Capitulo Tres

1196 Words
El dolor se hace grande y fuerte convirtiéndose en el verdugo de mis días y no estoy segura de poder mantenerme en pie cuando todo está en mi contra.  Atenea Hoy de nuevo tendré el desagradable placer de ver al señor Black, la diferencia además de estar preparada para el encuentro es que hoy mismo firmamos el acta de matrimonio y me voy a vivir a su casa tal como él lo pidió. Siempre imaginé una gran fiesta, caminando al lado de mi padre hacia el altar, donde me estaría esperando el hombre perfecto para mí, pero, en cambio, me toco esto, una simple transacción comercial indigna de una celebración, no recuerdo que alguien nunca en toda la historia de la humanidad haya celebrado su propia desgracia. Me miro en el espejo de mi habitación por última vez antes de salir por un largo tiempo de mi casa, me he puesto un vestido n***o contemporáneo hasta las rodillas, un atuendo clásico y apropiado para la ocasión, lo he complementado con el juego de collar y pendientes de mi mamá, en mi rostro el brillo se ha apagado casi por completo, me veo cansada, demacrada y sin vida, la verdad es que ni siquiera recuerdo cómo sonreír, hace casi siete meses que mi mundo se desmoronó y todavía continuo recogiendo las partes para tratar de unirlo de nuevo con el recuerdo del amor de las únicas personas que me amaron de verdad. Respiro profundamente antes de girarme y ver sobre la cama todo mi equipaje ya listo para ser enviado a la casa de mi futuro esposo, solo faltan un par de horas para que el acuerdo sea firmado, espero que el señor Black no ponga objeciones con respecto a las condiciones de nuestro matrimonio, aunque fue el mismo quien me firmo una hoja en blanco restándole interés a algo que quizás le hubiese convenido discutir con mucha más atención, en fin su firma y la mía están plasmadas en el documento y que lo rechace en este momento únicamente alargaría mi agonía. —Adelante —digo al escuchar los golpes en la puerta que me sacan un poco de mis pensamientos. —Señorita, el coche la espera —informa Alicia con una sonrisa apagada. —Recuerda enviar el equipaje a mi nueva dirección hoy mismo, en lo que converse con el señor Black, le pediré que me permita llevarte conmigo —señalo, porque no pienso dejarla con el idiota de mi hermano, estoy segura de que convertirá la casa de mis padres en un antro y no creo tener el poder para evitarlo. —Como diga señorita, estaré esperando su llamada —su voz sale un poco quebrada, ella apreciaba mucho a mis padres, es un poco mayor que yo, bien podría ser una hermana mayor para mí, es una pena que no lo sea. —Es hora de hacer a un lado el dolor y sacar fuerzas de donde no las hay para sortear el destino que me toca, cuando esta farsa termine tendré tiempo para continuar llorando —pronuncio cambiando mi tono de voz por uno más frío. Quizás el dolor me dé el coraje que necesito, investigue un poco a Dominic Black y pude ver que es un hombre arrogante y narcisista, acostumbrado a que todos bajen la cabeza delante de él y a obtener siempre lo que desea sin importar el costo, quizás por eso es que ahora voy camino a casarme con él, de algún modo convenció a mi padre para que aceptara un trato de ese tipo. Pensé en impugnar el testamento, pero no estoy segura ni tengo pruebas de que mi padre fue presionado para establecer de esa manera las condiciones para heredar. Subo al coche en silencio y dejo que el chofer me conduzca hasta donde el final empieza, no espero nada agradable de todo esto, únicamente una convivencia en la que me pueda sentir medianamente tranquila en un lugar extraño y desconocido, aunque lo dudo y espero tener la fortaleza mental para enfrentarme a la bestia como lo denominan. En fin, basta de pensar en ese hombre que ya bastante tiempo tendré para tenerlo presente cada maldito día de mi existencia, mi hermano es quien me preocupa de cierto modo. No hizo nada por invalidar el testamento y además desde que se largó en medio de la lectura no ha vuelto ni ha dado señales de vida, su silencio no es normal, sin embargo, confío en que no esté haciendo nada que lo ponga en riesgo. Las cosas deberían de ser diferente entre los dos, él es quien tiene que cuidar de mí y preocuparse por mi bienestar, pero me toco hacer el papel de hermana mayor porque a él no se le da la gana de madurar y comportarse como un hombre. —Señorita, hay reporteros fuera de la notaria ¿Doy la vuelta? —Me sobo la frente tratando de aclarar mis pensamientos, lo que menos quiero es dar declaraciones en este momento, la prensa no entiende que no todo el mundo quiere hacer un tabloide con su culo. —No, estaciona en el frente y ayúdame a que nadie se me acerque por favor —pido, si rodeamos perdemos más tiempo y nada me asegura que no vayan a dar a la puerta de atrás para continuar con el acoso periodístico, no sé cómo existen personas que les encanta ser el centro de atención de estas personas que solo viven del chisme. Cuando el auto se detiene, los reporteros saltan enseguida hacia la puerta trasera del vehículo, de donde se supone tengo que salir para poder ingresar a la notaria, por suerte los oficiales del despacho se avocan y alejan a la eufórica prensa sedienta de alguna declaración de mi auto, bajo una vez el chofer me abre y me acompaña en el camino que los oficiales han hecho, no es tanto el recorrido, empero, la mezcla de voces y palabras hacen que me maree momentáneamente al sentirme asfixiada. —Atenea, al fin llegas —pronuncia el señor Robinson—. Llegue antes y traje conmigo algunos efectivos, los últimos días has estado en boca de toda la prensa y de algún modo se filtró la noticia de tu enlace con el señor Black —añade a modo de explicación, ahora entiendo por qué tantos imbéciles afuera. —La verdad no tenía ni idea de que era la noticia del día, en fin no vine para hablar sobre eso, sino para firmar el acta de matrimonio, hagámoslo, ya necesito retirarme —no quiero ser grosera, pero la verdad es que imaginar que tengo que pasar de nuevo por esa marea alta de reporteros me hace sentir enferma. —Entonces vamos, el señor Black nos espera —anuncia y quiero decir que me sorprende, sin embargo, llegue un poco tarde y creo que es la maldición de las novias, aunque algunas no estemos tan felices como se espera. Tal como me informo el señor Robinson Dominic Black espera por mí, su mirada me recorre y me provoca escalofríos, no obstante, intuyo que es su manera de doblegar las almas que se levantan en su contra.
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