Capítulo 8. ¡Te mataré hoy!

985 Words
¡Claro! Escribió. “¡Quiero que vayas esta noche a la villa!” Camelia frunció el ceño. “¡Diego, que no sea hoy por favor, estoy con mi madre ahora!” Entendiendo la situación de la chica escribió: “¡Bien, te espero mañana!” Ella se mordió su labio inferior. “¡Ok!” * Camelia, se encontraba caminando hacia la casa de Diego, al llegar a la puerta, golpeó y esta se abrió enseguida. —¡Cami, al fin estás aquí! Diego sonrió al verla e hizo que pasara, mientras ella caminaba él la abrazó por detrás y acunó su rostro en su cuello. El hombre no contaba con que su prometida llegaría en ese instante, bajo enojada del auto y se dirigió a la puerta sin golpear, ella entró. —¡¿Qué estás haciendo Diego?! La mujer exclamó al ver al hombre intentando besar a la chica, él enseguida se detuvo y volteo para mirarla. —Cariño, ¿Porque no me dijiste que vendrías? —No tengo que avisarte si vengo o no, te hice una pregunta. —E… ella me estaba seduciendo, la llamé para que limpiara la casa. Camelia frunció el ceño y, la mujer creyéndole a su prometido se acercó a ella a toda prisa y la abofeteó fuerte. —¡¿Quién te crees que eres?! maldita. Camelia se tambaleo por la fuerte bofetada y miro a Diego atónita, este estaba burlándose de ella. ¡Que incrédula, esto para él era solo un juego! —¡Te mataré hoy! la mujer sujeto un cuchillo y en ese instante, Diego la sujeto. —Hanna, tranquila amor, no es para tanto, castigala como quieras no te manches tus preciosas manos. Sujeto a las manos de la chica, le quitó el cuchillo y la abrazo. —Tranquila amor. Ella se tranquilizó, pero luego se soltó, agarró a Camelia por el cabello y la sacó de la casa, zarandeandola hizo que ella se tambaleara y volvió a abofetearla. —¡Arrodíllate! —le gritó con ira. —¡Maldita sea, Diego! Camelia, lo miro frunciendo el ceño. —Haz lo que te dice. —¡Te odio, maldito! la chica gritó, desconcertandolo y la mujer miró a su prometido dubitativa. —Ella es solo la mujer de limpieza, no tenemos ninguna cercanía. Creyendo en él, la hizo arrodillar y dijo: —Te quedarás ahí hasta mañana, maldita perra. Las gotas de lluvia cayeron en su rostro y las dos personas allí, caminaron hacia la casa, dejándola en aquel lugar de rodillas y mojándose. —¡Diego! ¡No me dejes aquí! Ella miró a todos lados y vio una salida, se levantó decidida y corrió hacia ese lugar, se trepó como pudo y cayó de bruces al otro lado; se levantó y, cojeando se metió a su auto. Al entrar, el celular sonó, no podía creer que era Diego. Miro a través de la ventanilla del auto dándose cuenta que él estaba mirándola desde el segundo piso. —Vete y vuelve mañana. Colgó la llamada y se recargó en el volante del auto, sin poder soportarlo más lloró, sus lágrimas se mezclaron con las gotas de agua que resbalaban por sus mejillas. ¡Maldito seas Diego! Encendió el auto y se apresuró a salir del lugar, a pocas cuadras de llegar a la villa; ella detuvo el auto, no podía ver nada por la lluvia, estaba lloviendo a cántaros y se recargó sobre el volante. —Te odio, te odio. lloró desconsoladamente, sin darse cuenta un auto se detuvo detrás de ella; el hombre bajo de el y con un paraguas se acercó al auto de la joven. El golpe en la ventanilla del auto hizo que ella levantara su cabeza, pensando que tal vez era un policía, la bajó. Pero el traje n***o hizo que frunciera el ceño y entonces él se asomo. —Hola, ¿estás bien? Ella estaba mojada, sus prendas húmedas dejaron ver más allá de la tela, las gotas de agua se mezclaron con sus lágrimas y ella negó con la cabeza. —No, no estoy bien. Él abrió la puerta, le entregó el paraguas y la sacó de allí en sus brazos, entonces ella descargó la cabeza sobre su hombro, la acomodó en el auto y le puso el cinturón. La niña no preguntó a dónde la llevaría, simplemente cerró sus ojos. Al llegar, entrando al estacionamiento de su villa, Blake la llamó repetidas veces pero ella no contestó, estaba profundamente dormida. ¡Pobre, se ve tan lamentable! Él la llamó una vez más, Camelia abrió sus ojos adormilados y miro el lugar donde estaba. —Estamos en mi villa, no te preocupes por nada; ten, cambiate de ropa; solo tengo esto. Ella lo miró sorprendida. ¡Bueno, ella no era tonta, sabía perfectamente lo que él quería! Se levantó y él la guió al baño, en el lavabo se enjuago su rostro y se enjuago la boca. Cuando salió con la camisa puesta, él la miró de pies a cabeza e involuntariamente tragó saliva, sus piernas desnudas y su cabello suelto la hacían lucir muy hermosa.
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