— ¿Qué es eso? — Preguntó Adam confundido, pero un segundo después, cayó en cuenta de las intenciones de su amigo. — ¿Piensas drogarla? — Preguntó discretamente, susurrando, algo impresionado.
— ¿Qué? ¡No!… — Gianfranco se hizo el ofendido. — Claro que no voy a drogarla… Esto es… — Señaló la botella, mientras levantaba la vista, algo pensativo. — Esto es una especie de estimulante.
— Al igual que las dr0gas… — Afirmó Adam elevando una ceja con incredulidad.
— No, no de esa manera… — Aclaró Gianfranco.
— A ver, amigo… Entonces explícanos, ¿qué piensas hacer con eso? — Intervino Ryan con curiosidad.
Gianfranco ya se había girado sobre la barra y pidió dos copas de champán.
— Megan solo pretende hacerse la difícil conmigo, ya saben cómo son las mujeres hermosas, se resisten al principio, se hacen las duras… — Iba explicando Gianfranco, cuando el barman ya le traía las dos copas de champán servidas. — Pero al final, ella será mía, no importa cuánto se resista… Yo solo voy a acelerar un poco más el proceso…
Apenas el barman se volteó y con cuidado de no ser visto por nadie más que sus amigos, Gianfranco destapó la pequeña botella, liberando el líquido dentro de una de las copas de champán.
— Cómo les dije, esto es solo un estimulante, una especie de afrodisiaco muy fuerte, enloquecerá a Megan, la hará desearme, ella se entregará a mí por voluntad propia, sin restricciones… Una vez que me pruebe y conozca los placeres de la intimidad conmigo… — Una sonrisa socarrona se formó en los labios de Gianfranco, al tiempo que tomaba ambas copas de champán. — No podrá irse de mi lado.
Los tres hombres sonrieron entre sí, como si alguno hubiera contado un chiste. Gianfranco se dio la media vuelta y regresó a su mesa, junto a su novia, con las dos copas en las manos.
— Amor… Te traje otro trago. —
Llamó Gianfranco a Megan, quien estaba absorta observando a la banda que tocaba en una tarima.
La joven dio un pequeño sobresalto, al voltearse, su novio extendía una nueva copa de champán hacia ella, la cual tomó.
Megan se sintió más aliviada, al parecer Gianfranco olvidó el asunto de la cita que tendrían después de la fiesta.
Él comenzó a comportarse tranquilo, amable, como todo un caballero, la molestia que había mostrado hacía tan solo unos minutos atrás, se había esfumado por completo.
La joven se relajó, comenzó a conversar con su novio sobre asuntos triviales mientras bebía de su copa, sin embargo, a medida que pasaban los minutos, Megan comenzó a sentir una extraña sensación.
A pesar de que había aire acondicionado, ella sentía el salón más caliente, como si alguien estuviera aumentando la temperatura gradualmente, provocando que ella bebiera el champán mucho más rápido de lo habitual.
Luego de media hora, ella sintió como la temperatura de su cuerpo había aumentado por completo, era un extraño calor que la recorría en el interior.
El corazón de la joven latía acelerado, un inusual cosquilleo crecía cada vez más en su estómago, Megan comenzaba a sentirse ansiosa, ¿qué le estaba pasando?, ¿el champán le había hecho daño?, pero ella no recordaba haber bebido tanto.
— ¿Ocurre algo, amor? — Preguntó de pronto Gianfranco, notando como Megan respiraba más agitada, con las mejillas sonrojadas, era evidente que el estimulante comenzaba a hacer efecto.
— No… No… Yo… — Balbuceó ella, sintiendo como una llama la consumía desde el interior. — Discúlpame… — La joven se levantó de su asiento repentinamente. — Creo que necesito ir al tocador.
— ¿Quieres que te acompañe? — Preguntó Gianfranco, mostrando una expresión de preocupación.
— No, estoy bien… En serio… Yo solo… Solo necesito refrescarme un poco. — Respondió ella, dando la media vuelta y trastabillando.
— Oh, no cariño, déjame acompañarte, parece que el champán te ha hecho efecto, ¿has bebido mucho? — Él se levantó, deteniéndose a su lado para tomar la mano de su novia.
Ambos caminaron hacia los baños, mientras Megan intentaba caminar derecho, ella se sentía avergonzada, ¿cómo pudo haberse permitido embriagarse hasta este punto?
En la entrada del pasillo hacia los baños, Gianfranco observó a su novia alejarse para entrar en el baño de damas, al tiempo que una sonrisa llena de satisfacción se dibujaba en su expresión.
El estimulante que había usado ya estaba haciendo su efecto, eso era seguro y dentro de poco, él se llevaría a Megan para continuar con su plan.
— Amigo, ¿qué haces aquí? — Adam se le acercó por la espalda, parecía algo exaltado.
— ¿Qué? — Gianfranco lo miró confundido.
— El nuevo CEO, Albert Collins, ya llegó. — Avisó Adam.
— ¿En qué momento?
— Apenas te fuiste de la barra, él entró, ha estado hablando con todo el mundo…
— ¿Por qué no me avisaste antes? — Bufó Gianfranco molesto.
— Intenté hacerte señas, estabas muy concentrado con tu novia… — Explicó Adam.
— ¿Dónde está Collins? — El hombre comenzó a mirar por los alrededores.
— No lo sé, hasta hace rato, estuvo hablando con unos gerentes…
— No importa, voy a buscarlo… — Gianfranco dio unos pasos y se detuvo, Megan seguía en el baño.
