—Lo siento, no tenía ni idea —admití con vergüenza, agarrando el borde de mi vestido. Sentí la mano tibia de Esther sobre la mía. No sabía en qué momento se había acercado, hasta el punto de poder rozar mi mano. —Tranquila cariño, debes tenerle un poco de paciencia. Nunca había estado tanto tiempo con una chica —me habló con un aire maternal, que hizo recordarme a mi madre. —¿Cómo sabe…? —Él me cuenta casi todo, linda. Además, soy su madre, lo conozco —Esther sonrió y dirigió su mirada hacia donde se había ido Leo. Me volteé y lo vi con una bandeja con 3 tazas de café. —Aquí tienen —dijo Leo en cuanto llegó. —Gracias, cariño, eres muy considerado —él le sonrió a su madre y luego se sentó a su lado. La madre de Leonardo estaba en medio de nosotros dos. —¿De qué hablaban? —Estab