Capítulo XXI: Palabras tan dolorosas como las balas

1267 Words
—¿Qué está pasando? —pregunta con voz temblorosa, angustiado realmente angustiado. —Esa pregunta es la que debería hacer yo. —escupe, irritado. —¡Hans! —Harry corriendo con todas sus fuerzas, grita dese afuera llamando la atención de los presentes. —Hans. —entra deprisa tomando las mejillas del joven castaño. —¿H-Harry, qué pasa? —pregunta ligeramente agitado. —Alguien está tratando de dañarnos. —niega sin poder creerlo, dejando caer algunas lágrimas. —Dañaron las cosas de la abuela Dora buscando ordenadores y encontraron un portátil debajo de tu cama, el que siempre usas con información de la empresa y otras cosas, Hans. —Harry yo te juro que… —¿A quién juras?, traidor. Luciano Piero entra con elegancia y un rostro expresando desaprobación total. Con total parsimonia se acerca a Ansgar, que, extrañado lo observa. —Lamento si estoy aquí, pero…—vacilante observa al joven castaño. —Encontramos más pruebas, el Hackeo que se hizo desde Hawái fue desde la casa del señor Hans. La declaración de Piero cae como un martillazo en la sala, resonando con una contundencia que corta el aire. Las miradas se centran en Hans, quien lucha por encontrar las palabras adecuadas. Ansgar, envuelto en la confusión y cegado por el dolor, se acerca amenazante y enfurecido a Hans, empujando a Harry. —¡Déjalo en paz!, grita el de ojos celestes, sintiendo su hombro adolorido. —Harry. —trata de acercarse al joven, pero es tomado como trapo del cuello del suéter, encontraron un par de ojos violetas lleno de odio. —¿Pero qué significa esto? —pregunta Ansgar, su voz entre la incredulidad y la angustia. —¿Mmmm? Por eso te hacías la víctima delante de todos, delante de mí. —escupe entre dientes. —Te felicito por tan excelente actuación. —sonríe lleno de furia. —Así mismo como me abriste las piernas, supongo que lo hiciste como toda una puta con otros, ¿verdad? —¡No! Con un grito ahogado, Hans descarga toda la tormenta en una fuerte bofetada que resuena en la sala. El sonido del impacto corta el silencio, dejando una huella palpable de la dolorosa realidad que ahora enfrentan. La sala, testigo mudo de la explosión, se sume en un tenso silencio mientras las lágrimas de Hans mezclan su amargura con el rastro de la mano que ha desafiado no solo a Ansgar, sino a la traición misma que se ha colado entre ellos, entre lo que juró dar sin remedios: Amor. —Alguien nos esta colocando una trampa, ¡Maldito bastardo impulsivo, Hans nunca haría eso, nunca! —se levanta y se coloca delante de Hans. —Maldito hijo de puta ¡¿cómo te atreves a decirle algo así?! —escupe enfurecido. —Siempre lo dije, los malditos Rockefeller son lo peor que nos ha pasado. —escupe adolorido al recodar la fuerte discusión con Ellinore una hora antes. Lanza unas suaves carcajadas. —Cuando te des cuenta será muy tarde. —deja deslizar lágrimas mirando a su al rededor. —Muy tarde y… como siempre, el señor Ansgar, el gran paladín del norte confiara en quién más le traiciona. —jadea al sentir dolor en su hombro, agarrando el mismo. —Incluso me hacen ver como cómplice de todo esto. —dirige su mirada a Piero que tiembla ligeramente ante la mirada celeste de aquel hombre. —Tú… maldito bastardo, un ser tan triste y enloquecido por el amor de un hombre que nunca jamás va a amarte, te has condenado y seguirás siendo un condenando. De repente, la puerta de la oficina se abre de par en par y aparece agentes de seguridad disparando hacia la ventana delante ellos, de la cual empezaron a llegar balas, atravesando los cuerpos de algunos de los agentes, incluyendo el pecho de Hans. —¡Haans! El grito desgarrador de Harry junto a un fuerte disparo que rompe los odios de algunos y llena la habitación de lo que apenas se avecina, violencia pura y el ataque sin precedentes, una vez más, a la empresa de los Rockefellers. El fuego cruzado explota como un trueno, obligando a todos a caer al suelo debido a su instinto de autodefensa. El destello de los disparos ilumina la oscuridad de la oficina, creando sombras danzantes mezcladas con el humo acre de la pólvora. Una ráfaga de balas atraviesa el aire, dejando un rastro de caos mortal a su paso, Midas es gravemente herido y trata de ocultarse junto al señor Ansgar, que, incapaz de dejar de mirar el rastro de sangre del castaño busca la manera de acercarse, angustiado, pero le es imposible. Los muebles son volcados rápidamente para crear una especie de fortaleza temporal, el vidrio se hice añicos y el sonido de la guerra como un trueno recorre los huesos de las víctimas que tratan de escapar. Hans y Harry, a pesar del terror y la adrenalina, se encuentran juntos en el suelo detrás de un sofá de cuero duro. El humo se acumula en el aire, oscureciendo la escena y dificultando la visión. Los gritos de los presentes se mezclan con el estruendo de la balacera, creando un caos ensordecedor. En medio de la angustia, Harry emerge de la penumbra, agarrando el rostro de Hans, que solloza aterrorizado, angustiado y sin poder comprender aún lo que sucede a su al rededor. —¡Tenemos que salir de aquí! —exclama Harry, elevando la voz para hacerse escuchar sobre el tumulto. Hans como un pequeño niño asustado asiente con rapidez a pesar del dolor en su pecho. —¡Vámonos de este maldito lugar! —Con fuerza, toma el brazo de Hans, levantándose en cuclillas. —¡A la cuenta de dos salimos por esa puerta! —respira hondo. —¡Uno….dos, vamos! El tiroteo sigue rugiendo, y la amenaza se materializa con la presencia de figuras encapuchadas que se desplazan con agilidad entre las sombras. La confrontación se torna un ballet de muerte, disparos y más disparos mientras la pareja de amigos desaparece entre la neblina llegando a la salida de emergencia, solitaria y llena de humo n***o. —Hans, Hans. —palmea las mejillas del chico, trayéndolo devuelta a la realidad. —Hans—agitado y desesperado, sacude el rostro aturdido del chico que tiembla al verlo. —Oh, Hans. —solloza al verlo. —Por favor, escúchame, por favor. Tenemos que huir o ese maldito bastardo va a matarnos. —Pero… nosotros no hicimos nada. —solloza, adolorido. —¡Lo sé, pero mira a tú al rededor, nadie nos cree nadie! —grita, cansado de la situación. —Necesito que comprendas algo, a Ansgar Rockefeller no le importa nadie más que el, tanto que es incapaz de confiar en otros y lo que digan otros y peor aún con pruebas incluso si son falsas el solo lo tomará como un hecho al igual que su amada hermana. —su voz se quiebra al igual que su alama al mencionar a la susodicha. —Ellinore me vio con ojos llenos de tanta repulsión y dolor que me ahogaban. —toma el rostro del castaño. —Por favor, vámonos de aquí, vámonos ahora. —dice aquello apenas audible. —¡Todos, busquen a ese tipo, ahora! —los gritos de dos agentes resuenan, despertando las alarmas en el par de jóvenes. —Detrás del edificio siempre hay un auto de respaldo, tengo las llaves, vámonos, vámonos ya. —Hans temblado de terror baja rápidamente junto Harry que solo le sigue sin más.
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