CAPÍTULO IILas velas de los candelabros ardían tenues, cuando un caballero ataviado en forma exquisita, subió por la escalinata de mármol, con expresión cínica y aburrida. El ruido producido por la muchedumbre que llenaba los salones de recepción era, pensó él, muy similar al de las cotorras en su jaula del Zoológico. Varias personas lo saludaron. Luego de corresponder con sólo un breve movimiento de cabeza, el caballero siguió adelante hasta encontrar a su anfitriona, rodeada por un grupo de invitados del sexo opuesto, que celebraban con risas y exclamaciones cuanto ella decía. Lady Jersey conocía todos los trucos femeninos para atraer la admiración de los hombres. Pequeña, y muy parecida a una pajarita de llamativo plumaje, había logrado conservar por años la atención y el cariño del P