Capítulo Treinta y seis: No es cosa de risa

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—¿Buenos amigos? Eso es muy dudoso, señor, no suelo tener amigos que son despreciables, digamos que usted es un poco de eso y más, así que, no, gracias, pero, no vino a eso, ¿Verdad? ¿Qué pasa? ¿Ha venido a matarme o a tomarme como un rehén? Debe saber que el papel de víctima no se me da fácilmente, podría ser más escandalosa que dócil. Gil la miró asombrado, luego esbozó una sonrisa cínica. —Querida, podría tener un arma justo en mi saco, podría apuntarte y dispararte, tan rápido, que ni siquiera sabrías que moriste. —Eso es seguro, pero ¿Sabes? He sido apuntada con un arma varias veces, me jacto en decirte que tengo suerte con las pistolas, me temo que el día que tome una, no vacilaré tanto para disparar, ahora puedes dispararme, pero ¿Quién sabe? Ya han llamado a mi esposo, el nombre

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