CAPÍTULO XCamelia había avanzado unos cuantos pasos por el corredor, cuando advirtió que la Baronesa se dirigía hacia ella a toda prisa. Le había sorprendido que la señora no la hubiera ido a ver esa mañana, antes que emprendieran la última etapa de su viaje. Pensó que tal vez ésta estaba fatigada, pero ahora su actitud le reveló que parecía en extremo agitada. —Debo hablar con usted, señorita Lambourn, en privado— pidió la Baronesa casi sin aliento, al llegar al lado de Camelia. —Por supuesto— aceptó Camelia—, pase a mi dormitorio. Ordenaré a Rose que se retire. —No hay necesidad— contestó la Baronesa—. Tiene usted una Salita, así que entremos en ella. Abrió la puerta contigua a la del dormitorio, y Camelia vio una acogedora salita que no había descubierto antes. Había flores en las