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1509 Words
Vuelvo a mirar la hora en mi teléfono, faltaban veinte minutos para que se hicieran las siete de la mañana. Si mis cálculos no fallaban, dentro de cinco minutos Aaron estaría saliendo de su casa, así que debía apresurarme. Me doy una última mirada en el espejo, arreglando mi cabello con mis manos y veo por mi ventana por última vez, antes de correr escaleras abajo.  Me despido de mis padres quienes están tomando su desayuno y hablando de Dios sabe qué y vuelvo a mirar la hora en mi teléfono.  Ya era hora de salir.  Camino hacia la estación de autobús, que queda al frente de mi casa. Mi mirada se dirige a la casa de mi vecino sin perder ni un detalle, si mis cálculos no fallan, él saldrá justo... ahora.  ¡Bingo! Él sale de su casa y camina hacia su humilde Mustang n***o descapotable que estaba estacionado afuera de su casa, tenía su teléfono en la mano como de costumbre, luce tan malditamente sexy, con su cabello desalineado y unas gafas de sol que hacían contraste con su pálido color de piel, creo que él podía escuchar mi corazón latir, a pesar de los metros de distancia. Una vez estando dentro del auto, enciende el motor y conduce pasando al frente de mi hasta desaparecer de mi vista, como siempre.  Un suspiro de resignación sale de mis labios, mientras me quedo viendo el camino por donde ya no había rastros del tan bonito Munstang y su perfecto dueño. Si se preguntan qué demonios hago, la respuesta es que todos los días desde que me mudé y empecé en el mismo colegio que él, o sea, cuatro años, salgo antes que mi vecino con la esperanza de que algún día estacioné su auto frente a mi y diga: Oh, bella dama, por qué tan sola en esta peligrosa calle, permítame llevarla hasta su destino.  Ok, quizá lo exagero un poco pero en mi imaginación es algo así y es lo más perfecto que me pudiera suceder, pero da igual, todos los días fracaso en mi misión imposible con mi vecino y no soy lo suficientemente segura de mi como para dar la iniciativa, soy muy tímida cuando se trata del chico que me gusta, de solo pensar o imaginarme cruzando unas palabras con él empiezo a temblar de los nervios y a transpirar como si hubiese corrido kilómetros, sé que soy tan torpe que terminaría tartamudeando sin poder siquiera decir mi nombre o un simple hola, soy un fracaso.  En fin, luego de mi diario fracaso viene mi plan b, que es el que viene a continuación. ─¿Otro día sin resultado en tu fantástico plan? -Justin, mi rubio mejor amigo y cómplice de casi todas mis locuras, estaciona su auto frente a mi. ─Ya me estoy cansando de que me utilices para que te lleve al cole. -entro a su auto tirando mi mochila en el asiento trasero y emprendemos camino al Turner High. ─Hola para ti también, que gusto verte. Y no, no hay resultado. Por ahora. -murmuro esto último para mí, aunque creo que él lo escuchó por como niega con su cabeza. ─Además, no sé de qué te quejas si yo sé que amas llevarme al colegio. ─Escucha Isa, sí, me gusta llevarte porque eres mi amiga y me divierto charlando contigo hasta de cosas sin sentido, pero ya es hora de que dejes de hacer esas estupideces de niña, estamos hablando de Aaron, por amor a Dios, el chico con novia de pechos grandes. Jamás frenará su auto frente a ti y no me lo tomes a mal pero en cuatro jodidos años no te ha visto, a pesar de que viven justo al frente y quizá cuatro años sin saber quién eres ¿Crees que a estas alturas lo hará? Ouch, eso dolió en mi pecho, aunque tenga toda la jodida razón, debía dejar de hacerme ilusiones y chocar con la realidad, él jamás tendrá ojos para mí. En mis cuatro años que llevo viviendo al frente de su casa, jamás me ha visto, nunca se ha dado cuenta de mi existencia, su familia es de clase alta, sus padres son unos empresarios millonarios muy exitosos, sin embargo, no alardean de ello, no son como ese tipo de millonarios que tienen una mansión con miles de empleados y eso me gusta de mis vecinos, pero no tienen una vida social muy activa, con decir que solo conocen a una familia que viven en la zona residencial y es porque son los padres de uno de los mejores amigos de Aaron, todo eso lo sé por los años que llevo espiando a mi vecino, por no decir acosándolo.  