Capítulo 2: I find you everywhere

1537 Words
Nahiana POV's Lunes. Escuela, igual a pesadilla y prisión. Me levanté de la cama perezosamente, fui directo al baño. Entré en la ducha, el agua recorría mi cuerpo cálido, haciéndome sentir nueva y limpia. Me puse mi ropa interior al terminar. Sequé mi cabello para que se armaran las ondas rebeldes, lo levanté mirándome al espejo, arreglé mi pequeño flequillo acomodándolo hacia un costado. Tomé el fijador con aroma y comencé a rociarlo por todo mi cabello, amaba ese olor a frutas y flores combinadas. Mi piel se erizó al instante al ver la maldita marca. Maldije en mi cabeza, al ver la marca en mi cuello color rojizo-morado. María tenía razón, no debíamos haber ido a esa fiesta. Más de una vez me había advertido, pero soy demasiado terca. Acomodé mi cabello tapando la marca con él. Salí del baño y busqué un poco de ropa en mi armario, una blusa suelta color beige, un short (el verano se acercaba, la escuela terminaba, pero la universidad decía Hola) y busqué a lado de mi cama mis vans color blancas. Lista. —Idiota, María ya está abajo. —dijo con burla mi hermano del otro lado de la puerta. Gruñí, decidí que era muy temprano para comenzar una pelea con Zach. —Bien, dile que bajo en minutos. —le dije mientras guardaba mis libros en mi bolso. —Dile tú. —dijo con arrogancia. Volví a gruñí por segunda vez, abrí la puerta de mi habitación, pero antes tomé un par de mis zapatillas, miré a los costados buscándolo con mi mirada, sonreí con maldad al verlo. Le apunté y en segundos, ésta aterrizó justo en su cabeza. «¿No que no querías comenzar una pelea temprano?» Me repuso mi conciencia con un tono burlón. Salí corriendo directo a las escaleras, María me esperaba pensativa. La tomé por el brazo y salimos de casa, dirigiéndonos a su auto. — ¿Problemas con Zach? —preguntó poniendo en marcha el auto. —No. —negué con un sarcasmo que se podía notar a kilómetros. Ella rió, haciendo que me contagiara. — ¿Aún no te traen el auto? —preguntó luego de varios minutos sin despegar la mirada del camino. —No, desde que he sido una tonta en prestarle a Zach para que este idiota vaya a chocar el maldito poste de teléfono... no, aún no me lo traen. —contesté mirando el buzón de mi teléfono por mensajes nuevos. —Las personas normales dejarían lo material por un lado y estarían más preocupadas por su hermano, no por su auto. —comenzó a decir ella con esa brillante sonrisa de mañana. —Claro, ya lo dijiste, las personas normales. Yo soy una persona que está más preocupada por su bebé. —dije con una sonrisa, tomando mi bolso al llegar a la escuela. Ella estacionó el auto y nos dirigimos hacia la entrada. Los alumnos comenzaban a entrar. Mi nombre comenzó a escucharse detrás de mi espalda, me di media vuelta para saber quién me llamaba tan desesperado. Su cabello al costado, con su vestimenta del equipo de fútbol y esos ojos azules se notaban a kilómetros de distancia. Esa sonrisa hizo que mi piel se erizara. Su respiración estaba algo agitada al hablar. —Hola. —Saludó con una sonrisa sin despegar la mirada de mí. — ¿Por qué te has ido tan temprano de la fiesta? —P-Porque... —comencé a titubear tratando de mentir. — Por María, porque ella se sentía mal... —dije tomando del brazo a María y apretándolo disimuladamente. Ella me miró con el ceño fruncido, la miré con suplicas. — ¡Oh!... —hizo un gesto de dolor. — Sí, me sentía muy mal. —dijo devolviéndome el apretón, solo que ella me apretó el brazo más fuerte. Sonreí con fuerzas para que no se notara que eso si dolió. —Oh, ¿qué te pasaba? —preguntó Thomas. Las dos nos miramos tratando de encontrar una pregunta. —Dolor de cabeza. —Dolor de estómago. Las dos lo dijimos al mismo tiempo, haciendo que nuestra mentira se notara mucho más. —Perdón, es que tenía dolor de cabeza con un dolor espantoso de estómago. —Dijo ella, Thomas asintió entendiendo la situación. — Oh... —hizo una mueca de dolor. — Creo que ha vuelto. —Déjame llevarte a la enfermería. —dijo automáticamente Thomas preocupado. —No, no... —Dije desesperada. — Hmm, yo... yo la llevo. Lo tomé de nuevo del brazo y entramos en los corredores, perdiéndonos de la vista de Thomas. —Gracias, Thomas, por ayudarme a recordar. —Dijo María ya más tranquila, pero su enojo por las mentiras iba a explotar en cuestión de segundos. — Ahora me tienes