Capítulo 6 - Imprudencias

1402 Words
Mis manos empezaron a temblar, mirando la nota frente a mi, alguien sabía lo que era, además de lo que había hecho. Alguien me había visto. No puede ser, esto no puede ser. Intenté calmarme, respirando profundo. Dejé el papel en la mesa junto con la ropa, quería contarle a Kayler pero no estaba y no sería bueno decirle esto por teléfono. Me abaniqué con la mano para calmarme un poco, estoy demasiado nerviosa; solo quería tener una vida tranquila con Kayler, pero ahora estoy metida en un problema mayor. Minutos después de calmarme un poco decidí salir del dormitorio, en busca de aire fresco para poder pensar. Siempre había sido una chica fuerte, nunca dejaba que las cosas malas me superaran. Al salir al pasillo me encontré con Rafael, él venía con un capuchino en sus manos, al verme sonrió. —Hola, Carolina —ma saludó, pero su sonrisa se esfumó al ver mi cara—. ¿Te encuentras bien? —se apresuró a llegar donde mi. —Si —fingí una sonrisa—. Es solo que me estoy despertando y siempre que lo hago estoy como un zombie por allí —hice una mueca restándole importancia. Rafael vaciló, pero al final rió un poco. —Ya veo, no te miré en el campus —me comentó, dando un sorbo a su capuchino. Puse los labios en una sola línea. —Es que tenía que hacer algo súper importante por eso falté —mentí. Asintió entendiendo. —Creo que a tu novio no le agradé mucho hoy —murmuró. —A Kayler son pocas las personas que le agradan —sonreí recordando que no podía ver que un chico estaba cerca de mí porque ya se enojaba. —Pues claro, teniendo a una novia tan linda cualquiera la cuidaría —halagó. —¿Linda? —reí nerviosa—. No para nada. Rafael era tan transparente y lindo, pero jamás lo vería como algo más, quizás me recuerda a Connor en aquellos tiempos. —Es la verdad —admitió—. Aunque no pienses mal, ¿he? Sigo siendo tu profesor —musitó—. Pero me gustaría que eso se quedara solo dentro del aula, ya afuera me puedes considerar un buen amigo más —sugirió—. Las demás chicas creo que solo buscan otra cosa, menos amistad. Respiré profundo, asintiendo, Rafael no era feo así que ha de tener su buen grupo de admiradoras. Aún estaba nerviosa y algo asustada por lo anterior, pero tenía que ser fuerte. —Claro, yo ya te considero un amigo —asentí. Rafael miró de mí, a detrás de mi, pero luego me volvió a ver antes de que yo pudiera girar la cabeza para ver quién venía allí, pero su voz me lo impidió: —¿Ibas a alguna parte? Me parece que es muy tarde que una jovencita como tú salga a estas horas. Y sola. —Quería tomar un poco de aire fresco —admití—. Además necesitaba pensar un poco y así. —Te podría acompañar —sugirió. Bueno, en realidad quería estar sola para así desahogarme con confianza y sin vergüenzas pero no le podía decir que no a mi profesor, ademas, quizás hasta en un futuro me ayude con algún que otro punto en clases si hace falta. Eres mala, Carolina Lane. —Si, esta bien... —Por supuesto que no —dijo una voz a mis espaldas. Su voz sonó autoritaria y dura. Kayler se puso a la par mía, dándome una mirada rápida para después mirar amenazante a Rafael—. No lo tomes a mal, pero planeaba llevar a mí novia a un lugar mejor —le dijo con fingido aprecio. Lo miré mal, pero él no me miró. Rafael solo se encogió de hombros. —Esta bien —elevó las manos en forma de paz, ahora se dirigió a mi—. Nos vemos mañana, Lina —se despidió. —Adiós —le sonreí. Rafael giró sobre sus pies y empezó a caminar hacia su dormitorio. Ahora a enfrentar al chico a mi lado. Kayler se puso frente a mi, reprochándome con la mirada. —No me agrada tu profesor —murmuró. —¿En serio? Wow te juro que pensé que lo adorabas —respondí sarcástica, girándome y empezando a caminar hacia el elevador. Aún quería salir afuera. —¿Volvió el sarcasmo? —quiso saber, poniéndose a la par mía, siguiéndome el paso. Rodé los ojos. —Creo que ya era momento, hay ciertas preguntas que merecen ser respondidas con algo de sarcasmo —respondí. —¿Y acaso te puso un sobrenombre? —inquirió, volviendo al tema de Rafael—. ¿Lo escuché llamarte "Lina"? —¿Que tiene? —lo miré—. No tiene nada de malo, Rafael y yo solo estamos cosechando una bonita amistad. Igual a la que tenía con Connor