Fearn le llevó al páramo aquel sábado. Aún era lo bastante temprano para que el cielo no estuviera totalmente n***o. Junto a Fearn había un perro, un medio terrier de color arena al que llamaba Barney. Era un perro encantador, con una amplia sonrisa en la boca y una cola que giraba como la pala de un helicóptero. Salmón le acarició el cuello y el perro le lamió la mano. "Es adorable. ¿Es tuyo?" "De la esposa". Salmón no dijo nada más. No quería seguir con esa línea de pensamiento. Si Fearn deseaba ofrecer alguna información, era cosa suya. Salmón prefirió reservarse sus preguntas. Estaba seco, una ligera brisa se movía entre la h****a. Tomaron una ruta distinta de la que habían seguido hasta la vieja cabaña unos días antes con los niños. Desviándose mucho más allá de Willy el Pardo, Sal