CAPÍTULO DIECISÉIS
La secretaria hizo pasar los agentes y cerró la puerta detrás de ellos.
La oficina del coronel Adams no era en absoluto lo que Riley había esperado. Recordaba haber visitado la oficina de su padre una o dos veces de niña. Su lugar de trabajo había sido pequeño y sencillo, con algunos muebles viejos y robustos y un escritorio desordenado. Su padre le gustaba así. Él se consideraba un simple soldado.
En comparación, esta oficina era grande y opulenta. Su ubicación en la esquina superior del edificio proporcionaba una vista espectacular de la base militar y el océano más allá. Unos estantes altos estaban llenos de historias militares encuadernadas que se veían viejas y valiosas. El gran escritorio era de madera pulida con muy pocas cosas, solo una lámpara, un papel secan