Suspiro pesadamente mientras me encojo en el asiento con los ojos cerrados. ─¿Entonces qué se supone que debo hacer? -pregunto ya desanimada con toda esta situación. ─Solo deja de forzar las cosas, espera que las cosas fluyan solas y si no lo hacen, entonces él no es el indicado para ti. -dijo mi amigo con su vista en el camino. ─Yo quiero que sea el indicado. -hago un puchero sintiéndome tonta porque mi amigo tenía toda la razón. ─Justin, sabes que daría todo por aunque sea hablar un poco con él o cruzar unas miradas. ─Lo sé, lo sé Isa, yo lo sé más que nadie. Pero deja de tratar de llamar su atención en vano, y mira a tus alrededores hay muchos chicos que en este momento quisieran aunque sea hablar contigo o solo unas miradas. -dice con tono burlón mirándome de soslayo. ─Tienes razón, ya no forzaré más las cosas. -dije decidida, aunque no muy segura de poder lograrlo. ─Gracias, por eso eres mi mejor amigo. -beso fugazmente su mejilla tomándolo por sorpresa mientras sigue conduciendo.  ─Si, mejores amigos. -dice sonrojándose por completo. Amo verlo así sonrojado, se ve tan adorable que quisiera apretar sus mejillas y hablarle como si fuera un bebé.  Sino fuera porque es mi mejor amigo, casi como un hermano me lo comería a besos, pero eso sería algo así como incesto para mi.  No me doy cuenta que hemos llegado, hasta que Justin frena su auto en el estacionamiento del colegio, tomo una bocanada de aire antes de salir del auto, Justin pasa su brazo por mis hombros, como siempre lo hace, mientras caminamos hacia la entrada de aquella prisión.  ─Hola feos ¿Cómo les fue hoy? -Aparte de Justin, mi mejor amiga Madeleine o como casi todos la llaman Maddie, sabía lo de mi obsesión con Aaron y todos los días me preguntaba lo mismo y todos los días tenía la misma respuesta. ─Un fracaso, igual que todos los días. -respondo más desanimada que antes caminando a paso lento hacia mi casilla con mi mochila en un hombro. Bufo. ─Sabes lo que pienso al respecto así que no te diré nada.  No sabía si Justin y Maddie se habían puesto de acuerdo para decirme lo mismo y dejar a un lado mi misión, pero por primera vez, en mis años de vida les haré caso, dejaré de alterar el destino y que todo fluya solo, si él es para mi y yo para él, llegará solito a mi lado. O eso es lo que yo quiero creer.  ─Lo sé, y ya dejaré de hacerlo, si es para mi, pues, esperaré. -abro mi casilla y meto en ella algunos libros que no necesito aún, le doy un rápido vistazo a mi horario, biología, cierro el casillero. -Me toca biología ¿Y a ustedes? ─A mi matemáticas. -dice Maddie con los ojos en blanco. ─Yo también. Y será mejor que te apresures, a la profesora de biología no le gusta que lleguen tarde, te baja mínimo tres puntos por ello.  ¡Mierda! Eso era cierto, cómo pude olvidarlo, faltaba nada para empezar la clase y yo seguía aquí como si nada.  ─¡Ay, por todos los cielos, me tengo que ir! Nos vemos chicos.  No digo nada más, solo doy media vuelta y salgo corriendo al salón diecisiete sin esperar una respuesta de mis amigos. Necesitaba ejercitarme, ya me estaba quedando sin aire y solo he corrido unos cuantos metros, lo bueno era que no quedaba tan lejos y casi llegaba al salón, pero mi torpeza nunca me abandona ni en los peores momentos, porque justo cuando doblo a la derecha, mi cuerpo impacta con algo realmente duro, haciendo que caiga encima de tal cosa o mejor dicho persona.  Dios mío, pero qué cliché. Fijo mi vista en la persona que amortiguó mi caida, salvando mi vida y cuando lo hago me quedo de piedra en mi lugar, un extraño escalofrío recorre toda mi espalda hasta mi nuca, mis piernas no reaccionan por más que haga el esfuerzo de moverlas, de mi boca no sale ningún sonido ni aunque quisiera y mis manos empezaron a sudar al ver sus ojos verdes tan cerca. ¡Ay, por todos los cielos, esto tiene que ser un sueño! Aaron Petterson. El cielo ha escuchado mis suplicas.
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