De vuelta a Milán

1966 Words
“La real amistad, prevalece cuando ambos recuerdan y agradecen lo que uno, hizo por el otro” Juliano Es un nuevo día, el verano es caluroso. Camile despierta con un poco de jaqueca, aquel Coñac no le había caído del todo bien. Se incorpora en la cama, estira sus brazos, frota sus ojos, el tum tum de su cabeza, le impide levantarse —¡Indio! —llama a su guardaespaldas que lleva horas despierto, esperando a que ella despierte. Se pone de pie y vas hasta la habitación. Toca la puerta antes de entrar. —Pasa, que esperas. Te estoy llamando. —responde ella de forma imperativa. El hombre abre la puerta, aún no levanta el rostro, no quisiera tener mirarla nuevamente desnuda, tal vez no sea capaz está vez de contenerse. Menos ahora que sabe que ella desea a otro hombre que no es él. —Dígame patrona. —sigue sin mirarla, ella se levanta, el puede ver sus muslos desnudos. Ella toma la bata de seda blanca, se cubre y cierra con un lazo la bata. —Necesito algo que me calme este malestar. Siento la cabeza a punto de estallar. —Ya le traigo algo, jefa —sale de la habitación, abre la nevera ejecutiva, saca una bebida energizante, le coloca un poco de su droga, sabe que eso le quitará la resaca. Regresa a la habitación, le entrega el vaso. Camile lo bebé de un solo trago. Le devuelve el vaso. —Ahora baja y prepara el auto. Voy a alistarme. Quiero ir de compras y arreglarme un poco. —Sí, patrona. Sale de la habitación. Aquello energizante parecía ser muy eficaz, su jaqueca había mejorado rápidamente, inclusive se sentía con mayor ánimo. Se arregló para salir, como en sus mejores tiempos cuando Piero la enviaba de compras para cojerse a la camarera. Aquel recuerdo le causa repugnancia. —Maldito traidor. —se mira al espejo, toma su cartera y sale de la suite privada. Minutos después, aparece en el lobby del hotel, mientras su chófer y guardaespaldas, la contempla desde afuera. El hombre se apresura a abrirle la puerta del auto. Ella sube. —Vamos hasta el atelier de Juliano. Quiero ropa nueva y exclusiva. El Indio conduce, mientras ve desde el retrovisor a su amor imposible. Ella se percata de ello. —¿Ocurre algo, Indio? —le pregunta con perspicacia. —No patrona, nada. ¿Se siente mejor? —¡Sí! Diría que increíblemente bien. Creo que tu poción es realmente mágica. —ante el comentario de Camile, su escolta sonríe. Durante el trayecto, ella no vuelve a pronunciar palabra alguna, parece distante y pensativa. El Indio en cambio,no deja de recordarla totalmente desnuda ante él, de excitarse con el sonido de sus gemidos, que él desearía fueran provocados por sus manos y su lengua. Detiene el auto frente al Atelier de Juliano. Baja del auto para abrirle la puerta y escoltarla hasta adentro. —Benvenuto cara mia, Camile! —saluda con un par de besos Juliano a una de sus clientas consentidas. —Mio caro, mi sei mancata tanto (querido mío, te extrañé tanto). —Siento mucho lo de Piero. Me enteré por las noticias. —Sí, es muy difícil para mí, saber que él ya no estará a mi lado. —un gesto de tristeza se cuela en sus ojos. —¡Uyyy! Nada de tristezas amore, porque creo que arranco a llorar —la abraza Juliano para consolarla —¿Dime que buscas, en especial? —interroga su diseñador personal. —Ropa exclusiva, diseñada especialmente para mí. —responde emocionada. —¡Hum! Déjame ver. Creo que tengo una colección especial para ti. Acompáñame —la toma de la mano y se adentra hasta la parte de atrás de la tienda, mientras él Indio va detrás de ellos.— Rayos, dile a tu guarura que deje de seguirnos. No pienso secuestrarte. —Espera aquí. —le ordena. Muy a su pesar, el hombre cumple con la orden de Camile; nunca desobedecería una orden de su patrona. Se cruza de brazos y se para frente a la entrada del largo pasillo. —Mírame esta cosa linda —saca un vestido de color gris, con un estilo muy a lo de ella. —No vine a buscar la ropa que usaría la amante del mafioso —espeta.— Soy ahora la reina de la mafia. ¿Tienes algo para mí? —le pregunta ella más amablemente. —Oh, my God! Por supuesto querida. Adoro esa nueva Camile que está frente a mí, en estos momentos. Déjame decirte que serás la patrona más elegante y sexy del planeta Tierra. —camina un poco más adentro y levanta una cortina roja— No sabes como he esperado este momento, querida. Los trajes y vestidos que cuelgan en cada departamento acompañado de sus respectivos accesorios, carteras y zapatos, son realmente únicos. Justo lo que ella buscaba. —Creo que me conoces mejor que mi propio ex. —¿Lo dudas? Tu complicidad con Pier no es ni la mirada se la que hubo entre los dos, en la secundaria. Juliano, no era italiano, ni era solo el diseñador estrella de Camile, era su mejor amigo y confidente. Además el que la había salvado de ser descubierta por Piero cuando descubría que este la había traicionado y decidia desquitarse con alguno de sus compañeros del equipo de basquet o de su profesor de literatura. Flash back*** —Apúrate, entra a su cubículo. Yo te aviso si el director viene. —murmura Julio a su compañera. —¡Gracias Julio! —camina por el pasillo, mira a ambis lados y entra al cubículo, donde el profesor Ivan, revisa los exámenes que acababa de presentar el grupo donde está Camile. —Profe, vine a ver mis notas —el hombre algo nervioso, se levanta, camina hasta la puerta y mira a ambos lados del