recién llegada al pueblo —apreté el botón del elevador. Las puertas se abrieron, nos adentramos y apreté el botón de abajo. Las puertas se cerraron. —¿Igual? —se escuchó algo molesto—. ¿También dejarás que Rafael te bese? Lo encaré, su mirada se estaba oscureciendo. —Kayler, por favor, para con eso yo también puedo tener amigos hombres —ataqué—. Además, me conviene tenerlo a él, es uno de mis profesores —confesé. Si, a veces tengo dudas de mi inteligencia, pero se escuchaba tan feo, en pocas palabras dije que lo usaría para que en alguna ocasión me pasase en su materia. Soy una pésima persona. Espero que este elevador no tenga cámaras de seguridad porque sino allí estoy frita. Miré para las esquinas como auto reflejo. —¿Y si él te dice que lo beses a cambio de pasarte? —tomó mi mentón para que lo mirase— ¿lo harás acaso? Rodé los ojos. —Obvio no, tonto —me zafé de su agarre—. Tranquilízate, pensé que habías superado tu arranque de querer darme órdenes. Resopló, tomándose de los cabellos. Se estaba conteniendo, lo sé. Pero no tenía ánimos de pelear. —Para que estes más tranquilo le diré que... No se tome tanta confianza conmigo —lo miré—. ¿Contento? Lo pensó, analizándome, escaneándome, quizás buscando algún indicio de mentira. Al final solo resopló, asintiendo. —De todas maneras no durará mucho —murmuró más para sí mismo. —¿Que cosa? —quise saber. Las puertas del elevador se abrieron, salimos al mismo tiempo. —Mañana te llevaré a un lugar, ¿esta bien? Te daré una sorpresa —me tomó la mano, entrelazando sus dedos con los míos. Qué rápido se le bajó el coraje. Ah, se me olvidaba que este es Mr. Bipolar. —Esta bien —acepté de mala gana. Salimos al jardín, la noche estaba estrellada. Buscamos una banca alejada de la entrada y allí nos sentamos. La luna estaba en su mejor punto. No sé si debería de contarle en este momento lo que me llegó hasta hace unos minutos, pero estábamos en silencio, en paz, además no quería recordar eso porque algo dentro de mí se angustiaba y no me gustaba estar así. Solo quería estar con él, tranquila. Mejor lo dejo para mañana. —¿Te hace falta estar en el bosque? —rompí el silencio, mi cabeza descansaba en su hombro—. A esta hora quizás estarías en el, siendo un lobo, corriendo por doquier con tu manada —comenté.  —También es tuya —me recordó, siempre lo hacía. Aún no me sentía parte de su mundo, por más que lo intentaba, no sabía qué hacer en algunas ocaciones, no sabía ni qué pensar ni en quién confiar. —¿Te hace falta? —evadí su comentario. Silencio, quizás podía tomar ese silencio como un «si» —Si estás conmigo nada más me falta —respondió al fin. Quizás sea cierto, pero quizás no.  *** A la mañana siguiente me levanté con algo de pereza, Kayler no estaba a mi lado, como solía pasar antes, me dirigí a la ducha, dándome un largo y relajante baño, al salir me decidí por unos pantalones en n***o, se ajustaban perfectamente a mis piernas. Me decidí por una camisa holgada en blanca, las mangas me llegaban hasta los codos. Luego me puse unas sandalias de plataforma ni tan altas ni tan bajas, color beige. Peiné mi cabello, haciendo una coleta un poco floja. Puse máscara en mis párpados y un poco de brillo en mis labios. Estaba lista; cogí mi bolso y salí al pasillo. Me sorprendí al encontrar a Kayler sentado en el sofá, pero me detuve en seco al ver lo que tenía en sus manos, la caja de regalo con la nota en sus manos. Él levantó la vista, observándome. —Pensé que te habías ido —murmuré. —¿Porqué no me lo dijiste? —se puso de pie. —Se me pasó, ¿esta bien? Pensaba decírtelo hoy —respondí. Solo se dedicó a mirarme por unos segundos. —Carolina, me tienes que contar todo lo que te pase, por favor —rogó. Asentí. —Lo sé. —Pero no lo haces... —Kayler... —musité. —¿No confías en mí? —No es eso. —¿Entonces? —Solo no quería recordar lo que hice por un maldito momento, ¿esta bien? —exploté—. Perdón por querer algo de paz en mi vida, porque la verdad desde que me convertí en lo que soy ahora casi no la tengo. Lo dije, al fin lo dije. Y me arrepentí en ese momento. Me arrepentí en el momento en que miré la mirada decepcionada y dolida de Kayler.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD