—Buenas noches, estación de policía de Connie Island. ¿En qué lo podemos ayudar, desde donde nos llama? —contestó un policía.
—Hola, policía, llamo desde el restaurante Good Food ubicado las afueras de la ciudad, hay un hombre mayor como de unos sesenta años que se escapó manchado de sangre y otro que al parecer está muerto, porque le dieron muchas puñaladas, lo intentamos atrapar pero se fue en su auto. —respondió un mesero con un tono de voz asustado.
—Nos dice la descripción del auto, ¿por favor? —preguntó el agente.
—Si, el auto es una camioneta de color rojo rubí, no vi la marca, pero si el color. Como todo está solo por aquí y son las diez de la noche, quizá sea el único vehículo que usted vea por ahí señor oficial. ¡Dense prisa y atrápenlo!
Enseguida, los oficiales desde la estación de policía de ese lugar, llaman a dos oficiales que estaban patrullando cerca de esa área alejada dándole la información de lo que acontecía, y de inmediato interceptan el vehículo de color rojo, rodeándolo para dejarlo sin escapatoria. Los hombres se bajan del auto, apuntan con sus armas al sospechoso y acercándose a él le dicen:
—¡Señor, bájese del auto con las manos arriba por favor! ¡Se encuentra bajo arresto!
En ese momento, el sospechoso como no tenía ninguna escapatoria, no le quedó más remedio que bajarse del auto con las manos arriba, y uno de los policías le dijo que se pusiera en el suelo boca abajo, para así luego esposarlo. Entonces, los oficiales lo ataron con las esposas, y mientras lo metían en el vehículo policial, el sospechoso gritaba con desesperación sin parar:
—¡Pero yo soy inocente! Le juro que yo no hice nada, se lo juro señor ese hombre ya estaba muerto cuando yo llegué! ¡¡Soy inocente, soy inocente!!
De inmediato, el policía mientras le cerraba abruptamente la puerta del auto le contesta:
—Si, si claro como no. ¿Y cómo explicas que estas manchado de sangre, tus manos están cortadas, y además, huiste del restaurante donde nos llamaron que te escapaste? ¡Já todo está en tu contra, no creo que ni el mejor de los abogados te salve!
Mientras se llevaban al sospechoso a la estación de policía, otros oficiales fueron a la escena del crimen junto con los dueños del restaurante. Al entrar, se dieron cuenta que el lugar era un desastre, y lo que presenciaban sus ojos parecía sacado de una película de terror. Había un charco de sangre gigante en el suelo, porque al parecer el asesino le cortó la vena aorta a la víctima, haciendo que el hombre se desangrara a chorros por el cuello. A su vez, el occiso tenía puñaladas en toda la parte delantera de su cuerpo: pecho, piernas, brazos e incluyendo su rostro; por lo tanto, estaba prácticamente irreconocible. Pero ¿Quién era el muerto y quien fue el victimario?
Resulta que el cadáver era nada más y nada menos que el magnate de setenta años de edad, Martin Donovan, dueño de la compañía de textiles Fabric Castle la cual era la más importante a nivel mundial. Él había ido a reunirse en una cena de negocios con el CEO de su competencia a nivel de negocios, ese era Bob Morgan de sesenta años, quien era el dueño de la segunda empresa de textiles más grande de Norteamérica, llamada Morgan & Morgan, el cual ahora se había convertido en el principal sospechoso de todo lo ocurrido. Los hombres habían acordado estar ahí en el salón VIP del lugar para hablar acerca de la propuesta de fusionar las dos empresas. Esa era la idea de Martin Donovan en esa noche, pero al parecer las cosas se descontrolaron un poco ya que tal parece que el magnate fue asesinado por Bob, quien era el único que estaba en esa reunión, y todo daba a entender que él fue el culpable de ese asesinato tan brutal. De inmediato, llamaron a los detectives de homicidios y ellos comenzaron a hablar con el personal del restaurante que les comentaron lo siguiente:
—Pero dígannos ¿Ustedes no oyeron ningún tipo de gritos o algo de parte de la víctima?