pasillo para verificar que no haya algún colega que pueda ver a aquella estudiante, entrando a su oficina. —¿Qué desea señorita Almendares? —Usted más que nadie sabe lo que deseo, profe. —dice seductoramente la adolescente. —No está bien que estés aquí Camile. Me puedes meter en serios problemas. Si te descubren aquí, no dirán que tú viniste, sino que yo te sonsaqué. —responde Ivan, agitado y haciendo gestos exagerados con sus manos. —¿Y acaso, no fue verdad? —se aproxima a él. —No, por supuesto que no fue así. Yo solo te mostré uno de los poemas que me inspiró tu rostro, tu belleza. —se defiende él con ese argumento. —Pues que recuerde no decía nada de eso: “tus labios como manzana prohibida, suculenta y apetecible se me antoja morderla, saborearla” —recita ella. —Es una metáfora, Camile... —¿Metáfora? “quisiera apretar tus muslos y que mi cuerpo se entrelazará entre ellos como una enredadera” —continúa la insistente joven, capaz de hacer lo que sea para lograr lo que se le antoja en el momento. —Es un símil, otra figura literaria, por Dios. —coloca la mano en su cabeza y camina de un lado a otro en la pequeña oficina. —Profe, usted y yo, sabemos lo que eso significa, que no desee admitirlo es otra cosa. —responde Camile, acercándose aún más, se prende a su cuello y sus senos rozan el pecho de él. —Debes irte Camile, no soy el hombre de hierro. —trata de quitar sus brazos entrelazados de su cuello, pero ella se resiste, volviendo a rodear su cuello con sus manos. —Vamos teacher. No tiene por qué saberlo nadie. Yo no dejo de pensar en usted. Cada vez que en clase lee los poemas de Neruda, mi v****a palpita de deseo. —respira cerca a su boca. —No está bien, eres menor de edad, soy tu profesor y no... —los labios de ella aprisionan los de él, impidiendo que este culmine la frase. Ivan no puede evitar que aquello suceda. Él la desea también, aunque había intentado no romper su código de ética y moral. Camile siempre ha sido una de sus estudiantes más notables en su clase, siempre lee los textos que él asigna, cumple con sus tareas e interviene en todas sus clases. Pero parece ya demasiado tarde para no ceder ante sus instintos viriles. Deja que sus grandes manos se deslicen por la espalda de la joven y bajen hasta sus nalgas. Camile da un salto y a horcajadas entrelaza sus piernas sobre su cadera. Él la sostiene por sus nalgas, las masajea y apreta con diferente intensidad promoviendo en ella, sensaciones más intensas. Ella comienza a elevar sus caderas con movimientos sinuosos, rozando con su pantie el falo de su profesor. —Es mejor que paremos —dice él entre jadeos entrecortados y respiración agitada. —¡No podemos! Quiero que escribas dentro de mí, ti mejor poema, que la tinta blanca que llevas se derrame sobre mi vientre y me tatúes tu nombre en la conciencia. —¡Carajos! —responde Ivan, se voltea, la acuesta sobre el escritorio, se abalanza sobre ella, y se mueve instintivamente para aumentar su excitación. Como puede, mientras acaricia sus labios verticales, con su otra mano logra bajar la cremallera, sacar su vara de poder, mientras ella lo ayuda, corriendo a un lado su pantie y él penetra la cueva ardiente y húmeda, de Camile. El placer de ambos es inmenso, es justamente lo prohibido lo que los lleva al límite de la lujuria. Ivan hace movimientos circulares con su cadera, de lentos a intensos, de superficiales a profundos. Ella gime de placer, mordiendo sus labios para evitar gritar, él también permanece en silencio, solo se escucha el sonido de sus pieles chocando tras cada movimiento frenético de sus cuerpos. Ambos alcanzan un orgasmo épico, él saca su falo y rocía el monte púbico de la experta chica. Minutos después, Camile sale de la oficina visiblemente perturbada por el encuentro s****l con su profesor. —¿Cómo te fue? —le pregunta emocionado a su amiga. —Te dice algo, este olor —se mete la mano entre la falda y aún con los dedos húmedos, pasa por las mejillas de su compañero. —Eres una perra... hueles a purita lejía. —se limpia el rostro con el antebrazo— ¿Grande o pequeño? —Julio le pregunta con extrema curiosidad. —Es un semental ese hombre —suspira ella.— Perfecto y ajustable. —sonríe con malicia. —Vamos a clase, que debe estar por llegar la insoportable de matemáticas —ella se prende a su antebrazo, mientras juntos corean el clásico reaggeton: —¡Qué perra, que perra! que perra, es mi amiga. ¡La real Lassie! —ríen a carcajadas. Después de aquel primer encuentro entre ambos, Camile no solo es la mejor de la clase de literatura sino la mejor amante que Ivan a sus treinta años, doblando la edad de aquella joven, ha tenido. *** —Entonces, Julio ano. Me llevo todo esto. Prepáralo todo. —le entrega la tarjeta negra Centurión. Juliano, ayuda al Indio a meter las bolsas y cajas con los diferentes atuendos, en la maletero del Mercedes Benz-AMG blanco. —¡Suerte, amiga! No olvides que estoy aquí para lo que necesites, sin excepción. —Lo sé July, eres el mejor amigo que he tenido. ¡Gracias! —Gracias a ti, por darme la oportunidad de venir a Italia, eso nunca lo olvidaré —la abraza y besa nuevamente en cada una de sus mejillas. —Nada de lágrimas, las perras no lloramos —ambos tienen a carcajadas, mientras el Indio espera por Camile, sin entender sus códigos comunicativos.
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