Él se quedó pensativo por un momento, el estimulante ya estaba haciendo efecto y Megan estaba en el baño, ¿qué pasaría si ella salía y no lo encontraba?
Gianfranco miró el reloj que traía en la muñeca, todavía tenía tiempo antes de que el efecto del estimulante se hiciera más intenso, él solo iría a presentarse con el heredero como se debe, era lo que estaba esperando y debía empezar desde ya, presentándose, porque en poco tiempo, se convertiría en su amigo.
Eso era lo que tenía que hacer, concluyó Gianfranco, conversaría por unos minutos con Collins y luego, volvería por su novia.
Si ella salía antes del baño, seguramente lo esperaría en la mesa, no había de qué preocuparse, después de todo, al parecer, él estaba de suerte esa noche, pues todo le estaba saliendo perfecto.
*
Megan se sostenía del borde de la barra del lavamanos, ella se había refrescado un poco y había tomado algo de agua, pero eso no la había ayudado en absoluto.
Ella se sentía cada vez peor, más mareada, con la visión algo borrosa por momentos, con esa extraña sensación de calor creciendo en su interior.
Su cuerpo le gritaba, su piel ardía y en vez de pensar en volver a casa para descansar, en su mente solo pasaba la idea de volver con junto a Gianfranco y salir solos, a aquella cita que había rechazado.
Algo extraño y nuevo se estaba formando en el interior de Megan, algo intenso, una especie de deseo.
Ella solo pensaba en los labios de su novio besándola, sus manos acariciando su piel y con esas imágenes en su mente, su vientre palpitaba frenéticamente.
«¿Qué me está pasando?», se preguntaba al tiempo que se miraba al espejo, «Tengo que controlarme…», inhalaba profundamente, su mente se estaba nublando, era como si no pudiera pensar con claridad y ser coherente.
Ella se aferraba con fuerza al tope del lavamanos, sin darse cuenta siquiera, de como algunas mujeres le pasaban, por un lado, mirándola extrañadas.
Ya llevaba mucho rato en el baño y solo había una cosa que deseaba hacer, volver junto a Gianfranco, así que sintiéndose más mareada que antes, la chica salió del baño y caminó de regreso por el pasillo sosteniéndose de la pared, y justo en la entrada del pasillo, ella se encontró con los brazos de su novio, sobre los que se lanzó sin recelos.
— Deberíamos irnos… — Murmuró Megan, levantando la cara para ver a su novio, pero la visión se le había vuelto a nublar.
— ¿Qué? — Respondió él.
— Por favor, quiero irme contigo… — Musitó ella suplicante. — Quiero hacerlo, quiero entregarme a ti, esta noche… Vámonos.
*
Albert Collins, era el hombre al que todos esperaban ver, el heredero de la familia Collins/Sinclair, quien en un futuro próximo se convertiría en el hombre más rico y poderoso del país, había llegado a una importante fiesta organizada en su honor.
Él acababa de volver del extranjero, dónde estuvo los últimos cinco años haciendo sus estudios universitarios, de los que ya se había graduado y con honores.
Por este motivo, sus padres, Máximo e Isabella, le habían asignado encargarse de una de las empresas más grande de la familia, lo que le serviría de práctica y sería una buena experiencia para su futuro puesto como cabecilla familiar.
Claro, esto era solo un abrebocas, pues Albert tenía mucho que aprender, pero por algo tenía que empezar.
Albert llegó al enorme salón, el cual había sido decorado finamente, solo personas de la más alta sociedad estaban presentes para darle la bienvenida al nuevo CEO de la empresa.
Apenas el hombre entró, un remolino de personas comenzaron a acercarse a él, todos querían presentarse, todos querían tenderle la mano, todos querían hacerse su amigo sin siquiera conocerlo.
Era una situación algo incómoda, llevar la carga de los apellidos de su familia, no era nada fácil.
La mayor parte de las personas le sonreían con hipocresía, las mujeres lo abordaban con interés y todos siempre querían obtener algo de él.
Por eso, Albert detestaba este tipo de eventos, al cual vino solo por compromiso y donde no pensaba quedarse por mucho tiempo.
Por decencia y por los buenos modales que había aprendido, Albert estiró la mano a todo el que pudo, siempre manteniéndose serio y formal.
Todo el que lo conocía a primera impresión, terminaba pensando que era un hombre malhumorado y arrogante, al igual que su padre, pero para sus familiares y amigos más cercanos, Albert era todo lo contrario, era un hombre cariñoso, amable, sociable y muy bien educado.
Luego de un buen rato saludando y una conversación con algunos gerentes, sobre los asuntos principales de la empresa, cosa que sí le interesaba, Albert decidió que era momento de marcharse.
El hombre se disculpó y se dirigió hacia los baños, usando eso como excusa para alejarse.
Y justo cuando llegó a la entrada del pasillo, una mujer se le lanzó prácticamente en los brazos.
— Deberíamos irnos… — Murmuró la mujer, levantando la cara y provocando que el corazón de Albert diera un sobresalto.
La belleza de aquella joven le había causado un gran impacto, por primera vez en su vida, Albert se sintió nervioso ante la presencia femenina, su cuerpo reaccionó ante la cercanía de esa visión de mujer, a pesar de ser una completa desconocida.
— ¿Qué? — Respondió él, aturdido, sintiendo como su pulso corría acelerado.
— Por favor, quiero irme contigo… — Musitó ella suplicante. — Quiero hacerlo, quiero entregarme a ti, esta noche… Vámonos.