Uno de los meseros quien estaba muy nervioso por toda la situación le comentó todo lo que había sucedido:
—No, la verdad es que el señor Dónovan estaba muy bien, nosotros le dejamos la botella de champaña con el hielo y unos aperitivos de entrada mientras llegaba el otro señor. Él nos dijo que nos avisaba al momento de ordenar la comida, y no quisimos interrumpir porque al parecer era una reunión de negocios.
» Pero luego vimos que todo estaba muy callado, nos asomamos y vimos a ese señor tirado en el suelo con el cuchillo en la mano, lleno de sangre, se puso nervioso y salió corriendo. Desde ahí nos dimos cuenta que mató a ese pobre señor, pero no sabíamos que lo haría de esa manera tan fea y tan brutal.
El detective anotando el testimonio del hombre, asintió con su cabeza mirando todo con más detenimiento, y llamó a otros agentes para que se llevaran el cuerpo de la víctima a la morgue, para que los médicos forenses estudiaran ese caso. Entonces, el agente mirando a los trabajadores de aquel restaurante les dijo:
—Que no salga esto de aquí. Este señor es una persona muy importante, así que, primero debemos llamar a sus familiares y luego veremos si quieren revelar el caso a los medios. Al otro hombre lo vamos a interrogar, a ver cuál es su coartada y que nos diga porque quiso asesinar a este magnate.
Rápidamente, los hombres se retiran del lugar, llamando a los médicos forenses para que se lleven el cadáver. Luego, al llegar hasta la estación de policía, ven al hombre quien se encontraba esposado desesperado diciendo a cada rato que era inocente. Entonces, estando en el cuarto de detención para que dijera su testimonio uno de los agentes le dijo:
—Lo siento señor, pero por el momento todo lo que diga será usado en su contra. Necesitará de un buen abogado para poder salir de aquí, confiscamos sus cosas y llamamos a un familiar suyo. Su hija ya viene en camino.
Al escuchar las palabras del agente, el señor llorando desesperado seguía diciendo:
—¡Pero señor agente, cuando yo llegué a ese lugar ese hombre estaba muerto! No sé qué me pasó después, pero me desmayé y luego cuando desperté estaba con esa camisa manchada de sangre y no era mía se lo juro. Huí del lugar al verme con ese cuchillo en la mano y todo sucio, no supe cómo responder y por eso salí de ahí. Pero debe investigar más todo a fondo. ¡Yo no hice esto, se lo juro por mi hija!
El señor al terminar de hablar, se desmayó y cayó estrepitosamente al suelo, lastimándose su hombro izquierdo.
—¡Señor Morgan, señor Morgan, reaccione por favor! —Le decía el agente dándole pequeñas palmadas en su rostro.
Enseguida, el hombre es llevado para un hospital cercano, ya que aparte de que se había fracturado, no respondía ante las pequeñas cachetadas que le daba el agente, para que el hombre reaccionara. Pronto, uno de los agentes policiales le avisa a su hija, y ella va en camino para emergencias donde estaba su padre inconsciente de todo lo que sucedía. Al hombre le hicieron un chequeo médico, le hicieron una radiografía, y como era de esperarse se fracturó el hombro por la caída, cosa que era un tanto peligrosa, debido a su edad algo avanzada.
—¿Y que tiene el hombre doctor, ¿Va a reaccionar? —preguntó el policía.
El doctor con los exámenes médicos en la mano le responde:
—Pues, señor agente ya le tratamos al señor la fractura, y mediante el análisis y el chequeo que le hicimos, al parecer el señor sufre de una enfermedad renal. Y como que toda la impresión de lo que le sucedió el día de hoy lo debilitó aún más porque al parecer se hizo una diálisis.
» También, encontramos en su sangre droga, creemos que es cristal y esa es una de las causantes de ese desmayo debido a su condición renal. Quizá el señor era adicto a esa sustancia y estando drogado hizo lo que hizo. Dentro de poco volverá en sí, así que no se preocupe.
