I
Reino de Bakje.
—¡Appa mira un águila!— señaló hacia el cielo azul, tan azul y brillante como la sonrisa de sus padres, el pequeño príncipe no dejaba de sonreír y correr por los pastizales de trigo.—¡Hyung, ¿Dónde estás?!
Min Seok le hizo una señal para que guardaran silencio a sus padres los cuales sonrieron mientras asentían.— ¡Booooo!— salió de improvisto logrando que su pequeño hermano saltara y cayera de trasero sobre la paja.
—¡Aaaahhhhhhh!— Chan se levantó sacundiéndose antes de empezar a corretear en medio de sonoras risas y sonrisas a su hermano mayor, ambos, estaban tan entretenido tratando de desafiar a la gravedad mientras intentaban flotar por los aires que tan sólo bastó el grito desgarrador de su madre para que se detuvieran.
Min Seok fue el primero en reaccionar, él corrió tanto como pudo pero... lamentablemente lo único que encontró fueron los cuerpos sin vida de sus progenitores, sus padres, los Reyes, habían sido asesinados en un abrir y cerrar de ojos.
—Hyung, ¿Qué pas...— Chan se removió afligido antes de despertar de su pesadilla.—¡Apppaaaa, omaaaaaaaaa!— de sus ojos bajaban gruesas lágrimas que no se detenían, el pequeño de ocho años, extrañaba a su madre, su pequeño y frágil corazón, extrañaba las dulces melodías que su madre le cantaba antes de dormir, él necesitaba sentir el amor de su padre y las bellas historias que le contaba.
Jong Dae, el capitán principal y hombre de confianza de la familia Real, envolvió entre sus brazos al pequeño príncipe, haciéndolo sentir seguro.— Todo está bien, sólo fue una pesadilla, ¿De acuerdo?— Chan asintió tallándose sus ojitos con sus puños.
—Hyung, ¡Hyung!, ¡ Hyungggggg!— él no paraba de llamarlo con mucha fuerza desde su escondite en una cueva que se encontraba cerca a un riachuelo, en una cueva que es su refugio temporal hasta que se vuelvan a poner en marcha esa misma noche.
—Príncipe Chan, tu hermano ya está por venir, salió a pedir un poco de leche a las mujeres del templo que vimos antes de llegar aquí, ¿Lo recuerdas?— el pequeño miró hacia la entrada muchas veces antes de asentir.
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Min Seok caminó por largos minutos hasta que llegó al templo, él tapó toda su cabeza, únicamente dejando al descubierto sus ojos, sujetó su cuenco y tras unas señas le pidió a una de las mujeres de aquel lugar que le regalase un poco de leche, ella unió sus manos y se inclinó a modo de asentimiento antes de sujetar el cuenco y llevarlo dentro para conseguir un poco.
El Príncipe miró un tanto inquieto a su alrededor ya que todo estaba demasiado silencioso para su gusto, el templo tenía varios integrantes en su interior o meditando cerca del acantilado, sin embargo, los árboles parecían estar advirtiéndole de algo.
La mujer volvió con unas cuántas cosas más en las manos junto a la leche y se lo entregó, Min Seok no habló, tan sólo agradeció mediante señas ya que no correría el riesgo de que lo reconocieran, no sería un imprudente considerando que estaban pidiendo trescientas monedas de oro por su cabeza y la de su hermano.
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Una semana Atrás...
Reino de Goguryeo.
—¡Me rehuso, no me iré madre!— él estaba muy furioso, luego de haber ganado una imposible guerra contra Yilou teniendo a su mando un ejército incompleto lo mínimo que esperaba era obtener el trono, pero no, lo que se encuentra es con su madre quién prácticamente le está obligando a dejar el Reino, un Reino al que ha defendido incontables de veces con su vida entera.
—No hay vuelta atrás, tu padre ya dió su última palabra y ésta vez estoy de acuerdo con él.— Lujan iba a protestar una vez más pero su madre hizo que guardara silencio.— Desde que tienes quince años nos haz protegido, haz protegido este Reino como si fuera únicamente tuyo, ahora, quince años después, no permitiré que mi hijo se siga bañando con sangre y ver cómo otros se llevan el crédito por eso.
—Madre, por eso mismo no debo irme, debo reclamar el trono y demostrarles a todos que el hijo de la segunda esposa también está calificado para reinar, mi hermano, él...
