidiosas y fascinadas. Aquellos ojos violetas recorren la ciudad, sintiéndolo como un sueño del cual desea no despertar, “No quiero despertar y ver esa maldita cara mocosa”, piensa enfurecido pisando el acelerador con fuerza. Ansgar maneja con destreza, sintiendo cada pulgada del volante en sus manos. Su postura es erguida y segura, transmitiendo confianza en el dominio del vehículo. La velocidad y la precisión con la que maneja hacen que parezca como si estuviera en perfecta armonía con la máquina. El viento acaricia el cabello de aquel dictador mientras las luces de la ciudad pasan rápidamente a su alrededor. Su rostro refleja momentos después una sonrisa sutil, disfrutando de la emoción que le trae aquella noche tan extraña y única, jamás vivida. La sensación de velocidad y libertad lo embriaga, llevándolo a un estado de éxtasis. —Bienvenido, señor. —Cuídalo bien o te mataré con mis propias manos. —se parquea frente al club más costoso y popular de la ciudad Angels and Devils Pray. —Sí, señor. Bienvenido a Angels and Devils Pray. Las puertas hacia el infierno se abren para revelar un escenario que evoca un mundo nocturno enigmático y peligroso. Las luces tenues y parpadeantes crean sombras danzantes que acarician las paredes, generando una atmósfera intrigante y cautivadora, llena de sensualidad y erotismo… —¡Amigo mío, tiempo sin verte! —Un hombre de ojos verdes y cabello rojizo largo hasta los hombros, palmea con entusiasmo los hombros de Ansgar que sonríe en respuesta. —Tenías que estar aquí por supuesto. —niega con su cabeza mientras camina a su lado hasta llegar a la sala privada. —¡A que me llamo Markus Isak Olsen Dahl! —toma un trago de Vodka con sabor a limón, quemando su garganta. —Brindemos. —alza su copa mientras una hermosa mujer de pechos voluptuosos se sienta en sus piernas. —¡Sláinte! —Sláinte. —alza su copa suavemente mientras atrapa aquellos ojos azules que lo miran a la distancia. —Oh, parece que tiene carne fresca hoy. —Soy Ansgar Rockefeller, por supuesto que tengo de donde comer. —lleva el trago de Vodka sintiendo deliciosamente el ardor en su garganta.
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