El agente policial al escuchar las palabras del médico, asintió con su cabeza, sospechó aún más del señor Bob Morgan, porque al parecer ingería estupefacientes y a su vez era un asesino a sangre fría. Luego, mientras los dos hombres estaban conversando afuera de la habitación donde estaba descansando el señor Bob, llegó la joven de 22 años llamada Sabrina Morgan, una hermosa rubia de ojos café, tenía un lindo cuerpo, era voluptuosa, de un metro sesenta de estatura, la cual ve con mucha desesperación en su rostro tanto al agente policial como al doctor. Así pues, acercándose a ellos con manos temblorosas les dijo:
—¡Señores!, ¿Dónde está mi padre? Se llama Bob Morgan, me dijeron que de la estación de policía lo trajeron para acá ¿Dígame que sucede?
La chica desvió su mirada hacia la habitación donde estaba el señor Bob, e impulsivamente quiso entrar ya que desde lejos pudo observar que su padre estaba dormido, con una de sus manos esposadas en una de las barandas de la cama. De inmediato el doctor detuvo a la joven, sujetándola de uno de sus brazos de manera muy fuerte para que no entrara a despertarlo diciéndole:
—Lo siento señorita, no puede entrar. Él señor debe reaccionar por sí solo.
Luego, ella puso su mirada hacia el agente policial y agarrándolo de la camisa muy desesperada exclamó:
—¡¿Dígame que le pasó a mi padre señor agente? Dígame ¿Por qué está encadenado en esa camilla y con esa camisa manchada de sangre. ¿Dígame que sucedió?!
En ese instante, el agente le quitó las manos de encima a la joven, y con cara muy seria le dijo:
—Lo siento, señorita. Su padre cuando despierte será enviado a la cárcel y luego será llevado a juicio porque asesinó a Martin Donovan el dueño de Fabric Castle. No hemos dicho nada a la prensa, porque es un caso muy delicado.
Sabrina, al escuchar las palabras del agente, se desesperó aún más y tomándolo nuevamente de la camisa le afirmó:
—¡Eso es mentira señor agente, mi padre no es ningún asesino! Mi padre es un hombre muy bondadoso y jamás mataría al señor Donovan.
El agente con mucha rudeza quitó las manos de la chica de su suéter y algo enojado le dijo:
—Lo siento, jovencita. Pero las pruebas demuestran lo contrario, el señor Morgan es culpable por donde se le mire. Estaba en la escena del crimen, luego huyó, su camisa estaba manchada con sangre, y uno de los cuchillos con que se había matado la víctima, porque fueron dos, estaba en su auto cuando le confiscamos las cosas. Así que, no creo que ni el mejor abogado los ayude.
En ese instante, el agente, el médico y Sabrina, miraron desde lejos que llegaron los hijos del magnate Martin Donovan, ya que desde la estación de policía, a los hombres les avisaron que el señor estaba recluido en ese lugar gracias a la recaída que tuvo. El hijo mayor llamado Nathan Donovan, copropietario de esa gran empresa, era un apuesto rubio de ojos color azul achinados, de 33 años, de un metro noventa de estatura, cuerpo atlético, muy elegante cuya presencia era muy intimidante ante cualquier persona, debido a que su rostro siempre estaba muy serio porque era un hombre demasiado formal en toda situación. Luego, estaba Jacob Donovan, quien era el segundo hijo del señor Martin, y también era rubio, pero de ojos verdes achinados también, alto como de un metro ochenta de estatura, y tenía unos 31 años de edad.
Nathan, quien era un hombre que casi nunca mostraba expresiones, esa noche su ira era tanta que sus ojos parecían que estaban inyectados en sangre, de lo rojos que estaban; ya que tenía ganas de matar al asesino de su padre, por el dolor y la impotencia que sentía al enterarse de la manera como murió el señor Dónovan. Así pues, el hombre dando largas zancadas, se dirigió a donde estaba recluido el señor Bob Morgan, miró donde estaba, y enseguida entró a la habitación, no importándole las personas que estaban ahí. El hombre de lo cegado que estaba por la rabia se le abalanzó al señor que estaba desmayado y comenzó a pegarle en la cara con mucha fuerza.