—Él ahora deberá demostrar su capacidad, tú ya lo hiciste, tu padre conoce tus destrezas y habilidades, por eso ahora, ésta vieja te pide que vayas a vivir una vida tranquila, ve a conocer los demás reinos, ve a meditar y luego, cuando hayas hallado tu camino, una razón para vivir, vuelve y pelea por el trono, si es que para ese entonces, el trono es tu objetivo principal, ¿De acuerdo?— Lujan miró con resentimiento a su madre ya que ella parecía estar del lado de su medio hermano pero de igual forma asintió, sin embargo, antes de partir deslizó su espada de la vaina donde estaba contenida, sujetó su cabello y sin contemplación alguna, cortó su cabello largo, cortó su orgullo como guerrero.
—Ahora, seré un hombre sin Reino, seré un hombre sin lealtad a ninguna corona, tan sólo seré Lujan, un forastero obligado a serlo.— Él pasó al lado de la mujer quién se mantuvo serena todo el tiempo y salió en busca de un destino que no creía haber para él más allá de las fronteras de su antiguo Reino.
—¡Hyungggggg, no te vayas!— un pequeño salió corriendo mientras se tropezaba con sus pequeñas piernas, Lujan paró y alzó a su hermano, el pequeño Baek dejó caer un par de lagrimitas mientras se aferraba al cuello de su hermano.— Hyung, no quiero que te vayas.— el más alto lo volvió a dejar en el suelo.
—Promete que cuidarás de mamá, ¿Está bien?— el pequeño entre sollozos asintió ya que su hermano siempre le había recordado que un hombrecito debía ser valiente, así tuviera la marca, él seguía siendo un hombrecito.— Te amo Baek y pronto volveré para llevarte conmigo.— lo volvió a abrazar antes de irse sin mirar atrás montado en su caballo.
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—¡No se acerquen!— Min Seok miraba amenazadoramente a los tres sujetos frente suyo, él mantenía sujeto con fuerza su cuchillo.
—Oh, vamos, príncipe Min Seok, tan sólo queremos jugar un poco y tratarlo como el príncipe que es, no queremos hacerte daño.— sonrió desquiciadamente el que parecía ser el líder.— Eres de la realeza, deberías pensar en tu gente y sacrificarte por nosotros, trescientas monedas de oro son suficiente para no volver a delinquir nunca más, jajajaja.
—Ustedes no son la gente de mi pueblo, son simples rufianes avariciosos.— Min Seok tragó duro al encontrarse al borde de un acantilado.
—No tienes salida Príncipe, por cierto, antes de matarte, ¿Dónde está el Príncipe Chan?— Min Seok les escupió.
—¡Nunca se los diré!
—Vaya, ahora sí tenemos un problema, nos pagan más, si matamos al futuro rey pero no desaprovecharemos la oportunidad de matar al Príncipe.— habló acercándose con toda la intención de cumplir con su objetivo cuando montones de piedras empezaron llover sobre suyo.
—¡Hey! ¿Qué sucede?
—¡Largo, nosotros lo vimos primero!
—¿Ah? ¿Ver a quién?— Lujan volteó la mirada encontrándose con la mirada de Min Seok, encontrándose con aquella mirada penetrante dueños de un brillo singular y de un color chocolate.—¿Quieren atraparlo?
—Sí, porsupuesto.
—¿Por qué?— les interrogó mientras se bajaba del caballo y caminaba hacia ellos poniéndose frente a Min Seok quién empuñó con más fuerza su cuchillo.— Ese pequeño cuchillo no me hará daño.— mencionó aquello y le guiñó un ojo.— ¡Muy bien delincuentes, ¿Quién quiere morir primero?!— los hombres se miraron confundidos mutuamente.
—¿Sabes nadar?— Min Seok le preguntó sin dejar de ver hacia el río bajo el acantilado.
—Sí.— dijo sin esperar que después de su afirmación, el curioso muchacho de hermosos ojos se lanzara al río, Lujan se sorprendió ante su osadía y chasqueó la lengua mirando una vez más a los hombres frente suyo.—¿Ustedes saben nadar?— ellos negaron, entonces, Lujan silbó hacia su caballo antes de arrojarse al río junto a Min Seok.