Capítulo 5 - La anónima

1439 Words
  Me quedé paralizada, no podía ser que alguien supiera lo que había hecho. Mi vista estaba puesta en la pantalla de mi celular, la gente, los murmullos y todo desapareció a mi alrededor. ¿Quien era «P»? ¿Cómo consiguió mi número? Me sentí como cuando estaba en la preparatoria y me llegaban mensajes con amenazas. —¿Carolina? —la voz de Kayler me trajo de vuelta a la realidad. Lo miré. —Es... un mensaje —susurré muy bajo. Además no quería que su nueva manada escuchara y él lo entendió. Pensé que leería mi mente a como antes pero recordé que no podía hacerlo, de alguna manera había bloqueado mis pensamientos. O eso fue lo que había dicho él. Eso me había tranquilizado un poco porque podía pensar con tranquilidad. —Nos vemos en el campus —les dijo a ellos mientras se ponía de pie conmigo—. Tengo que hacer algo antes. Los chicos asintieron. Kayler y yo empezamos a caminar fuera de la cafetería, de vez en cuando miraba a los alrededores para ver quien podía estar con su teléfono mirándome raro, pero casi todos lo estaban ¿será de la universidad? Es que si tan solo pudiera recordar. Al estar en un pasillo solitario nos detuvimos. Le mostré el mensaje. —Mierda... —murmuró, apretando los puños—. Quien quiera que sea lo voy a matar. —Kayler —lo sentencié, ya que debería de estar bromeando. —No me digas que me calme, sea quien sea no tendría que saber esto y menos lo que somos. Es una de nuestras reglas. —¿Y si no es un humano? —planteé. —Según esos tres chicos de allí eran los únicos licántropos de la universidad. ¿Entonces? —Esto... Es demasiado —me sobé la sien. Alguien sabía lo que había hecho, alguien me iba a meter a la cárcel. Me lo merezco, lo sé, pero no creo que esa chica... O chico tenga pruebas de lo que hice. —Tranquila —se acercó a mí, acurrucando mi cara en sus manos, haciendo que lo mirase—. Mientras yo viva, Carolina, nada, absolutamente nada te pasará ¿entiendes? Asentí, sonriendo con tristeza. En eso todos los de la cafetería empezaron a salir en dirección al campus. La verdad no quería ir. Y no lo haría. —Si quieres podemos ir a casa —me propuso—. Podemos hacer video llamada con Anne y Thomas. O puedes llamar a tu mamá o a Kenzie. Entre medio de tanta tristeza, sonreí con ilusión. Hablar con mis amigos o con mamá me iban a distraer, además, los echaba tanto de menos. —Esta bien.  *** Al llegar al departamento nos sentamos en el escritorio, buscando a Anne en línea. Sonreí al ver que lo estaba. Me apresuré a llamarla, me sorprendió la rapidez con la que respondió. La ventana del video chat se abrió, dejando ver a una Anne con sus lentes sonriéndonos. —¡Hola, chicos! —exclamó— Que gusto me da verlos, enserio. —Hola, Anne ¿qué tal todo? —le dije. —Está súper bien, anoche Thomas me llevó a una montaña, estuvimos mucho tiempo sentados bajo la luna llena para después ir a dar un paseo convertidos. —sonrió. Se ve que estaba feliz. Sonreí por ella. Kayler a mi lado me abrazó por atrás. Anne me había contado que Thomas al fin la había hecho loba. Y, a diferencia de mi, ella sí se miraba ilusionada. Se veía que le gustaba su nueva vida. —Bien por ti, Anne —respondió Kayler por mí ya que me había quedado en silencio. —Carolina, ¿qué tal la universidad? ¿Has hecho nuevos amigos? Amigos. Si como no. —Hay un profesor, bastante joven que... Creo que seremos buenos amigos —respondí. Anne elevó una ceja sonriendo mientras le daba una mirada rápida a Kayler. Había notado como éste quitaba sus brazos de mi y los ponía encima del escritorio. —Eso es ¿bueno?. —respondió ella algo incómoda, en eso una figura apareció detrás de ella con su celular en la mano. —Hola, Thomas —elevé la voz, ganándome la atención del chico. Anne lo volteó a ver estirándole la mano para que llegara donde ella. Thomas se sentó a su lado. —Hola, rubia, ¿cómo está la universitaria? —cuestionó sonriendo. Suspiré profundo. —Creo que sobreviviré. —Cuidado, dicen que los primeros meses son muy difíciles —habló con voz ronca. —No le hagas caso —intervino Anne—. Carolina, si necesitas algo ya sabes que puedes llamarnos en cualquier momento. Sabes que nada es más importante que nosotros. Asentí. —Tenlo por seguro que lo haremos, Anne —respondió Kayler—. Thomas, te llamaré —le dijo al chico, señalándole el celular. —De acuerdo —respondió el otro, poniéndose de pie—. Nos vemos, rubia. —Adiós —le dije. Kayler se levantó de mi lado y se dirigió a la habitación, quedando solo Anne y yo. Nos dimos una mirada cómplice. —A mi no me engañas, Carolina, sé que algo te pasa —murmuró—. Y yo que pensé que todo lo malo había quedado atrás. —Es algo muy... Complicado —bajé la vista— No es buena idea contarte por aquí. Silencio. —Oye, ¿es grave? Pues claro que era algo grave, demasiado grave diría yo. Subí mi vista para verla. —Algo así —me encogí de hombros. —Y yo estoy tan lejos —se quejó—. En fin, ¿que querrá decirle Kayler a Thomas? —Ni idea, ha estado algo tenso y preocupado. Y no es para menos. —Quizás me cuente después —se dijo a sí misma—. ¿Has hablado con Kenzie o Connor? —me preguntó. —La verdad no —respondí. Y era cierto, desde que esos dos habían terminado con lo demás  no los había vuelto a ver, quien sabe en donde estarán esos tórtolos. —Kenzie una vez me llamó para decirme que tenía razón, debió de haber hablado con Connor y ser sincera. Después de eso no supe más de ella. Ni de Clark. Puse los labios en una sola línea. —Ya sabremos de ellos —me reincorporé—. Bueno, Anne, ¿hablamos luego? Tengo algo que hacer —mentí. Solo quería tirarme en la cama y dormir un buen rato. —Esta bien, nos vemos. El video chat se cortó. Solo me quedé viendo la pantalla, pensativa. Me levanté del escritorio y me dirigí al sofá, encendiendo la tele en el proceso. Me acosté, estaban presentando una película romántica. Genial.  KAYLER. —Lo que necesito saber... ¿Es posible que no recuerdes a tu primera víctima humana? Es decir, estabas dormido, amanecer al siguiente día completamente lleno y no recordar lo que pasó anoche —le expliqué a Thomas luego de decirle lo que había sucedido con Carolina. —Eso si es... Nuevo, que yo sepa nunca ha pasado ni he conocido algo así —respondió—. Pero lo más probable es que haya sido su otra parte animal, ya que su parte humana jamás haría algo así, al parecer ansiaba satisfacerse con comida de verdad. Es la única explicación que puedo darte. Resoplé. Yo tampoco había escuchado tal cosa, era muy nuevo para mí y la única persona que puede darme respuestas es mi padre, pero no quiero molestarlo ahora. Me dirá que nos regresemos y Carolina no querrá eso. Estamos en proceso de tener una vida juntos, vivir juntos, solo los dos. Yo sé que la sacaré de esta. —Está bien —le dije—. Veré que puedo hacer. —Me mantienes informado, ¿he, Brown? —Si. Colgué, lanzando el celular en la cama y llevándome las manos a la cara, exasperado. La luna azul tan solo será en mes y medio. Hay veces en que no me controlo, pero seré más fuerte y tendré todo el poder que quiera. Salí de la habitación en busca de Carolina. La encontré en el sofá con la televisión encendida. Ella estaba dormida. Me arrodillé a la par suya, acariciándole el rostro. —Voy a hacer lo posible para que tengas paz —le dije en un susurro. Lo mismo me había pasado cuando maté a Scott por accidente. —Te lo prometo —me incliné y le besé la frente. Tenía que salir.  CAROLINA. Abrí los ojos soñolienta, la luz de la luna se filtraba por la ventana. Observé que la habitación estaba a oscuras, solo la luz del televisor alumbraba. Me reincorporé, frotándome los ojos. —¿Kayler? —lo llamé, buscándolo con la mirada. No había nadie ¿en donde se habrá metido? Fruncí el ceño, poniéndome de pie. Quizás está en la habitación. Iba camino a ella cuando, de repente, tocaron la puerta dos veces. Parecía que fue con el puño. Estaba cerca así que la abrí de inmediato. No había nadie, bajé la vista, encontrándome con una caja, envuelta en papel regalo. Un lindo lazo plateado la adornaba. Me agaché, recogiéndola, cerrando la puerta detrás de mi. Me apresuré a abrirla, penado en qué tal vez sea un regalo de Rafael. Dejé la envoltura en la mesa, abriendo la caja de una vez. Mi respiración se entrecortó al ver lo que contenía. Había una camisa hecha trizas, al cogerla en las manos supe que era la mía, la que llevaba el día en que maté al chico. Había una nota también. La leí, con manos temblorosas. Carolina Lane, sé lo que eres. Sé que mataste a Dereck y si no vienes el viernes a la avenida 112 a las 9 de la noche toda la universidad lo sabrá. Estás advertida.    «P»
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