El médico, su hermano Jacob y el agente policial, trataron de detenerlo, pero su fuerza era mucha. Entonces, al doctor no le tocó más remedio que taclear al hombre, para que dejara de golpear al paciente. Sabrina horrorizada por ver como ese hombre le pegaba salvajemente a su padre, comenzó a gritar de la desesperación.
—¡¡Señor Nathan, deténgase por favor!! ¡¡Mi padre es inocente, deje de golpearlo se lo suplico!!
Nathan quien estaba cegado de la rabia, al escuchar las palabras de la joven, se acercó a ella y con mucha fuerza le pegó una cachetada, haciendo que ella callera al suelo.
—¡Malditos ustedes los Morgan, son unos malditos! Tu padre siempre le tuvo envidia al mío y por eso es que lo mató. Haré que se pudra en la cárcel y que allí sufra!
Su hermano al ver cómo le pegó a esa jovencita, lo tomó fuertemente del brazo y le dijo:
—¡Nathan, Nathan cálmate, ella es una mujer, reacciona. Su padre tuvo que ver con la muerte del nuestro pero no ella!
Sabrina un poco atontada por la gran cachetada que le dio aquel hombre, llorando tocándose el rostro le gritó:
—Pégueme, hágame lo que quiera, pero sé que mi padre es inocente. Él no pudo haber matado al señor Donovan —Negaba con su cabeza —. Yo lo conozco más que usted señor Nathan. Además, tenga piedad usted hizo negocios con él y también conocía como era su carácter.
El hombre se soltó del agarre del hermano, y con su mandíbula apretada y encolerizado fue hasta donde la joven, la tomó del brazo y le dijo:
—¡Buscaré los mejores abogados del mundo para que se muera en la cárcel ese maldito! ¡Tu misma vas a ver como se morirá cuando lo vayas a visitar!
Sabrina, al escuchar las palabras del hombre, ella muy desesperada sostenía que su padre era inocente, llorando tomó el brazo de Nathan y arrodillada ante él le dijo:
—Por favor señor Nathan, créame, mi padre no ha matado a nadie, él jamás se atrevería a semejante horror. Tal vez lo incriminaron inocentemente en ese asesinato. El salía de su diálisis y me dijo que se iba a reunir con su padre solo por cumplir, pero que en realidad se sentía mal. Yo le pedí que no fuera porque estaba muy débil, pero como él admiraba al señor Dónovan quiso ir.
» ¿Ese es el perfil de un asesino? —continúa Sabrina — ¿Un hombre que había salido de una diálisis renal? Pida que investiguen
más el caso por favor señor Nathan, sé que usted es más poderoso, pero por favor tenga algo de piedad. Mire que mi padre lo vio a usted desde que nació.
Nathan se soltó del agarre de la chica muy bruscamente, y acercándose a su rostro le dijo:
—¡No me interesa lo que digas, tu padre se va a pudrir en la cárcel quieras o no. Entendiste, estúpida!
La chica se arrodilla ante él, y muy desesperada le dice con lágrimas en sus ojos:
—¡Haré lo que sea porque mi padre no vaya a la cárcel! ¡Yo sé que él es inocente, yo soy joven y si quiere, ¡yo iré por él en su lugar! Si él llega a quedarse en la cárcel por mucho tiempo, moriría de la peor manera por su enfermedad y no quiero eso. Así que, señor Nathan, y señor agente, yo me ofrezco ir a la cárcel por mi padre, cúlpenme a mí del asesinato del señor Donovan.
Luego de escuchar esas palabras, y ver a la rubia arrodillada ante él, a Nathan se le ocurrió algo principalmente por dejarse llevar por la ira que tenía en ese instante, es por eso que él pensó:
«¿Así que deseas sacrificarte por tu padre, Sabrina Morgan?, ya verás… desearás nunca haber pedido semejante estupidez» piensa Nathan todavía con sus puños temblorosos por la ira y tristeza que sentía en ese instante.