que decir porque decidiste que teníamos que irnos temprano de la fiesta... —Ya te dije, mi padre me quería temprano en la casa. —No, eso no... Entonces, ¿por qué no le dijiste a Thomas eso? —preguntó mirándome con una mirada acusadora. El timbre sonó, indicando que debíamos ir a nuestras primeras clases. Corrección, indicando mi perdición. — ¿Sabes? Tú tienes una clase que te espera y yo también, matemáticas. Y la señorita Green me odia, así que trataré de llegar temprano. Te amo, cuídate, ¿sí?... adiós. —dije alejándome de ella. —Pero... —intentó detenerme, pero yo me hice la idiota. Seguí con mi camino, no me volteé. Genial, mi clase quedaba en el segundo piso. Los pasillos ya estaban vacíos, iba a llegar otra vez tarde, y la vieja Green me iba a mandar a detención. No podría ser mejor mi día. Subí las escaleras, hasta que mis pies tocaron el segundo piso de la escuela. Comencé a caminar con paso apresurado, pero mi suerte no era la mejor. Mis cosas cayeron al suelo, las levanté con rapidez, me acomodé el bolso donde traía mis cosas y me dispuse a seguir mi camino. — ¿Ya te habían dicho que ese mini short se te ve súper sexy? —preguntaron con un murmuro. Esa dulce, seductora y ronca voz. Mi piel se erizó por completo. Sentí como la marca en mi cuello ardió como fuego al saber que el dueño de esa marca estaba a mis espaldas. —No. —dije seca y sin rodeos. Sus grandes manos se posaron a cada lado de mis caderas. Tomándolas con firmeza y seguridad. De un solo esfuerzo, giró mi cuerpo como una pluma. Su respiración chocaba con la mía, mezclándose. Solo podía sentir como su mirada se conectaba con la mía, como su suave y tibia mano se posicionaba debajo de mi blusa. Sentí el contacto frío de su mano con mi piel caliente, mi piel se erizó. Me alejé de él por instinto. —Estúpido. —murmuré mirándolo con descaro. Él sonrió con satisfecho y mostrando unos potentes hoyuelos. Me di la media vuelta para poder seguir mi camino con el ceño fruncido de furia y mis mejillas con rubor rosado de la vergüenza o tal vez por sentirlo tan cerca y potente junto a mí. Como si fuera mi dueño, tomó mi brazo y me dio un giro para que lo volviera a tener frente a mí. Él sonrió y tomó un mechón rebelde de mi cabello y lo llevó detrás de mi oreja, para luego sonreír sincero. — ¿Qué... qué haces? —titubeé con nervio corriendo por mis venas. Él no respondió. Tomó de nuevo mi cintura, no sabía por qué dejaba que me haga esto. No podía moverme, no quería. Con su otra mano tomó todo mi cabello y lo acomodó de un lado de mi cuello, dejando el otro lado descubierto. Paso su dedo cálido y frío por la marca que había dejado. Cerré mis ojos. —Me encanta tenerte como mi propiedad. —dijo en un completo murmuro seductor. Abrí mis ojos. Me alejé de él, nuevamente. —No soy tuya, ni de nadie. —Dije seria. — Ahora debo irme, se me hace tarde para mi clase. —me alejé sin decir más, él sonreía en todo momento, no sabía que era tan gracioso. ¿Por qué? ¿Por qué Henry me causaba un efecto tan extraño? Mi mente se nubló de su rostro, de sus ojos, de sus labios entreabiertos. Podía decir que en mi cabeza sus labios me llamaban. Pero era imposible, ¿por qué hacía esto, por qué se fijaba en mí? Como lo presentí, la Srta. Green me puso en detención a la noche, por haber llegado tarde a clase... de nuevo. «Gracias, Tremblay» pensé con sarcasmo barato al salir de la clase. A las tres de la tarde logré salir del infierno, no vi a Henry en ningún otro momento. Mi teléfono vibró en mi bolsillo trasero de mi short. Al pensar en eso solo se me vino una sola cosa a la mente, sus palabras, su ronca voz, esa delicada lentitud que lograba pronunciar cada palabra. “¿Ya te habían dicho que ese mini short se te ve súper sexy?" Sacudí mi cabeza haciendo que aquel pensamiento desapareciera de ésta, no quería pensar en él. Esto era solo un simple juego. No quería tener nada con él. ¿Para qué? ¿Por qué? Eran las preguntas que gritaba desde el fondo de mi cabeza. No, no era imposible. ¿Qué mierda se había tomado o fumado Henry para que se fijara en mi a estas alturas?, había sido mi compañero en algunas clases de algunos años, pero ni para decirme la excusa de que se le perdió un lápiz y necesitaba uno, él se había fijado en mí. No podría hacer que esto me gustara.
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